El plumero de Shakatak
Hay ciertos grupos que conviene escuchar pero no ver. Agradan con una discografía regular y repleta de composiciones simples y pegadizas que se graban con una instrumentación muy cuidada, propia de músicos expertos. Después aprovechan su éxito y acaparan el mayor número posible de galas.En circunstancias tan poco generosas, se presentó el quinteto británico Shakatak, cuya música de ambiente basada en un funky-pop sencillo había captado su máxima audiencia hace tres años con el elepé Night Birds. Los temas de Shakatak en directo pierden la riqueza de detalles de los discos y se convierten en una sucesión casi invariable de piezas con ritmo y tono muy similares. Streetwalking, por ejemplo, sonó en tercer lugar y se apreció un vacío extraño: el saxo cálido que en su día grabó Dick Morrisey.
Ocurrió lo mismo con otras canciones cuyos arreglos de viento o cuerda no aparecían, tales como Summer Sky o Watching you. La instrumentación era poca, pero correcta. La vocalista Gill Saward canta con gusto, se mueve sin gracia y luce su imagen con la flauta travesera o con golpes sobre bongos. Las dos chicas que añadían coros iban y venían, pero apenas intervinieron en canciones que precisaban sus voces.
Los músicos, Bill Sharpe, teclista, y el guitarrista Roger Odell asumen fases y notas importantes en perjuicio de un estilo como el funky del bajista negro, George Anderson, quien sólo pudo exhibir su sonido cuando improvisó en un fatigante solo junto al piano. Ahí se intuyó que estos músicos anhelan el jazz y se comprobó en dos temas excelentes: Hypnotised, en que brilló el guitarrista por breve y exquisito, y Lady (To Billie Holiday), una tranquila melodía que. la cantante endulzó. Al final, el público coreó temas famosos, Nightbirds y Easier said than done. Es aquí donde el análisis se desvanece.
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