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El pintor Vicente Rojo presenta en Madrid la obra vanguardista de "un mexicano autodidacto"

La exposición de pinturas de Vicente Rojo, que se presentará el próximo día 30 en las salas Picasso de la Biblioteca Nacional de Madrid, coincidiendo con las de otros grandes creadores mexicanos contemporáneos, la pintora Frika Kahlo y el fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, supone la primera oportunidad de enfrentarnos con una visión exhaustiva de la obra de un "mexicano autodidacto" representativo de la generación que en la segunda mitad de los cincuenta asumió el compromiso de enfrentar a las prolongaciones académicas del muralismo una alternativa próxima en sensibilidad al debate internacional de la vanguardia.

Vicente Rojo, mexicano autodidacta, como gusta definirse, nació en Barcelona en 1932. Tras un breve período de exilio en Francia al concluir la guerra civil, interrumpido con un retorno a España por motivos familiares, se trasladaría finalmente a México en 1949 para reunirse con su padre, refugiado allí como tantos otros componentes de la España republicana.Su formación artística se iniciaría con las enseñanzas de otro compatriota exiliado, el pintor Arturo Souto, una de las figuras principales de la vanguardia histórica gallega de los treinta. "Fue un encuentro decisivo. Tras un primer intento de formación en la escuela de La Esmeralda, que fue una experiencia insatisfactoria, Miguel Prieto me aconsejó que asistiera a las clases de Souto. Estuve con él dos años. Ambos éramos tímidos, retraídos, por lo que la nuestra fue una relación marcada fundamentalmente por grandes silencios. Pese a mi entusiasmo, yo entonces me encontraba perdido. No tendríamos más de tres o cuatro charlas sustanciales en todo ese período, pero para mí fueron fundamentales para descubrir lo que era realmente la pintura".

Junto a Souto, de nuevo un español, Miguel Prieto, sería el maestro que iniciaría a Vicente Rojo en otra faceta clave de su vida creativa, la del diseño tipográfico. Durante dos décadas, con Prieto en la de los 40 y Rojo en la siguiente, México debe a ambos artistas una renovación radical en el campo del diseño que dejará una notable escuela. "Bajo el ejemplo de Prieto asistí a todo un período de auge cultural muy fuerte, ligado inicialmente a los círculos de intelectuales republicanos españoles, que generó el nacimiento de numerosas revistas, suplementos y editoriales. En ese contexto se sitúa mi vinculación a México en la cultura, el suplemento de Novedades que dirigía Fernando Benítez, en el que entré de la mano del propio Prieto y al que sustituí finalmente a su muerte. Para mí el campo del diseño supuso desde el principio un medio de supervivencia económica, algo que sentía también como un seguro que preservaba a mi pintura de las posibles imposiciones de los circuitos comerciales. Por otra parte, puede que incluso el trabajo como diseñador haya ejercido una cierta ayuda en la evolución de mi trayectoria pictórica. Mi interés básico por el empleo de sistemas, de estructuras muy elementales, tiene relación en el diseño con una búsqueda semejante, una necesidad práctica más directa de recursos que conduzcan a la claridad, la precisión y la eficacia, una mecánica que me ha servido posterior mente a la hora de pintar".

Geometría impura

La pintura de Vicente Rojo se ha caracterizado desde siempre por la huella de una raíz esencial de corte constructivo, un impulso que, en cierto modo, puede rastrearse incluso en su etapa inicial figurativa, tempranamente abandonada a favor de la abstracción. "En cierto modo, ese es el motor que orienta mi modo de pintar. Pero, salvo excepciones puntuales, parto siempre de una geometría impura".Su trabajo ha dejado siempre traslucir una tensión entre elementos contrarios (construcción, materia, desarrollo de una estructura que finalmente se rompe), una oscilación continua entre orden y destrucción que con el tiempo se sumerge para discurrir por senderos más sutiles. Esa contención se inicia a mediados de los sesenta, por medio de un constructivismo más depurado y una contención radical de la gama de color.

Limpieza interior

"En 1964 experimenté la necesidad de iniciar un período de reflexión, de limpieza interior, a partir del análisis de un hecho que, a diferencia de la pintura, venía dándose en mis dibujos desde años atrás: la aparición constante de una geometría radical. Junto a la depuración en los elementos de la composición, que de hecho nace sin apenas referencias culturales concretas a la tradición del constructivismo, se da entonces un fenómeno de economía semejante en el empleo del color que respondía bastante a mis necesidades en dicho momento".Desde ese punto su trabajo comenzará a desarrollarse por series, por ciclos. que exploran a partir de un terreno acotado. Surgen así descubrimientos como el del desempleo del formato cuadrado o el signo T que dará origen a su serie Señales. "En ocasiones se le ha atribuido a mi trabajo un cierto trasfondo de componente simbólico, pero eso es algo que no comparto. Siempre he empleado los signos con una finalidad estrictamente plástica, formal, del mismo modo que he entendido en todo momento el cuadro como una superficie plana, sin intención alguna de buscar en ella un efecto de profundidad. Eso mismo ocurre con el empleo que di al signo T y que supuso en el setenta un nuevo proceso, de depuración. Partía allí de un elemento muy simple, el mero cruce de una vertical y una horizontal, que me permitía a la vez una gran libertad y el encuentro de una nueva tensión, y en el que, en cierto modo, se revivía mi interés por la composición triangular".

Con todo, ese proceso irá introduciendo elementos de progresiva complejidad, tanto a nivel compositivo como de color y ejecución, que cristalizarán en la serie México bajo la lluvia, que ha centrado su labor en estos últimos años. "Con las lluvias me sentí en disposición de introducir más colores, una gama que considero más viva y, en cierto modo, más mexicana. Existe también la intención de crear ecos que aluden a formas y motivos de origen prehispánico, así como de toda una tradición decorativa popular de naturaleza más urbana que rural. Por otra parte, existe también en ella, en ciertos casos, un deseo de homenaje a esa fabulosa intimidad de las obras de Klee. Mi relación con los pintores que admiro no siempre se hace evidente en la obra. Así, puede resultar paradójico que mi paradigma actual sea Morandi y que su ejemplo suponga para mí una meta".

Pese a sus orígenes españoles Rojo se siente plenamente integrado en el contexto mexicano. "Me formé desde un principio en México, y nunca me sentí extranjero Rápidamente me asimilé al círculo de pintores mexicanos de mi generación, que planteaban allí una ruptura fundamental. Algo mayores que yo y con personalidades más definidas fueron, de algún modo, compañeros y maestros. Eso es algo que, pese a la diferencia en nuestros caminos respectivos, puedo reconocer que figuras como las de Gironella, Caireles o Cuevas. Yo ya me siento un producto de la cultura de ese país. Cuantas más veces visito España más se afirma mi sensación de se un pintor cien por cien mexicano y como tal vengo en esta ocasión"

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