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Austria, un milagro de la distensión

El 30º aniversario de la firma del Staatsvertrag (Contrato de Estado) por el que Austria se convirtió en Estado soberano y neutral, tras 10 años de ocupación por los ejércitos aliados victoriosos en 1945, se cumple mañana. En 1938, Hitler había anexionado Austria al III Reich alemán e implicado a este pequeño país en la guerra que habría de devastar su territorio. El 15 de mayo de 1955, un pequeño grupo de negociadores austriacos lograba un objetivo por el que había luchado todo el país: la retirada de las tropas de ocupación soviéticas, norteamericanas, francesas y británicas y la restauración de la soberanía.

En plena guerra fría y desconfianza entre los bloques, el éxito de la habilidad negociadora austriaca en poner de acuerdo a las dos superpotencias pasó a los anales de la diplomacia y supuso un milagro de la distensión cuando ésta no existía. La dura negociación fue dirigida por el canciller Julius Raab, el ministro de Asuntos Exteriores, Leopold Figl, y un joven y brillante secretario de Estado llamado Bruno Kreisky.Hasta entonces, los 10 primeros años de la II República de Austria habían estado dominados por la incertidumbre. Fundada el 27 de abril de 1945 en una Viena reducida a escombros por la guerra, la nueva república emprendió la reconstrucción del país en absoluta subordinación a las fuerzas ocupantes. Así, el portavoz del Gobierno tenía que acudir todos los lunes al hotel Imperial, sede del cuartel general soviético, para presentar un informe sobre la situación general.

La imposición de repúblicas populares comunistas en países vecinos como Hungría y Checoslovaquia hacía previsible, en opinión de muchos, que tarde o temprano la Unión Soviética hiciera nos del territorio austriaco ocupado por sus fuerzas, un protectorado regido por un Gobierno que le fuera fiel. Las actividades de los comunistas austriacos en los primeros años de la posguerra, con el control del Ministerio del Interior, fueron las mismas que las llevadas a cabo en los países que hoy forman el Pacto de Varsovia.

Tensiones

Durante las negociaciones, amplios sectores temían que la retirada de las tropas de ocupación habría que pagarla con un neutralismo que acabaría por alejar a Austria de las formas occidentales políticas y económicas. No fue así. Los negociadores austriacos insistieron en que la neutralidad debía tener la misma forma que en Suiza. El ministro de Asuntos Exteriores soviético, Viacheslav Molotov, asintió a la propuesta, con lo que se consiguió una firme vinculación al pluralismo y a la economía libre. Se han buscado muchas explicaciones a la disposición soviética a abandonar Austria en un momento histórico en el que las tensiones Este-Oeste eran enormes. Tan sólo un año más tarde, la Unión Soviética reprimiría con un balance de miles de muertos el levantamiento de los húngaros, que pedían para su país lo que Austria había ya conquistado.El máximo dirigente soviético, Nikita Jruschov, quería hacer un gesto para reducir la tensión y crear la base para una nueva colaboración con Occidente, congelada en los últimos años de la vida de Josif Stalin y que consideraba vital para no perder el tren del desarrollo tecnológico. Por otra parte, la neutralidad de Austria, unida a Suiza, introducía una cuña de Este a Oeste entre dos regiones vitales de la defensa occidental, el flanco mediterráneo y la frontera interalemana.

Los austriacos supieron aprovechar la ocasión que aquella constelación política les brindaba. Tras la turbulenta historia de la primera república surgida con la caída del Imperio Austro-Húngaro en 1918, los austriacos habían aprendido a anteponer los intereses de la nación a los de partido. La guerra ideológica y la falta de fe en la supervivencia de aquel pequeño país habían abierto en los años treinta las puertas al nazismo.

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Los resultados del histórico acuerdo suscrito por los ministros de Asuntos Exteriores de la URS S (Viacheslav Molotov), EE UU (John Foster Dulles), Gran Bretaña (Harold MacMillan) y Francia (Antoine Pinay) en el palacio Belvedere, de Viena, superan todas las expectativas. De la ruina absoluta, Austria ha pasado a ser un país industrializado, con un nivel de vida alto. Su neutralidad activa le ha otorgado un papel destacado en la mediación internacional de conflictos. En parte gracias a Kreisky, que ya estuvo en aquellas negociaciones. Su labor ha transformado el país, como ministro y como canciller, siempre desde el palacio del Ballhausplatz, donde en su día trabajó otro diplomático genial, el conde de Metternich.

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