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Juan Pablo II critica ciertas interpretaciones del último concilio

Andrés Ortega

El papa Juan Pablo II manifestó ayer, en un discurso integrista que pronunció en Malinas, que, frente a la mala interpretación del Concilio Vaticano II, "hay que rehacer el tejido cristiano de la sociedad". Y aseguró a los obispos presentes que, frente a las dudas, "sólo hay un magisterio, confiado a los apóstoles unidos a Pedro y a sus sucesores", es decir, el suyo. Ante los jóvenes de Namur, el Papa criticó la "sexualidad desbocada" y los "ídolos modernos".

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En el tercer día de su viaje por Bélgica, Juan Pablo II se dirigió a los obispos belgas, reunidos en el arzobispado de Malinas. "El Concilio Vaticano II", les dijo el Papa "ha dado a la Iglesia los principios de base y los medios para llegar a una renovación espiritual adapta da. Pero, en la medida en que algunos lo han estudiado mal, interpretado mal, aplicado mal, esto ha podido causar aquí o allá desorientaciones, divisiones. Y no ha podido impedirse un debilitamiento religioso".Respecto al Magisterio, señaló que "existen errores que hay que designar por su nombre", insistiendo luego en la catequesis y en los sacramentos, especialmente el de la penitencia.

Los eclesiásticos, señaló también el Papa, deben "liberarse de las teorías que han tratado en un momento dado de oscurecer su identidad maravillosa de sacerdotes y no dejar reducir su sacerdocio a una simple función bajo pretexto de que los laicos son llamados a muchos servicios eclesiásticos".

Por la mañana, el Papa celebró en la catedral de Saint-Rambaut de Malinas un servicio ecuménico al que los protestantes belgas -divididos y poco numerosos- se negaron a asistir. Los judíos también se habían negado a participar. Acudieron representantes de las Iglesias ortodoxa, anglicana y copta.

La jornada se desarrolló sin incidentes en el día de cumpleaños del Papa. Por la tarde, Juan Pablo II celebró una misa, a la que asistieron unas 35.000 personas, en la pradera del santuario de Beauraing. Allí afirmó: "Rezamos para que las vocaciones [religiosas] sean abundantes".

En Namur, Juan Pablo II fue a visitar la manifiesta, una concentración organizada por los jóvenes. A ellos -había unas 50.000 personas- les habló de la tentación: "La promesa de gozo inmediato y fácil, la sexualidad desbocada, las drogas de todo tipo, los gadgets artificiales, las modas costosas, el ruido ensordecedor, los mercaderes de ilusión y evasión, y todos los ídolos modernos que alimentan nuestros egoísmos bajo todas sus formas".

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