Energía y humor
A. O.Precisión y rigor son dos rasgos que caracterizan a Jacques Delors, el hombre que lleva desde el pasado 7 de enero con mano de hierro los destinos de la Comisión Europea. Humor se dice que tiene, y que lo que pasa es que algunos no lo entienden. Como en esa mala noche del 13 al 14 de marzo, en el que dijo algunas cosas que el propio Fernando Morán calificó de rarísimas.
En la euforia del éxito europeo, todo parece haber quedado olvidado en esa mala noche, de la que no le preguntamos, por un mínimo de cortesía, pero a la que directamente, con toda cortesía, él se refirió con una cálida sonrisa. Pues el Delors con el que hablamos es el arquitecto de la nueva fórmula sobre los PIM que finalmente llevó a Grecia a levantar el veto sobre la adhesión ibérica. Es el Delors que cree en un futuro de la Comunidad que ahora parece más brillante y sobre el que presidirá durante cuatro años, cuatro años de los que tres, es de esperar, serán con España y Portugal en el seno de la institución.
Se le ha criticado en la propia Comisión por llevar esta presidencia de un órgano colegiado como si fuera la de una república imperial. Entre la Prensa no han sido bien acogidas las medidas estrictas que ha tomado para evitar las famosas filtraciones. Pero no lo ha conseguido. Pues por algo el edificio de la Comisión Europea está arquitectónicamente pensado como un libro abierto.
A sus 57 años, Delors ha llegado a este cargo con una gran reputación internacional, creada desde la cartera de ministro de Finanzas del primer Gobierno de François Mitterrand, un Gobierno que poco a poco giró hacia un mayor rigor económico, que reclamaba Jacques Delors a lo largo de 1.152 días en ese oficio.
Su carrera comenzó en 1945, en el Banco de Francia. En 1969, el entonces primer ministro gaullista, Jacques Chaban-Delmas, le escogió como consejero para Asuntos Sociales y Culturales. Sindicalista cristiano, Delors entró tarde en el socialismo, en 1974. Entre 1979 y 1981 presidió la Comisión Económica y Monetaria del Parlamento Europeo.
Junto con su labor general, Delors será recordado por haber defendido en el seno del Gobierno francés, en 1983, la permanencia del franco francés en el sistema monetario internacional, sistema que quiere ahora reforzar desde la Comisión Europea. En el trasfondo respira un alma sindicalista, pero también marcada por la religión.
Con el nombramiento de Laurent Fabius, su antiguo subordinado, como primer ministro francés, Delors buscó una salida honorable: la presidencia de la Comisión Europea. Y se dice que desde el edificio Berlaymont, de Bruselas, tiene los ojos puestos en el Elíseo.
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