Un nuevo Shaperville
EL LUNES 18 de marzo, en un debate que lo enfrentaba al obispo Tutu, premio Nobel de 1984, retransmitido por la televisión norteamericana, el ministro de Asuntos Exteriores de la República Surafricana, Pik Botha, se quejó de las críticas extranjeras al régimen existente en su país. "Africa del Sur", dijo, "tiene que resolver ella sola sus propios problemas". Al día siguiente llegaba una noticia escalofriante que aclara perfectamente lo que el Gobierno de Pretoria entiende por "resolver sus propios problemas". En el suburbio de Langa, próximo a Uitenhage, 18 ciudadanos negros que desfilaban pacíficamente murieron por disparos de la policía cuando pretendían participar en un funeral por otras víctimas de la barbarie de las fuerzas de seguridad surafricanas. Las autoridades reconocen que en esa región el número de muertos a causa de disparos de la policía durante la última semana alcanza unos 34. Pero según fuentes de la comunidad negra la cifra es bastante superior. En el último año unos 250 ciudadanos negros han muerto como consecuencia de la represión, siempre -conviene insistir sobre ello- con ocasión de manifestaciones y no de acciones violentas que pudiesen ser asimiladas a terrorismo. Ayer mismo volvieron a producirse nuevas muertes de ciudadanos negros. En el caso de la matanza de Langa la única acusación que ha podido alegar el Ministro del Interior es que los manifestantes tiraron piedras, lo cual ha sido negado incluso por muchos testigos. Estos hechos coinciden con el 252 aniversario de la matanza de Shaperville, cuando la policía surafricana disparó contra una concentración de negros y causó 69 muertos. Shaperville conmovió en 1960 la conciencia mundial y su nombre se ha convertido en símbolo y recuerdo del salvajismo practicado por el régimen de apartheid vigente en África del Sur. Después de 25 años hay que decir que el racismo impuesto por el Gobierno de Pretoria sigue siendo tan cruel como entonces. El presidente Pieter Botha ha realizado, sobre todo en el último año, unas operaciones reformistas en los planos exterior e interior con el propósito de mejorar su imagen. Firmó unos acuerdos con Angola y Mozambique que debían poner fin a las operaciones militares y permitir una cooperación pacífica. Pero su aplicación ha sido nula o inoperante, siguen en el sur de Angola las tropas surafricanas y los rebeldes de llamado Movimiento Nacional continúan utilizando el territorio surafricano como base para sus operaciones contra el régimen legal de Maputo. En el plano interior las reformas de Botha han consistido en la creación de unos seudoparlamentos, que debían ser elegidos por las poblaciones india y mulata pero manteniendo a los negros totalmente privados de los más elementales derechos. La respuesta a esa reforma fue la abstención masiva de indios y mulatos en las elecciones convocadas para ellos. En realidad estas dos comunidades se han unido con la mayoría negra para exigir el fin del sistema del apartheid y se ha creado el Frente Democrático Unido, que agrupa a cientos de organizaciones que coinciden en la exigencia de derechos civiles y políticos para todos los ciudadanos. El reformismo de Botha ha sido sobre todo una operación cosmética que no ha frenado la represión brutal contra los negros, con el balance de muertos antes citado.La matanza de Langa ha provocado una serie de reacciones en el mundo. Es asombroso que en EE UU el secretario de Estado, George Shultz, haya calificado de "totalmente repugnante" el sistema del apartheid cuando en realidad la política reformista de Botha ha contado con la permanente cooperación de Washington, que tendía con ello a marginar de los problemas del cono sur de África no sólo a la URSS, sino a la ONU y al Movimiento de los No Alineados, y cuando el propio presidente Reagan, en su conferencia de prensa del jueves, mostró su comprensión a la actuación de la policía surafricana. Diversas voces se han levantado, incluso en el Congreso norteamericano, pidiendo sanciones económicas efectivas. Sería la única forma de ejercer una presión eficaz.
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