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Tribuna:
Tribuna
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El corazón de monseñor Romero

Se ha cumplido en estos días el quinto aniversario del asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador. Con frecuencia, silenciar su nombre es manipularlo, como también hablar sobre él, por lo que el autor de estas líneas prefiere citar extractos de las propias palabras del arzobispo asesinado, lo que constituye sin duda el mejor de sus recuerdos.

Por desgracia, hablar sobre el asesinado monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, se ha convertido para muchos en una forma de manipularlo políticamente.

Callar sobre él -respondía hace poco Jon Sobrino en una conferencia de prensa- es otra forma más sucia de manipularlo. Por eso en estas líneas quisiera dejar simplemente que hable él.

Presento una breve antología de textos suyos, sin poner de mi parte más que la selección, el empalme de unos con otros y los subtítulos.

Así quisiera cumplir lo que el mismo monseñor Arnulfo Romero había dicho en una de sus homilías: "La palabra queda. Mi voz puede desaparecer, pero la palabra queda".

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
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1. Sobre el hombre, la vida y la injusticia

"Nada hay tan importante para la Iglesia como la vida humana como la persona humana. Sobre todo la persona de los pobres y oprimidos, que además de ser humanos son también seres divinos, por cuanto de ellos dijo Jesús que todo lo que con ellos se hace lo recibe como hecho a Él. Y esa sangre, la sangre, la muerte, están más allá de toda política: tocan al corazón mismo de Dios. Hacen que ni la reforma agraria ni la nacionalización de la banca ni otras medidas prometidas puedan ser fecundas si hay sangre". (16 de marzo de 1980.)

Por eso una noche de Navidad predica: "Habría que buscar al Niño Jesús no en las imágenes bonitas de nuestros pesebres. Habría que buscarlo entre los niños desnutridos que se han acostado esta noche sin tener qué comer. Entre los pobrecitos vendedores de periódicos que dormirán arropados de diarios allá en los portales. Entre el pobrecito lustrador que tal vez se ha ganado lo necesario para llevar un regalito a su mamá o, quién sabe, el vendedor de periódicos que no logró vender los periódicos y recibirá una tremenda reprimenda de su padrastro o madrastra. ¡Qué triste es la historia de nuestros niños!". (24 de diciembre de 1979.)

De aquí se sigue una serie de consecuencias que me limito a enumerar:

a) "¿De qué sirven hermosas carreteras y aeropuertos, hermosos edificios de grandes pisos, si no están más que amasados con sangre de pobres que no los van a disfrutar?". (15 de julio de 1979.)

b) "Debe quedar bien claro que si lo que se quiere es colaborar con una seudopaz, un falso orden, basados en la represión y el miedo, debemos recordar que el único orden y la única paz que Dios quiere es la que se basa en la verdad y en la justicia. Y ante esa disyuntiva, nuestra opción... es clara. Obedeceremos al orden de Dios antes que al orden de los hornbres". (1 de julio de 1979.)

c) "Yo denuncio sobre todo la absolutización de la riqueza. Éste es el gran mal de El Salvador: la riqueza, la propiedad privada como un absoluto intocable. Y ¡ay del que toque ese alambre de alta tensión! Se querna...". (12 de agosto de 1979.)

d) Esta denuncia no le excluye a él mismo: no excluye el pecado de la Iglesia.

Por eso monseñor Romero habla de "unos intereses económicos a los cuales lamentablemente la Iglesia sirvió. Y fue pecado de la Iglesia: engañando y no diciendo la verdad cuando había que decirla". (31 de diciembre de 1978.) Y esto nos lleva a un segundo capítulo.

2. Sobre la Iglesia

"Sería triste que en una patria donde se está asesinando tan horrorosamente no contáramos entre las víctimas también a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia encarnada en los problemas del pueblo". (24 de junio de 1979.) Por eso:

"Me alegro, hermanos, de que nuestra Iglesia sea perseguida precisamente por su opción preferencial por los pobres y por, tratar de encarnarse en el interés de los pobres. Y quiero decir a todo el pueblo, gobernantes, ricos y poderosos: si no se hacen pobres, si no se interesan por la pobreza de nuestro pueblo como si fuera su propia familia, no podrán salvar a la sociedad". (15 de julio de 1979.)

Esto vuelve a la Igleslia inevitablemente conflictiva en un mundo injusto: "Una Iglesia que por sus medios de comunicación quiere promover la dimensión histórica tiene que encontrar choques en la historia. No basta la dimensión trascendente. Que eso es muy bonito: escribir de lo trascendente. Lo histórico y lo trascendente en equilibrio. Eso es lo que tratamos de hacer". (9 de septiembre de 1979.)

La acusación contra esa Iglesia conflictiva es la misma que se esgrimió contra Jesús delante de Pilatos. Y Romero responde así: "No hacemos política. Iluminamos la política desde nuestra luz evangélica. Pero lo principal nuestro es encender la lámpara del Evangelio en nuestras comunidades". "No es política cuando en.la homilía se señalan los pecados políticos, sociales, económicos, sino que es palabra de Dios encarnándose en nuestra realidad". (22 de julio y 11 de noviembre de 1979.)

Por eso el acto más acusado de politización, la supresión de las misas dominicales para protestar contra un asesinato, era para Romero un acto de culto a Dios:

"El signo de hoy, la misa ausente en muchos pueblos de la archidiócesis, quiere ser eso: una denuncia contra la ausencia que los hombres provocan a ese Dios del amor que quiere estar con nosotros, y que nosotros rechazamos por las actitudes violentas e injustas". (24 de junio de 1979.)

3. Sobre él mismo

"Cuánto más vale para mí que un niño me tenga la confianza de sonreírme, de abrazarme y hasta de darme un beso a la salida de la iglesia, que si tuviera millones y fuera espantable a los niños". (23 de septiembre de 1979.)

"He sentido mucho agradecimiento por una bonita carta de las vendedoras del cine México. Mandaron una aportación económica según sus pobrezas. Y dicen: 'Reciba nuestras felicitaciones y que Dios siempre lo ilumine para seguir adelante en su empeño y amor en esta lucha por el pueblo salvadoreño. Hemos hecho esta contribución que se la enviamos para lo que usted crea más conveniente'."Yo les agradezco por un gesto tan simpático". (13 de enero de 1980.)

"Yo creo que el obispo tiene mucho que aprender del pueblo. Y precisamente en los carismas que el espíritu da al pueblo el obispo encuentra la piedra de toque de su autenticidad. Yo quiero agradecer a todos que cuando no estén de acuérdo con el obispo tengan la valentía de dialogar con él y de convencerle de su error, o de convencerse de su error...". (9 de septiembre de 1979.)

4. Sobre las amenazas de muerte

En la homilía del 7 de enero de 1979, Romero desveló por primera vez este tema: "Me avisaron esta semana que yo también anduviera con cuidado, que se estaba tramando algo contra mi vida. Yo confío en el Señor, y sé que los caminos de la Providencia amparan a quien trata de servirle".

Esta confesión produjo el comprensible revuelo, y le obligó a volver sobre el tema el siguiente domingo, 14 de enero:

"Quiero agradecer las múltiples manífestaciones de solidaridad que me han llegado con motivo de lo que dije el domingo pasado de cierta noticia de peligro contra mi vida. No le quisiera dar más importancia a este asunto porque estamos en las manos de Dios. Quiero agradecer al señor presidente de la República, desde luego, la atención de escuchar mis homilías.

Porque dicen que cuando los periodistas le preguntaron si sabía de esta amenaza, dijo que lo había sabido por escucharlo en mi homilía. Muchas gracias, señor presidente, por escucharme. Pero también quiero agradecerle el haber ofrecido porporcionarme protección si yo se lo solicitaba. Se lo agradezco, pero quiero repetir aquí mi posición: no busco yo nunca mis ventajas personales, sino que busco el bien de mis sacerdotes y de mi pueblo. Y ese ofrecimiento se lo quisiera aceptar para que procurara desvirtuar esas calumnias a los sacerdotes a que se hacía alusión al principio. Y que se procure evitar -usted lo puede hacer- esas campañas de calumnias en nuestros medios de comunicación social, que se sienten tan seguros de decir cosas tan horribles que no hay duda de que hay una connivencia que sería fácil conjurar. Quiero decirle también que antes de mi seguridad personal yo quisiera seguridad y tranquilidad para 108 familias y desaparecidos...., para todos los que sufren. Un bienestar personal, una seguridad de mi vida, no me interesa mientras mire en mi pueblo un sistema económico, social y político que tiende cada vez más a abrir diferencias sociales".

Más adelante vuelve sobre el mismo tema: "Yo les quiero repetir lo que dije otra vez: el pastor no quiere seguridad mientras no le den seguridad a su rebaño". (22 de julio de 1979.)

Y finalmente, sólo un mes antes de su muerte volvía a encararse con las amenazas: "No sigan callando con la violencia a los que estamos haciendo esta invitación. Ni mucho menos continúen matando a los que estamos tratando de lograr que haya una más justa distribución del poder y las riquezas de nuestro país. Y hablo en primera persona porque esta semana me llegó un aviso de que estoy yo en la lista de los que van a ser eliminados la próxima semana. Pero que quede constancia de que la voz de la justicia nadie la puede matar ya". (24 de febrero de 1980.)

5. En conclusión...

Quizá nada resume mejor a monseñor Romero que el párrafo con que terminó el discurso pronunciado en Lovaina al recibir el doctorado honoris causa por aquella universidad. Era el 2 de febrero de 1980, mes y medio antes de ser asesinado:

"Los antiguos cristianos decían: Gloria Dei vivens homo (la gloria de Dios es el hombre que vive). Nosotros podríamos concretar esto diciendo: Gloria Dei vivens pauper (la gloria de Dios es el pobre que vive). Creemos que, desde la trascendencia del Evangelio, podemos juzgar en qué consiste en verdad la vida de los pobres, y creemos también que, poniéndonos del lado del pobre e intentando darle la vida, sabremos en qué consiste la eterna verdad del Evangelio".

Y este párrafo es tan serio que, en mi opinión, ningún escrito sobre monseñor Romero debería dejar de concluir con el verso que cierra el famoso poema que le dedicó el obispo hispano-brasileño Pere Casaldáliga: "Nadie hará callar tu última homilía".

Nota. Los textos citados pueden encontrarse en el libro publicado por la universidad centroamericana de San Salvador La voz de los sin voz. La palabra viva de monseñor Romero, que constituye el mejor libro sobre monseñor Romero, al menos hasta que concluya la edición completa de todos sus escritos.

es teólogo.

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