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Violencia y contestación sin precedentes durante la visita del Papa a Utrecht

Andrés Ortega

Una manifestación alternativa contra la visita del papa Juan Pablo II a Holanda terminó ayer en la ciudad de Utrecht con escenas de violencia nunca vistas durante un viaje pontificio. Por otro lado, a pocos metros de distancia, el Papa tuvo que escuchar críticas contra sus posturas en diversos materias, como el control de natalidad, la teología de la liberación o el celibato de los sacerdotes, lanzadas por representantes de grupos a quienes recibió el Pontífice polaco

, Probablemente nunca Juan Pablo II había escuchado -y de boca nada menos que de sor Teresini Metternich, presidenta de la Asociación de Religiosos de los Países Bajos- que su lugar "está al lado de las víctimas del orden y de la violencia".La manifestación alternativa congregó entre 2.000 y 4.000 jóvenes -y no tan jóvenes- en el centro de Utrecht, ciudad que visitó el Papa ayer. Una pancarta con la inscripción "Ecce Horno (sexual)" se veía acompañada de otra que indicaba que "también los homosexuales tienen padres y madres" Feministas, punkies, ácratas y tamborileros con una "percusión contra el Papa", disfraces -un joven vestido de obispo que encendía un porro a la vez que fingía bendecir-, lesbianas que se besaban y figurantes de papas y papisas, fueron las notas de la manifestación.

Fue al final del recorrido y de la hora legal de esta marcha autorizada cuando la policía pidió que se disolviera. Algunos manifestantes tiraron piedras. Unos 80 policías cargaron con fuerza contra la cabeza de la manifestación y hubo varios heridos. La batalla callejera duró unos 40 minutos y se produjeron varias detenciones. Según los observadores, no se recuerda un espectáculo así en los 26 viajes de Carol Wojtyla. Para hoy -fecha en que se cumplen cuatro años del atentado contra Juan Pablo II-, la organización Pax Cristiana ha convocado una manifestación en La Haya con ocasión de la visita del Papa al Tribunal Internacional de Justicia.Ayer en Utrecht había algo más de gente, pero no mucha, para recibir al Papa, a veces con silbidos, con gritos de "Papa, go home". Por el camino, una botella, dos latas y dos huevos fueron lanzados desde la muchedumbre contrapapamóvil, aunque sin alcanzarlo.

En Holanda, el Papa no consigue movilizar a las masas. Algunos obispos se quejan de las excesivas medidas de seguridad, que, según ellos, han alejado a la gente.

En un comunicado, la Federación de Sindicatos. Holandeses, que cuenta con 900.000 afiliados y que es fruto de una fusión entre organizaciones católicas y socialistas, criticó el mensaje social y de paz del Papa, "que no concuerda a menudo con la realidad social de los países del Tercer Mundo".Considera este sindicato que mientras el Papa critica el marxismo no cuestiona "los efectos inhumanos del capitalismo y de la ideología de la seguridad nacional". La federación criticó además la condena papal a la teología de la liberación y al recurso a la violencia en los países sometidos a dictaduras.

Los sindicalistas deploraron el apoyo abierto de Juan Pablo II a la oposición llevada a cabo en Nicaragua contra el régimen sandinista, y criticaron al Papa por su prohibición de los anticonceptivos y del aborto.

Algunas de las críticas fueron expresadas de viva voz durante el encuentro que mantuvo Juan Pablo II. A pesar de que éste no ha querido recibir a los católicos progresistas oficiales de Holanda, algunos de los católicos a los que escuchó no se mordieron la lengua. Así, Hedwig Basser, presidenta del Consejo de Obras Misionales de Groningen, recordó, en unas palabras no previstas, a la "antigua comunidad cristiana en la que a hombres y mujeres, casados y no casados, se veían atribuidas tareas, incluso de dirección".

Por su parte, los misioneros católicos holandeses insistieron ante el Papa en el ecumenismo de sus misiones e hicieron hincapié en las comunidades de base y en la adaptación de su actuación a las realidades culturales, sociales y económicas de cada, país.

La respuesta pontificia fue que "la misión evangelizadora de la Iglesia no podría reducirse a la sola acción de ayuda socioeconómica o confundirse con ella". Y en cuanto a las comunidades de base, Juan Pablo II dijo al recibir a un grupo de trabajadores parroquiales: "Un peligro amenaza a estas nuevas comunidades, a saber: que se consideren como el único modo de ser de la Iglesia".

Juan Pablo II continuó insistiendo en la unidad de la Iglesia y en el valor de la familia, y de nuevo habló de la "cultura de la vida en una condena del aborto.

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