Deshojando a Pangloss
Portentoso imán de adjetivos, cualquier manifestación sobre la personalidad de Ernesto Sábato -desde el ditirambo a la calumnia- contribuye a engordar su henchida fama. En tal sentido se ha llegado a suponer que "quizá (el cultivarla) sea su genuina, su íntima profesión". Modestamente, él reconoce apenas: "A menudo se dice de mí que soy candoroso". Como hemos llegado tarde al desguace de Sábato, orbitaremos durante unas pocas líneas en torno a su magnetismo al tiempo que intentamos vislumbrar, entre la hojarasca de epítetos, la conducta cívica de este argentino de ley. Pero el propio Sábato nos ha lanzado un adjetivo: candoroso. Es una margarita entre tantas ortigas que trataremos de deshojar en la medida de nuestras posibilidades. Al primer pétalo le preguntaremos: ¿en lo político, con quién está Sábato? Y así sucesivamente."Yo soy un escritor. No soy un político, no pertenezco a ningún partido, aunque sí milité en mi juventud", responde el autor de El túnel, y explicita: "Vinieron acontecimientos muy fuertes que me apartaron (de su pasión juvenil por la pintura), y sobre todo mi actividad primero anarquista y luego comunista, durante cinco años. Fui miembro de las juventudes comunistas". Abandona las huestes de Stalin cuando empezaron los procesos de Moscú: "Me confirmaron las graves sospechas que ya venía sintiendo. Yo debía ir a Rusia, por dos años, pero cuando tomé la decisión (de apartarse del PCA) estaba en un congreso contra la guerra y el fascismo, en Bruselas. Entonces me escapé a París...".
Si los procesos de Moscú lo impulsan a huir en vez de comprobar in situ la realidad soviética, el vértigo por Hiroshima y Nagasaki no le impide frecuentar más tarde universidades norteamericanas. Pero hay una evolución y durante la desastrosa aventura militar en las Malvinas -que Sábato reivindica procurando separar las intenciones oportunistas de la Junta Militar de las legítimas reivindicaciones del pueblo argentino- se lamenta: "Estamos solos, se nos acaban los misiles", y pierde la compostura: "¡No más, al menos a personas como yo, no más me hablen de Estados Unidos!"
El informe
Ocurre que Sábato abomina de los "dos imperialismos" porque está "demostrado que ni el capitalismo ni el comunismo resuelven las necesidades del hombre".En 1982, Sábato opina: "La represión (de la Junta Militar argentina), con haber sido brutal como fue, se limitó a algunos miles de personas. Hay oficialmente, según las cifras del comisariado de las Naciones Unidas, alrededor de 10.000 desaparecidos entre 27 millones de argentinos". Esto le parece "un porcentaje atroz, pero ínfimo", y afirma que ese drama "no es un problema político, como se suele argüir, sino un problema ético y religioso aún".
Sábato cree que en Argentina hay militares "que son inocentes" y confía que para castigar a los culpables de ese "atroz, pero ínfimo" porcentaje de desaparecidos hay que "recurrir a los tribunales ordinarios, según la Constitución nacional, y confiar en ellos". Nadie diría, después de haber leído cualquiera de sus tres novelas, que Sábato fuera capaz de un optimismo tan candoroso; nadie hubiera creído que, tras reivindicar la irracionalidad hasta el hastío, redactara un informe que condena el horroroso fruto irracional de los militares argentinos.
Sábato sabe que "muchos de los responsables de la represión están libres y, además, bien armados", y que "en dos o tres oportunidades hemos recibido amenazas muy fuertes y reiteradas", pero en muchas ocasiones ha demostrado cabalmente su encomiable valentía, cuya cúspide fue quizá aceptar la presidencia de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Es valiente y sabe también 1o que significa tener coraje y, perdón, cojones".
Por tanto, ante la probada valentía cívica de Sábato, caballeros, no cabe más que invitaros a un gesto: chapeau.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.