Los estudiantes de Lovaina defienden ante el Papa la 'teología de la liberación'
Juan Pablo II tuvo que afrontar ayer, por segunda vez en su viaje pastoral a Bélgica, las críticas de estudiantes de izquierda, que le plantearon en la universidad de Lovaina sus discrepancias sobre la anticoncepción y la condena por parte del Vaticano de la teología de la liberación en América Latina, informa la agencia France Presse desde Lovaina.
La polaca Valerie Oruba dijo al Papa, hablando en nombre de los estudiantes, que "algunas de sus tomas de posición nos sorprenden". "Nosotros estimamos que Nicaragua, Polonia, El Salvador y Chile son países donde la gente se esfuerza por traducir los principios de justicia, libertad, democracia y respeto a los derechos humanos, a los cuales la Iglesia está vinculada", dijo la representante estudiantil.Los alumnos de Lovaina mencionaron también el tema de la anticoncepción y mostraron ante Juan Pablo II su preocupación "por saber que el uso de medios anticonceptivos puede colocar a las parejas al margen de la Iglesia". Con este último incidente, el Papa concluyó ayer su polémica gira por el Benelux. Desde antes de comenzar ese viaje no era un misterio para nadie que no iba a ser fácil, aunque quizá el Vaticano se pasó de optimista pensando que la oposición al Papa, considerado como conservador en aquellas latitudes de la fría secularización, se iba a limitar a algo marginal y anecdótico.
No ha sido así, según analiza nuestro corresponsal en Roma, Juan Arias. Y no es dificil hacer un cierto paralelismo entre este viaje y el de Nicaragua. Ambas han revelado la dificultad que encuentra el papa Karol Wojtyla en comprender a quienes en la Iglesia han hecho del Concilio Vaticano II no un punto de llegada, sino un punto de salida.
Como en Nicaragua
Los católicos avanzados de Holanda, como los de Nicaragua, están convencidos de que son ellos quienes encarnan la verdadera Iglesia renovada del Vaticano Il. Ambas comunidades están convencidas de que el concilio abrió unas puertas que, con el transcurso del tiempo, no había que entornar por miedo a dejar entrar demasiado aire fresco en la Iglesia, sino que había que abrir de par en par para continuar aquella experiencia que ellos consideraron como profética.Juan Pablo II, al reves, se ha colocado en otra óptica: la de quien vivía el concilio como un punto de llegada, quizá incluso demasiado avanzado de lo que él mismo hubiese deseado como miembro joven de aquella aventura, como ha explicado el teólogo francés Marie Domenique Chenn. Para él, el concilio fue un momento de renovación de la Iglesia, pero para "cerrar mejor las filas" del ejército católico, capaz de presentarse al mundo con la fuerza y el empuje de los primeros cristianos, en competencia con quienes no aceptan el Evangelio.
De ahí el choque, que está llamado a multiplicarse y que se presentará cada vez con las características concretas de cada comunidad que visitará donde los católicos avanzados sean una fuerza real.
En Holanda este choque ha sido más violento porque fue un pueblo que vivió el concilio como una aventura comunitaria. Algo similar a lo que les ocurrió a los polacos, pero con una perspectiva histórica completamente distinta.
Lo importante de la oposición al Papa no han sido los huevos podridos lanzados contra su jaula de cristal blindado, ni los muñecos obscenos, ni los actos de barbarie cometidos contra las imágenes sagradas. Lo importante ha sido la oposición seria, oficial, pública de cuantos en Holanda y en Bélgica se han levantado, con el permiso de la misma jerarquía, para decirle al Papa que no están de acuerdo con él en la interpretación que está dando del concilio. Como la joven que en Lovaina le dijo: "No son los jóvenes quienes tienen que ir a la Iglesia; es la Iglesia la que tiene que ir a ellos y al mundo, según su misión primordial". Ha quedado claro en este viaje que para el papa Wojtyla el concepto de Iglesia como jerarquía, como estructura piramidal, no se toca.
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