_
_
_
_

Música, trabajo y mística

"La música es fundamentalmente trabajo, un trabajo constante, cotidiano". Cuando la apolillada estética del carisma vuelve a cundir en cierto comercio del arte, conforta recordar esta afirmación, sencilla, pero firme, de Amando Blanquer.Ese entendimiento de la música como trabajo conlleva el aprecio de los instrumentos, un aprecio no sólo afectivo -el natural regusto de los timbres", debussyano y mediterráneo-, sino estructural. "Básicamente", ha dicho Blanquer, "mi música viene inspirada por el instrumento que la articula. La idea nace palabra y la palabra tiene timbre".

Franciscano y guru, ornitólogo y místico, las paradojas hacen de Olivier Messiaen el pedagogo perfecto, que libera cuando enseña. De su pedagogía dan fe los Cuatro preludios para piano, de Amando Blanquer, que Mario Monreal estrenó en el Ateneo de Madrid el 8 de abril de 1976.

Más información
Amando Blanquer: "Hay que hacer música desde dentro"

Blanquer alude al poeta Joan Valls como estimulador de esta producción: pero las razones musicales sobreabundan las razones poéticas. Los preludios son cuatro y llevan, como los de Debussy, anotaciones poéticas en la lengua de la tierra, metáforas de la música.

L'etern clarobscur -El eterno claroscuro- apela a los ritmos que Messiaen llama "no retrogradables", es decir, aquellos cuya retrogradación es idéntica a ellos mismos, por su simetría en el tiempo. Son ritmos interiormente recurrentes que Messiaen ha aprehendido en la devota escucha de sus amigos los pájaros de los cinco continentes, como franciscano cosmopolita. Son cláusulas al modo de la ars antigua que, por introvertidas, detienen el tiempo. Blanquer halla maravillas en ese dominio y no teme bordar ritmos de adición -los tradicionales son ritmos de división-, con la consiguiente complejidad de escritura.

Una complejidad que hace más secreta e intensa la belleza de estas piezas inscritas en la mejor literatura del piano moderno.

El estilo / percusión del piano de Prokofiev se insinúa en Impression estival -el segundo preludio-, menos descriptivo de lo que el título sugiere, si bien episódico, con brutalidades y ternuras alter nadas, pero estalla en lo último, aquell mon de joguina verdadera toccata que hace del recuerdo infantil un manifiesto de enfant terrible. Pero la cumbre de esta obra esencial bien puede ser el tercero de los preludios, Averany de la nit un título, como observa Monreal, amoroso y místico. Éste a modo de coral certifica a Blanquer como buen heredero de una tradición cuyos nombres -algunos- son firmes jalones del firmamento musical a través de siglos de cultura occidental: Bach-Franck-Messiaen. Averany de la nit es obra, a no dudarlo, de un músico.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_