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Denia

Manuel Vicent

¿Por qué iba a llorar un Cristo en Denia, con el buen clima que hace? Ahora los naranjos están en flor, el sexo revienta por todas partes, la gente come paella y los veleros navegan sobre un mar sonrosado. No se ve en el horizonte un solo motivo para las lágrimas. ¿Cómo puede llorar un Cristo en Denia, donde los jazmines huelen con una profundidad tan suave? La naturaleza germina en medio de un bullicio de insectos, en los restaurantes sirven langostinos de primera calidad, de noche las ranas cantan a la luna, el sol se convierte en superficie de todas las cosas y por esta comarca hasta el más tonto lleva una longaniza en la boca.Dios siempre se había comportado en Denia como un buen turista alemán. Cada temporada se le hacía firmar en el libro de visitantes ilustres y por su parte parecía aceptar gustosamente las reglas de este paraíso: no molestar, no alterar la siesta de nadie, no tomar ninguna iniciativa, dejar que la cadencia de las dulces horas se pose en el corazón. Pero últimamente una curandera de origen castellano ha importado a esta tierra una réplica del Cristo de Limpias que hace unas gracietas tenebristas. De pronto, sin razón aparente, esta imagen se pone a sudar como un botijo. Ciertos días de la semana, en jornada corrida, derrama por los ojos un líquido bermejo de dolor mientras por el contorno el azahar estalla, los pájaros comienzan a hacer los nidos y brotan llamaradas de buganvillas. No digo que se trate de una superchería, sino que este número no encaja en el paisaje. Está muy bien que un Cristo llore en Castilla, donde no hay limoneros ni arroz abanda. Motivos no le faltan. En el altiplano la desgracia es una filosofía, el secano se riega con la sangre licuada de San Pantaleón. Pero en Denia no existe la costumbre de sufrir fuera de¡ misterio de la propia naturaleza. El mito de la muerte y de la resurrección está unido al destino de los frutales. Aquí las aves migratorias son jóvenes escandinavas y el Cristo de Limpias no tiene lugar. Sus lágrimas, que son de tierra adentro, pueden acabar con nuestra tradición de felicidad momentánea. En Denia se quiere a los cristos, vírgenes y santos sonrientes. Después de la recolección de naranjas y turistas ellos también pueden participar en la fiesta de moros y cristianos.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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