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RELIGIÓN

Los feligreses de un pueblo de Madeira se enfrentan a la policía para proteger a su párroco

En la isla portuguesa de Madeira, un conflicto entre el obispo de Funchal y el padre Martins, cura del pueblo de Ribeira Seca, en la localidad de Machico, provocó la intervención de la policía, que, ante la actitud del pueblo, decidió clavar planchas de madera en la puerta de la iglesia para impedir la entrada de los parroquianos.El padre Martins, que era párroco de este pobre pueblo de pescadores desde hacía 16 años, es también diputado al Parlamento regional de Madeira por la Unión Democrática Popular (UDP), único partido de la extrema izquierda portuguesa que consiguió una representación en el Parlamento en Lisboa en 1983, aunque luego lo perdiera al pasarse éste al Partido Socialista.

Las simpatías izquierdistas de los habitantes de Machico han provocado la hostilidad de las autoridades civiles y eclesiásticas de Funchal, la capital de la isla, para con esta pequeña localidad, porque Madeira es un feudo del Partido Socialdemócrata Portugués (PSD), vencedor por mayoría absoluta de todas las elecciones regionales celebradas hasta la fecha, y el obispo de la diócesis es conocido por sus posiciones ultraconservadoras.

Al cura Martins, su elección como diputado le acarreó inmediatamente el máximo castigo de su superior jerárquico: la suspensión a divinis en 1975 y la orden de abandonar su parroquia y cederla al nuevo sacerdote designado por el obispo, pero los cerca de 2.000 feligreses del pueblo de Ribeira Seca no se conformaron con la decisión del obispo y, no sólo se unieron para defender al padre Martins, sino que costearon la construcción de la nueva iglesia parroquial.

Invocando las disposiciones del concordato existente entre la Santa Sede y el Estado portugués, el obispo de Funchal solicitó la intervención de la Policía para expulsar al padre Martins de su iglesia y entregar ésta al nuevo párroco, " reintegrando en la unidad diocesana una comunidad que se encontraba separada de ella", según palabras del obispo.

Sin embargo, a la vista de las reacciones hostiles de la población, las fuerzas del orden consideraron más prudente no forzar la aceptación del nuevo párroco y optaron por cerrar la iglesia "hasta que se pacifiquen los ánimos", para lo que tapiaron la puerta con planchas de madera.

No es éste el primer conflicto entre los feligreses y la Iglesia. Hace unos días, en el sur de Portugal, otro pequeño pueblo protagonizó un conflicto con la autoridad religiosa.

En esta ocasión el cura párroco se negó a celebrar el entierro religioso de una mujer de 30 años, muerta en accidente, que no estaba casada por la Iglesia con el hombre con quien vivió durante varios años.

Los vecinos forzaron las puertas de la iglesia local para colocar el féretro dentro del templo y cercaron la casa del cura para forzarle a celebrar el funeral.

Tras varias horas de sitio, los cerca de 2.000 habitantes del pueblo acabaron convenciéndose de la inutilidad de sus esfuerzos para convencer al cura y optaron por llevar el féretro hasta el cementerio y proceder al entierro.

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