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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cinco días después

CUANDO AÚN duran la indignación y la sensación de impotencia que provoca un crimen tan horrible como el cometido el sábado pasado en el restaurante El Descanso, es necesaria una reflexión sobre fenómenos que están apareciendo en los últimos tiempos, no sólo en España, sino en diversos países europeos, y que parecen definir un tipo de terrorismo diferente al que hasta ahora conocíamos; no ligado a los problemas concretos de los países donde se produce, utiliza varios Estados de Europa occidental -Francia, Italia, y ahora parece que España- como teatro de operaciones y como caja de resonancia de conflictos que tienen su razón de ser a miles de kilómetros del lugar.En los últimos tiempos se observa un cierto retroceso del terrorismo de ETA en España; el debilitamiento de las Brigadas Rojas en Italia era más obvio; el terrorismo corso se manifiesta menos en Francia. En cambio, otros actos terroristas espeluznantes han ocurrido, con un grado de barbarie sin límites, en cines, sinagogas, restaurantes, lugares públicos. Y los observadores coinciden en señalar que la resurrección de las Brigadas en Italia es ficticia y se inscribe en la agresión terrorista intemacional; no es en realidad un verdadero regreso de las Brigadas. Este terrorismo, en muchas ocasiones, ni siquiera golpea a los definidos como enemigos, a dirigentes, a gente significada, sino a símbolos más o menos ligados a la causa que se invoca; con amalgamas caprichosas, que causan víctimas totalmente inocentes, cuyo sacrificio no tiene absolutamente ninguna relación con las cuestiones que luego se invocan por voces anónimas como justificación del crimen.

Al crimen, al horror se une la ausencia de la más mínima lógica. ¿En qué puede influir la matanza de ciudadanos españoles que cenan tranquilamente en Madrid respecto a la resistencia contra la ocupación israelí, o sobre la mayor expansión de las ideas islámicas? No pretendemos con ello atribuir sin duda raíces de ese género a las redes que han realizado el atentado de Torrejón, pues no existen por ahora pruebas concretas de que ello sea así. Pero en todo caso hay manos que mueven los hilos, y casi con toda seguridad son manos de fuera de España.

¿Existen hoy en España cuestiones políticas que se pueden relacionar, aunque sea indirectamente, con el atentado de El Descanso? Quizá la falta de información explica la sordina evidente que el Gobierno ha pretendido poner a un atentado de esta naturaleza. Acostumbrados a ver la aglomeración de ministros y autoridades en los sepelios de las víctimas de ETA, la serenidad teñida de frialdad con la que el Ministerio del Interior y el Gabinete en pleno han reaccionado ante lo sucedido en El Descanso sugiere sobre todo una ignorancia mayúscula. Parece que el Gobierno no sabe frente a lo que se halla y que se siente en cierta medida cómodo con la reivindicación hecha en Beirut por fundamentalistas islámicos. No negamos que esta reivindicación no responda a los hechos. En cualquier caso, esperamos que la policía sea capaz de aclarar algo más. No resulta admisible que cinco días después del atentado la única pista fiable conocida sea la que los propios asesinos voluntariamente ofrecieron: una llamada telefónica.

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Y, puesto que parece fuera de dudas el carácter internacional que tiene este terrorismo, es preciso acordar medidas, formas de información y de lucha internacionales. Sorprende que en ese orden las cosas hayan ido tan lentamente. El Gobierno español planteó reiteradamente la cuestión, en una etapa en que la zona casi franca de que disponía ETA en Francia constituía una preocupación primordial para nosotros. Ahora, si se confirma la utilización de España por redes terroristas extranjeras, esa necesidad de coordinación internacional no debe descuidarse: no vayamos a convertirnos también en santuarios del terrorismo ajeno.

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