El porvenir de Víctor Hugo
VICTOR HUGO fue un escritor político que empleó su vida en defensa de la libertad. La palabra intelectual no fue utilizada hasta 13 años después de su muerte (Manifiesto de los intelectuales, a favor de Dreyfuss, 1898) en el sentido que se le da hoy: sin embargo, Hugo fue un intelectual comprometido, capaz de sufrir procesos y exilios sin ceder. La mayor persecución a Hugo sucedió cuando los suyos llegaron al poder: la II República, la presidencia de Luis Napoleón cuya candidatura él había defendido con el prestigio de lo que ya era gloria, pero del que se fue apartando a medida que veía la distorsión del régimen hacia el autoritarismo; exiliado forzoso, Hugo no aceptó la amnistía y continuó fuera del país voluntariamente hasta que las condiciones de vida cambiaron en Francia: volvió con la III República, fue diputado de la Asamblea Nacional y, un mes después, dimitió.Una larga vida (1802-1885) con un solo ideal. No es fácil en esta época, en la que las verdades y las convicciones son huidizas, pero tampoco lo era en la suya. Cometió equivocaciones de personas, de partidos o de bandos, porque su ideal no fue nunca abstracto y buscaba su aplicación sobre esta tierra; nunca vaciló en abandonar, con todos los riesgos, sus errores de hombre para conservar la pureza militante del intelectual. La defensa de las libertades públicas y privadas, el enfrentamiento con toda clase de censuras, la negación de la policía política, la denuncia de las injusticias sociales, la batalla contra la miseria, formaban el cuadro maestro de su pensamiento.
Ideas, sin duda, muy anteriores a él. Lo que inventó Víctor Hugo fue la forma de expresarlas. Su propio verso, rotundo y limpio, vivificado por el pensamiento; la larga novela en la que el inocuo folletín de buenos y malos tomaba un profundo sentido; la rotura de las normas preceptivas del teatro, famosas por la noche del estreno de Hernani, ensalzado por la clase estudiantil, canto al marginado social, que sería una prefiguración de algunos ideales de mayo de 1968. La lección de Hugo consistió en demostrar que lo que luego se llamaría intelectual no podía serlo sin un dominio de su oficio y de su arte, y sin una asiduidad al trabajo: escribía cada mañana 100 versos, o 20 páginas de prosa.
Un poeta moderno, Leon-Paul Fargue (1878-1947) ha dicho de Hugo que es "un poeta con porvenir". Los jalones literarios que Hugo estableció se prolongan hasta nuestro tiempo y se levantan hacia el futuro. Es muy posible que sin la posición enteriza de Hugo no hubiera tenido toda la fuerza que tuvo la de Zola y sus contemporáneos, y el sentido del escritor comprometido, hasta llegar a Sartre; que sin su invención de la palabra surréal y algunas de sus imágenes, otra generación posterior se hubiera quedado sin nombre; que sin la explosión de su romanticismo, la revolución teatral hubiese tardado mucho en hacerse. Un precursor es siempre un hombre con porvenir.
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