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Viaje a España

The New York Times(... ) Hace 40, 30 o incluso 20 años, la democracia parecía un sueño lejano en España y Portugal, últimas ciudadelas de la tiranía en Europa occidental. Pero incluso bajo las dictaduras de Franco y Salazar fermentaba la levadura de la libertad. Tras la muerte de los dictadores, y contando con la vital ayuda de la Europa parlamentaria, un nuevo liderazgo fraguó Gobiernos estables y democráticos.Reagan pronunció las palabras apropiadas sobre este espectacular cambio y trató hábilmente el debate interior sobre las bases norteamericanas y la permanencia de España en la OTAN. Lo que resultaba menos evidente es que esta oportunidad la presentaba la ascensión de Felipe González, el primer ministro socialista español, que se ha convertido en el contrapeso democrático de Fidel Castro en el mundo hispano.

España es la puerta al Nuevo Mundo, como descubrieron sus marinos hace casi 500 años. La más alta creación de Madrid fue el imperio perdido, e incluso actualmente sus colonias mantienen lazos intangibles con Castilla. Estos lazos trascienden las ideologías. La España fascista no abandonó a la Cuba comunista, a pesar de que pudiera conllevar el boicoteo norteamericano, y la España democrática no abandonará a la Nicaragua marxista.

Entonces, ¿por qué Felipe González no se compromete constructivamente con la diplomacia centroamericana? Él quiere unirse a la búsqueda de una solución política. Habiendo conocido la España de Franco, entiende bien el sufrimiento de la Nicaragua somocista. Y los españoles no necesitan que les den lecciones sobre el hábito americano de hablar píamente de libertad mientras hacen negocios con caudillos: el tratado de 1953 estableció las bases norteamericanas con las que España quiere ahora terminar.

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Pero Felipe González también entiende muchas más cosas que los sandinistas. Ellos ven las elecciones libres como una concesión al enemigo, y él las ve como un trámite obligatorio para acceder al poder; ellos equiparan los principios norteamericanos; con la hipocresía, y él se aferra a la lógica confusa de tener a un rey como garante de la democracia española; ellos ven la diplomacia como un juego moral, y él como un toma y daca, y cierra un trato para hacer que su pueblo acepte la permanencia en la OTAN. ( ... )

Nueva York, 11 de mayo

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