Grandeza y miseria del poder sagrado
La polémica en torno a la figura de Leonardo Boff le sirve al autor de este trabajo para explicar la ambigüedad del poder sagrado. En su opinión, la burocratización de la Iglesia católica es un obstáculo para la puesta en práctica de algunos puntos del Concilio Vaticano II y supone, a la postre, un camino de involución.
El reconocimiento del derecho a la libertad religiosa fue un fruto maduro que la Iglesia católica cosechó en el Concilio Vaticano II para sí misma y para la humanidad. De puertas adentro, el mismo concilio también reconoció a la masa de los fieles un protagonismo ausente hasta entonces en una teología y praxis eclesiásticas contagiadas por la tradición imperial romana, por la teocracia medieval y por la teoría del derecho divino de los reyes. Pero la involución ya es tópica en la puesta en práctica de este como de otros puntos del concilio.A mi entender, la burocratización de las iglesias -que implica el casi monopolio del poder sagrado por sus más altos funcionarios- es el principal obstáculo tanto en la vía del reencuentro ecuménico como en el diálogo real y fructífero de estas iglesias con las culturas contemporáneas. Y en pocas de las iglesias cristianas el grado de burocratización y monopolio alcanza las cotas de la Iglesia católica.
Creo que fue Avery Dulles quien, en un artículo en Theological Studies, en los años setenta, afirmaba que la verdadera Iglesia de Cristo seguía siendo reconocible allí donde se reuniesen en plenitud no tanto un depósito doctrinal y teórico cuanto las características de unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad. La conclusión que, a mi parecer, fluía era que la cuestión del primado de aquella Iglesia que presidiese a las demás en caridad no podía zanjarse en base a consideraciones históricas, siempre de relativo valor, sino a partir de una comprobación empírica en cada momento histórico. La fidelidad al mensaje de Jesús no podía reducirse o ser secundaria a unos títulos de legitimidad siempre discutibles.
La lectura del artículo de J. M. Martín Patino Grandeza y miseria de Leonardo Boff (véase EL PAÍS del pasado 4 de abril) me ha hecho reflexionar de nuevo sobre temas tan cruciales como la naturaleza del carisma simple y de oficio, la relación del cristianismo con las culturas contemporáneas y otros, todos ellos conexos y aludidos en dicho artículo.
La estructura del discurso de M. Patino patentiza un esfuerzo de equilibrio, reflejo del que, a juicio del autor, existe entre los polos católico y cristiano, religión y fe, institución y carisma, centro y periferia. Por parecerle que no tienen en cuenta esa realidad dialéctica, el articulista contradice a quienes piensan que Boff "ha sido fulminado por una especie de furor centralista del Vaticano".
Ahora bien, a poco que analicemos con cuidado el texto de M. Patino, descubrimos que su equilibrio sólo afecta a la pareada o dialéctica presentación de sus juicios -como cuando repite los enunciados abstractos de las oposiciones polares mencionadas-, mientras que el sentido de su discurso se decanta hacia una toma de partido por el polo romano.
Roma recuerda a Boff, según M. Patino, que ella es la intérprete genuina en el discernimiento de los carismas. El articulista se limita a mencionar este "núcleo peligroso" para la fe, que Boff echa en olvido, sin tener de nuevo nada que comentar sobre el mismo. Por eso resulta sorprendente que a M. Patino la condena del libro de Boff pueda parecerle una "bipolarización enriquecedora" o simplemente una contribución a la misma. Sirva el último párrafo de M. Patino como respuesta a cualquier duda sobre su postura: "La recepción de la verdad (el subrayado es mío) romana no tiene por qué (...) ser suplida por improvisaciones, reduccionismos y aventuras, mucho más ideológicas que verdaderamente teóricas". ¿A quién se refiere M. Patino en esta última oposición dialéctica con que cierra su visión del equilibrio entre la grandeza de Boff (su sumisión crítica al magisterio de Roma) y su miseria (los peligros de su libro para la fe)? Como en Roma, al parecer, no son posibles ni el error ni el abuso, sólo cabe concluir que el artículo dé M. Patino, más que una pieza dialéctica que aclare y tienda a la superación de las fricciones existentes, es un botón de muestra del discurso ambiguo con que los monopolizadores del poder sagrado proclaman en abstracto la importancia de los carismas mientras en concreto la niegan, especialmente cuando denuncian su monopolio. Quienes piensen que ésta es una cuestión que sólo concierne a los católicos pueden reflexionar sobre el triángulo Gobierno de Nicaragua-Reagan-jerarquía conservadora de Nicaragua (apoyada por Roma), así como sobre las consecuencias del conflicto de valores entre una organización autoritaria como, la católica y la sociedad democrática a la que aquélla pretende contribuir.
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