La bulgarización de la minoría turca
Oficialmente no existen disidentes en Bulgaria. Los responsables de Sofía hablan, en todo caso, de exilados, considerados a veces como "delincuentes comunes" o, simplemente, "criminales". En el verano de 1984 fuentes occidentales informaron sobre varios atentados acaecidos en este país balcánico. Las autoridades lo negaron o, como mucho, admitieron que se trataba de "incidentes" o "crímenes comunes". A comienzos de marzo se produjo un atentado en el tren que une Burgas, en la costa del mar Negro, con Sofía, causando siete muertos, según medios diplomáticos occidentales. La versión oficial del caso utiliza sin más, como en las ocasiones anteriores, la palabra "inicidente".Si los disidentes internos no existen, ¿quién está detrás de esos incidentes o crimenes comunes? Las mismas fuentes que alertaron sobre los referidos sucesos señalan que se puede tratar de extremistas pertenecientes a la minoría turca, opuestos a su bulgarización.
A comienzos del presente año, la Prensa turca empezó a hacerse eco de informaciones procedentes de Bulgaria, según las cuales, decenas, incluso centenares, de personas resultaron muertas en incidentes entre quienes se resistían a aceptar voluntariamente cambiar sus nombres islámicos por eslavos y las fuerzas de seguridad búlgaras. Esas informaciones recogían supuestas ejecuciones sumarias de quienes se negaban a ello, el cierre de escuelas que enseñaban en turco y la anulación de las emisiones de radio y TV en esa lengua.
Bulgaria es un Estado homogéneo, que sólo reconoce una sola nacionalidad en su territorío. Concede, eso sí, ciertas garantías a la minoría turca, como escuelas en el idioma vernáculo o periódicos bilingües, entre otras.
Según la Prensa turca, el número de turcos en Bulgaria se acerca al millón de personas, que residen en regiones del sureste y noreste del país. Otras fuentes lo cifran en unas 800.000. Se trata de una minoría que supone casi el 10% de la población total del país y con una tasa de crecimiento demográfico muy superior a la de los búlgaros. Sofía teme que todo esto ponga en peligro la homogeneidad nacional, un tema que suscita gran sensibilidad en un país que ha estado sometido durante 500 años al dominio del imperio otomano.
En Turquía, las acusaciones contra Bulgaria saltaron de la Prensa al Parlamento, al Gobierno e incluso a la calle, cuando el pasado marzo unas 50.000 personas protagonizaron en Ankara la primera manifestación vista en Turquía desde 1980. El Gobierno turco decidió suspender los contactos deportivos entre los dos países y envió una nota de protesta a Sofía. El primer ministro turco, Turgut Ozal, ofreció negociar el tema con Bulgaria y acoger a todos los miembros de, la minoría turca.
Bulgaria ha replicado acusando a Ankara de intromisión en los asuntos internos. "No discutiremos sobre el tema con ningún Estado, porque ninguna parte de nuestro pueblo puede pertenecer a otra nación y no estamos dispuestos a convertir anuestros ciudadanos en moneda de cambio en eventuales negociaciones", declaró recientemente Dimitar Stanichev, secretario del Comité Central del Partido Comunista de Bulgaria.
Stanichev reconocía públicamente por primera vez la existencia del problema de la minoría y del contencioso abierto por el caso con Turquía. "Estarnos realizando desde finales de 1984 un proceso global y espontáneo para la recuperación de los nombres búlgaros y devolver a la familia búlgara a nuestros hermanos, a quienes fue arrebatada su conciencia nacional por siglos de dominación y lavado de cerebro de los conquistadores extranjeros", afirmaba Stanichev. Precisamente el próximo año se cumple el centenario de la unificación de Bulgaria, libre de Turquía y su liberación, gracias a la ayuda rusa, del imperio turco.
Sofía no ha revelado nunca las cifras de miembros de la mencionada y controvertida minoría, a pesar de que en 1965 se efectuó un censo. No obstante, fuentes oficiosas consultadas por este periódico las cifran entre las 300.000 y el medio millón de personas. Hay que tener en cuenta que en los últimos 30 años han emigrado a Turquía unas 300.000 personas de esa comunidad, en virtud de los acuerdos bilaterales entre ambos países.
Una fuente solvente explicó el problema de la siguiente manera: "La minoría turca vive en las zonas económica y culturalmente más deprimidas del país. Para superar esas diferencias les fueron concedidos una serie de privilegios en la educación, en su formación que no tienen el resto de los búlgaros". Lo que ocurrió después, según dicho interlocutor, "es que los ingenieros, médicos y técnicos forjados a costa de nuestro presupuesto prefirieron emigrar a Turquía para hacer allí más dinero que aquí". "Pero", añadió, "cuando los que querían irse no eran ya gente formada y especializada, Turquía cerró sus fronteras".
Por su parte, Soria acabó recortando las medidas para favorecer a la comunidad turca de Bulgaria. "Eso puede haber generado descontento, pero no del nivel en que lo está poniendo la Prensa occidental", señaló la misma fuente, que indicó cómo siete muftis, dirigentes relgiosos de esa comunidad, pudieron reunirse recientemente con periodistas extranjeros en Sofía y desmintieron las informaciones difundidas en el exterior sobre represiones y matanzas.
El caso polaco
En cualquier caso, el problema no es óbice para que los dirigentes búlgaros se sientan orgullosos de su estabilidad. Cuando en 1980 estalla la crisis polaca cunde el temor al peligro de contagio de esa explosión social a otros Estados del bloque socialista. En 1981 es sustituido el máximo dirigente de los sindicatos búlgaros, colocado al frente del Gobierno, el primer ministro, Grisha Filipov, depurados o encarcelados por corrupción altos funcionarios y, en fin, las reformas económicas reciben un impulso del que altora se están cobrando buenos frutos.
Costa Andreev, secretario del conseJo central de los sindicatos búlgaros, niega que esas medidas estén relacionadas con los acontecimientos de Polonia, "un país de una estructura económica y social muy diferente de la nuestra". "Para empezar", afirma Andreev, "la agricultura es privada en Polonia, y esto tuvo su importancia, en todo el proceso de la crisis polaca, ya que, hablando claro, los canípesinos contribuyeron a la misma desabasteciendo deliberadamente a la población de la ciudades".
Otro factor, según Andreev, está en la esencia misma del Partido Obrero Unificado de Polonia (POUP, comunista), "ya que cuando se produjo la unificación de las Fuerzas socialistas se mantuvieron demasiadas reminiscencias socialdemócratas". Una de ellas, según el dirigente sindical, es que en Polonia se empiezan muchas cosas y no se termina nunca ninguna".
Por lo que se refiere a la renovación de los mandos al frente del Gobierno y de los sindicatos, para Andreev se trata de una ley natural: "Es lógico que cuando surgen nuevas tareas y problemas se renueven los mandos. Es una constante natural, ya que nadie es eterno".
Cabo reseñar que el máximo dirigente búlgaro, Todor Jivkov, está al frente del poder desde 1954, récord sólo superado en los países socialistas por el recienternente desaparecido dirigente de Albania, Enver Hoxha. Cuando se plantea en Soria si esa citada ley natural tenía una excepción responden que la larga permanencia de Jivkov puede resultar ventajosa: "Así nos ahorramos luchas por el poder".
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