La orquesta de la BBC estrena el concierto de Robert Gerhardt
La inclusión en el ciclo Año Europeo de la Música de la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE), con Edmon Colomer -el pasado día 17-, alcanzó niveles de excelencia tanto por las versiones del maestro catalán, secundadas puntualmente por los instrumentistas, cuanto por la espléndida, imaginativa, clara y expresiva interpretación del tercer concierto de Beethoven, en la que Josep Colom se hizo aplaudir largamente. La Fantasía sobre un tema de Tallis, de Vaugham Williams, y la Octava sinfonía de Dvorak confirmaron, una vez más, la acertada frase de Cristóbal Halffter sobre el valor y la significación de la JONDE: "El futuro ha comenzado".
La orquesta de la BBC
Año Europeo de la Música
Orquesta Sinfónica de la BBC. Director: J. Pritchard. Obras de Chabrier, Coria, Beethoven, Shostakovitch, Strauss, Gerhart y Brahms.Teatro Real. Madrid, 22 y 23 de abril.
Los dos conciertos de la Sinfónica de la BBC dirigidos por John Pritchard (Londres, 192 1) en el Teatro Real -mientras López Cobos dirigía en Bilbao la Sinfónica de Londres- eran esperados con gran interés: el que se deriva de la conocida categoría de las formaciones británicas, que en el caso de la BBC se abre a la práctica de la música contemporánea. El director Pritchard, músico de larga experiencia y sólida formación, suficientemente conocido a través de muy buenas grabaciones discográficas, no me parece un imaginativo. Tiende a la brillantez y a un rigor excesivo que enfría versiones como la de la Octava sinfonía de Beethoven, la Cuarta de Brahms y hasta Don Juan, de Strauss, en tanto la Marcha alegre, de Chabrier, sonó virtuosista, pero un poco gruesa y con más brochazos que pinceladas.Distintas fueron las cosas en la Sinfonía nº 11, de Dimitri Shostakovitch, quizá porque en obra de sus características, una vez conseguida con gran calidad la ejecución, queda menos por hacer que en otros casos. La música que se esconde entre las notas es de menor cuantía, y Pritchard prácticamente se detiene allí donde las notas terminan. Se trata de una pieza dedicada a la revolución rusa de 1905, y, a decir verdad, el realismo socialista adopta en ella un talante equívoco, como si esa suma larga de mural y meditación elegíaca encerrase tina carga distinta de la que aparenta, lo que, si hacemos caso del libro de Vollov, tomaría la presunción en certeza. Incluso podría haber evocado Shostakovitch el alzamiento húngaro de 1956. En cualquier caso, haremos bien en considerar esta y otras obras del compositor soviético en sus puros valores musicales, pues las motivaciones se evaporan con el tiempo, trátese del Palacio de Invierno o del mismísimo Napoleón. Difícil será, al hacer historia de nuestro tiempo musical, orillar el fenómeno Shostakovitch, estrechamente enlazado con antecedentes y consecuentes precisos y fácilmente conectable con otras expresiones culturales del país del frío, anteriores y coetáneas al régimen comunista. Baste un dato: la obra de Shostakovitch gozó siempre de especial éxito en el Reino Unido y Estados Unidos, antípodas políticos de la Unión Soviética, quizá porque ofrecía a las clases conservadoras abundoso abrigo frente a las vanguardias. Hay que señalar el acierto de la sintética y bien informada nota de programa de Pérez de Arteaga.
Estupendo gesto el de los músicos de la BBC al programar cada día una obra española, aunque en el caso de Robert Gerhardt nos repartamos con el Reino Unido la nacionalidad de un músico que vivió y murió en Inglaterra, a partir de la guerra civil, pero que no olvidó a su Cataluña natal.
El Concierto para orquesta data de 1965 y fue compuesto por encargo del Celtenham Festival. La herencia del discípulo de Schönberg aparece con tanta claridad como afán innovador. Obra excelentemente construida, de una instrumentación muy rica, en la que el timbre funciona en un sentido estructural y con nulas concesiones a la expresividad sentimental, queda muy lejana de los anteriores conciertos orquestales de un Bartok o un Lutoslawski, y más próxima a algunos de Petrassi o a las Matábolas, de Dutilleux, prácticamente contemporáneas de la obra de Gerhardt. Esto es, Gerhardt da -en la invención, en las organizaciones formales, tímbricas y temporales- con soluciones clasificables dentro del schöbergismo mediterráneo, matrimonio que tan poco gustaba a nuestro Conrado del Campo. La magnífica versión (Pritchard es ideal para pentagramas así) puso en claro el mérito importancia y esquiva pero real belleza de la página, que debiera figurar en el repertorio de nuestras orquestas.
Con total acierto fue abordado el Intermezzo, que Miguel Ángel Coria escribió en 1981 por encargo de la Orquesta Nacional, aforístico, preciso y comunicativo.
Babelia
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