Picosdeoro
Ahora que vamos a ser definitivamente europeos, vencida ya toda tentación de integrarnos en el Pacto Andino o retomar al Gran Magreb, convendría que hiciéramos algo para poner a la altura de la circunstancia, entre otras cosas, el lenguaje de nuestros líderes políticos. Porque nuestros mandos naturales no tienen una oratoria muy presentable que digamos en los foros europeos, y su léxico, algo rupestre y tabernícola, resultaría difícilmente trasladable a los cultos oídos de los descendientes de Shakespeare, Goethe, Dante y Montesquieu.¿Se imaginan a las esforzadas traductoras simultáneas buscando sobre la marcha versión fiel, con rima chocheante, del "con esto y un bizcocho, esta noche me emborracho", que largó el Gallardón, más chulo que un ocho, cuando le tocó el tocomocho de la sentencia sobre el aborto? Con el verbo trincar tendrían serias dudas entre sus resoríancias erótico-coloquiales, cinegéticas y carcelarias. Ante el boñiguillo verbal ciscarse, que todavía perfuma el camino parlamentario de don Santiago, se les harían cisco las pituitarias. Y se les pondría la carne de gallina al escuchar a Fragantúa amenazar con comerse a su oposición cruda.
Uno ya ve a los refinados diputados del Parlamento Europeo asimilando expresiones, difícilmente traducibles, cuales "hay que poner los cojones sobre la mesa", "si me dan en la espinilla yo arreo más arriba", "el AES es una bajada de pantalones del Gobierno", "nos hemos bajado los pantalones al extremo", "que se meta el cargo en el culo", "me paso por la entrepierna las sanciones"... Creerían que nuestros representantes habían ido allí a hablar de nalgotráfico o de amore, en vez de política, y que habían tomado el foro de Estrasburgo por el forro de sus esos.
Hay que hacer algo, digo, para que nuestros crisóstomos superen sus fijaciones anales y escatológicas, al menos en los dichos. Castigarlos a asistir a las sesiones de la Academia de la Lengua (cuando no esté Cela), matricularlos de oyentes en Filosofía y Letras, o inscribirlos en la Asociación de Amigos de la Palabra Culta y las Buenas Costumbres. Y si ni aun así se enmendasen, nos reservaríamos el derecho a mandarlos, con Demóstenes, a hacer gárgaras.
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