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El calzado, problema acuciante en la URSS

Pilar Bonet

Con ayuda de los italianos y 123 fábricas modernizadas o de nueva creación, la URSS espera poder calzar mejor a su población, un total de 280 millones de personas para quienes encontrar zapatos apropiados se ha convertido en uno de los problemas más acuciantes del momento en el aprovisionamiento de bienes de consumo de primera necesidad.

La falta de zapatos modernos, de buena calidad, de la talla necesaria y en cantidades suficientes ha llegado a ser tan grave, que el Politburó del PCUS aprobó la semana pasada unas medidas especiales para remediar la situación. El mismo secretario general del PCUS, Konstantín Chernenko, era citado por la Prensa con una observación crítica sobre la lentitud de la producción zapatera nacional, y el jefe del Gobierno, Nikolai Tijonov, en su reciente discurso electoral, tuvo que compaginar la revolución de los ordenadores con el tratamiento del problema del calzado.Numerosos artículos aparecen en la Prensa estos días quejándose de las deficiencias del sector. El director de la sección de zapatería de unos grandes almacenes de Kuibichev, junto al Volga, señalaba, por ejemplo, en Sovietskaia Rosia, que su tienda había tenido que desechar calzado por valor de 326.000 rublos catalogado como de "primera calidad", pero que en realidad llegaba con las suelas despegadas. Bajo el título de "Porquería de primera clase", el ejecutivo analizaba la situación del comprador enfrentado al dilema de comprar unos zapatos que no le satisfacen o no comprar nada, ya que "para un zapato llevadero, cómodo, elegante y a la moda, cuando nos llega, siempre hay grandes colas".

Estas colas están a la orden del día en Moscú, especialmente si ha llegado una remesa de zapatos de importación supuestamente sólidos. En la popular zapatería Basmachok, una larga fila de moscovitas esperaba esta semana pacientemente para comprar botas finlandesas por lo que equivale casi al salario de un mes (65 rublos los botines de hombre y 110 rublos las botas de caña alta de mujer). Los compradores pasaban indiferentes ante los estantes atiborrados de modelos antiguos, pasados de moda, o tradicionales, como las Valenki, las botas de fieltro usadas en las zonas frías de Rusia.

Entre los zapatos de importación pueden encontrarse en Moscú, por ejemplo, modelos rumanos, yugoslavos, checos, austriacos, finlandeses. Muy poca participación corresponde a España en este mercado. Ya que en 1984 el total de la exportación zapatera española a la URSS fueron 2.150 pares, por un valor conjunto de 68.128 dólares. El mercado podría ampliarse, en opinión de expertos comerciales españoles, pero un desafortunado contrato en el pasado bloqueó las posibilidades que ahora se desarrollan lentamente.

Operación italiana

Italia, en cambio, ha sido protagonista recientemente de una gran operación comercial con la URSS en ese sector. La empresa Cologo, de Udeine, construirá tres grandes fábricas de zapatos en la URSS (situadas en Moscú, Kaluga y Togliati, respectivamente), capaces de producir cada una de ellas 10.000 pares de zapatos diarios y de emplear en su conjunto a 4.500 personas. El acuerdo contempla el funcionamiento de las empresas para la primavera de 1987, y una producción anual conjunta de seis millones de pares, de los cuales, 500.000 corresponderán a calzado infantil, convertido en una verdadera tragedia familiar el pasado otoño en algunas zonas de la URSS.La parte italiana proveerá a la URSS de maquinaria, líneas de producción y expertos que entrenarán a los técnicos y obreros soviéticos hasta que éstos puedan hacerse cargo plenamente del tema. Las medidas para mejorar la producción de calzado en la URSS se inscriben en un intento de abastecer a los soviéticos con objetos de uso cotidiano, ropa, muebles, electrodomésticos, cuyo proceso de producción planificada es lastrado por unos problemas que se repiten de un caso a otro.

El incumplimiento de los contratos por los proveedores y la falta de fondos para fabricar el número de pares fijados por el plan algunos problemas.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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