Exageraciones sobre Oxford
A mi pesar, no sé responder al artículo Retorno a Oxford, del señor José María de Areilza (EL PAÍS, 19 de marzo) en un castellano tan refinado como es el suyo. No obstante, me agradecería la oportunidad de comentar algunos trozos de su elogio sobre la ciudad y universidad inglesas, los cuales me parecen en parte exagerados y en parte engañosos.En primer lugar, como antiguo alumno de la universidad cuyo nombre siempre va emparejado con el de Oxford, es decir, la de Cambridge, no puedo permitir que quede incontestada la denominación de Oxford como "capital intelectual de Inglaterra", por mucho que acoja, como escocés, el reconocimiento implícito que el alegado dominio no extiende a Escocia ni a País de Gales ni a Irlanda del Norte. Basta citar la aportación de Cambridge en el campo de las ciencias naturales, incomparable más importante que la de Oxford, para poner de manifiesto la vacuidad de cualquier pretensión por parte de ésta a la preeminencia académica. Es más, en este sentido, varias universidades británicas, entre ellas la de Glasgow, han demostrado una mayor dotación de "la inacabable inventiva" que Jan Morris achaca a Oxford, mientras que en el campo de las ciencias sociales y filosóficas ésta viene llevando desde hace varios siglos la fama de un tradicionalismo que roza el conformismo y el oscurantismo.
Sin embargo, no es mi intención entrar en una discusión poco fructuosa sobre los méritos relativos de dos instituciones que se discrepan mucho menos que se parecen, por ejemplo, en lo que se refiere a su función común como instrumento preservativo de la dominación social y política de una elite autodenominada. Según el señor Areilza, "lo que define a Oxford", y habla aquí de la ciudad, no de la universidad, "es el permanente proceso dialéctico que lleva dentro de su vida ciudadana". De hecho, es precisamente la falta de tal proceso la que "define a Oxford", como define a Cambridge en el mismo sentido, ya que la ciudad, con su "cinturón industrial" y "fábrica de automóviles", y la universidad que alberga apenas tienen puntos de contacto, salvo los que constituyen sus desafortunados ciudadanos sin más remedio que buscar un empleo mal pagado como servidor en alguno de los colegios.
"Aquí", es decir, en la universidad, "se puede aprender de todo", menos de las opiniones y de la forma de vida de aquellos conciudadanos a quienes faltan los considerables recursos financieros necesarios Para conseguir una enseñanza privada, la cual confiere todavía una probabilidad sensiblemente más elevada de estudiar en una universidad, y sobre todo en Oxford o Cambridge. El hecho de que 22 jefes de Gobierno del Reino Unido cursaran sus estudios en Oxford simplemente subraya que se trata de un tipo de sistema cerrado. Por otra parte, no tiene nada que ver con una supuesta superioridad intelectual, ya que, por mucho que sobresalgan en otros campos, los políticos no suelen destacarse por la claridad de su pensamiento.- .
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