UN MAPA CUAJADO DE ESPINAS
Apenas hay poblaciones españolas donde la Semana Santa no ocupe un hueco singular en el calendario que jalona sus quehaceres cotidianos. Sólo la enumeración de aquellas que se distinguen por su aportación original al rito común cubriría un mapa hueco. De entre ellas destacan, por distinto carácter, en Extremadura: San Pedro de Mérida, Villanueva de la Serena y Campanario, en Badajoz; Peralada de la Mata, Valverde de la Mata, Jaraiz de la Vera, Trujillo, Cañaveral, Navalvillar de Ibor y Valverde de la Vera, en Cáceres, donde a las doce de la noche del Jueves Santo los penitentes que han cumplido una promesa se despojan de sus vestidos y se colocan una enagua. Una cabeza coronada de espinas y la cara cubierta por un velo es el semblante que dejan entrever estos penitentes, atados con una soga a un palo que soportan a lo largo de un calvario.En la región de Madrid son notables las procesiones de Chinchón y Robledo de Chavela, mientras en Baleares la localidad de Pollensa celebra en la noche del Viernes Santo el Devallament, una ceremonia medieval en la que todos los habitantes, cubiertos por una típica capa, portan antorchas y bajan, desde la colina del Oratorio del Calvario, un Cristo yacente a través de la espectacular e inmensa escalera que la une a la ciudad.
Representaciones populares de la Passió, según la tradición catalana, se celebran en las siguientes poblaciones: Cervera, Esparraguera, Mataró, Olesa de Monserrat, El Palau d'Anglesola, Quart, San Climent Sescebes, San Vicent dels Horts, Ulldecona y Casal Claret.
Destacan también las pasiones de Alcaraz, El Robledo, Hellín y Tobarra, en Albacete; Arroba de los Montes, en Ciudad Real, y Camarenilla, de Toledo.
