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Tribuna:EL ASNO DE BURIDÁN
Tribuna
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Una idea sesgada

El presidente del Gobierno se ha decidido a salir al paso de dudas y rumores con una amplia declaración pública acerca de los problemas principales del país, lo cual es siempre de agradecer. Con frecuencia, los jefes de Gobierno tienden a encerrarse bajo una máscara de silencio que quizá pueda ser útil para provocar la sorpresa política, pero que también nos sirve a todos para confundirnos tanto como para abonar el resbaladizo terreno de las especulaciones. Pienso que no tiene el menor sentido una estrategia de prestidigitador allí donde el sistema parlamentario reclama exactamente lo contrario: luz y taquígrafos o, lo que es lo mismo, diáfana claridad y muy cumplida precisión.Uno de los puntos abordados por el presidente ha sido el del más que manoseado referéndum sobre la permanencia de España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, a la que se me permitirá llamar por sus siglas, aunque vaya en contra de mis usos y del debido respeto al español, la noble lengua en la que hablo y escribo, en la absoluta seguridad de que a nadie se ha de escapar su significado. La OTAN, y las vinculaciones de España a tal tratado, han sido últimamente objeto de especulaciones casi rayanas en el abuso, y, se entiende que fuera deber del presidente del Gobierno el de dejar claro, y de una vez por todas, su pensamiento. El partido socialista ha flirteado -y aun tonteado- ya más de lo preciso con las ambigüedades en cuanto a las relaciones de España con la OTAN, que comenzaron con aquel inefable "De entrada, no", que ha de figurar, según pienso, en la antología del disparate y el malabarismo electoralista. Pero últimamente se habían ido amontonando interpretaciones, declaraciones y cálculos capaces de competir en virtuosismo con el slogan de marras, y todo -hasta en política- tiene su fin y su frontera, y más si se está ocupando el poder. Varias veces me he referido al procedimiento de refrendo de una entrada en la OTAN que se nos impuso en su momento con claro abuso del sentido de la mayoría parlamentaria. Siempre he reservado, sin embargo, mi postura personal acerca de si debemos permanecer en la organización o salir de ella, insistiendo, en cualquier caso, en el derecho de los españoles a pronunciamos colectivamente sobre este decisivo paso de la política del país. Pare ce que las declaraciones del presidente del Gobierno son tan claras y terminantes que han dejado el asunto zanjado con un compromiso imposible ya de soslayar. Pero tampoco quiero pasar por alto ciertos tortuosos y arriesga dos senderos que acaban de ofrecerse como posible alternativa al referéndum por boca de un alto e influyente miembro del partido socialista, cuyas opiniones, según creo, no pueden dejar de tomarse muy en serio. Según esa interpretación, ahora negada por el presidente del Gobierno de forma bien explícita, el compromiso de someter el tema de la permanencia en la OTAN al refrendo popular podría ser entendido trasladando al Parlamento la decisión. Y no en forma de veto último capaz de corregir los resultados del referéndum, sino directamente, es decir, como traducción automática del sentido de la soberanía popular. Dado que el Parlamento asume y refleja tal soberanía, puede a su vez suplantarla por delegación tácita decidiendo por todos nosotros qué hay que hacer con la OTAN y cuál es el prudente momento de acordarlo.

Al margen del alcance que puedan tener esas tesis, lo que interesa es tener presente que por ahí se nos está colando una idea sesgada de lo que es un Parlamento y del sentido de transmisión de la legitimidad. Convendría recordar que diez millones de votos apoyaron un Parlamento comprometido con una fórmula de gobierno en la que se jugaba con el significado de las palabras a la hora de pronunciarse acerca de la oportunidad de pertenecer a la OTAN, pero que incluía también una promesa absolutamente clara de someter a referéndum -y en cualquier caso- la decisión. El malabarismo semántico no permite reclamar ahora por el sistema del rebote una solución parlamentaria supuestamente legitimada en un sentido exactamente contrario al del mandato recibido.El presidente del Gobierno ha dicho, al hablar del referéndum, -que una respuesta popular que preconizase el salir de la Organización Atlántica no tendría por qué interpretarse como un voto de censura a la actuación del Ejecutivo. Tiene razón, ya que, de hecho significaría más bien un apoyo nuevamente reiterado a un programa de gobierno que, bajo las artimañas de la ambigüedad, reflejaba inequívocamente y para la mayoría de los votantes la idea' de una neutralidad alejada de la OTAN. A las encuestas me remito. Si el Gobierno opta ahora por el mantenimiento de España dentro de la organización, y su peso político es capaz de enmendar el obvio sentido que hubiera tenido el referéndum hace unos años, se habrá apuntado sin duda un tanto de peso en lo que se refiere a la confianza popular en sus gestiones. Si, por el contrario,- los votantes socialistas siguen rechazando la OTAN, el Gobierno habrá mostrado su sensatez al consultar un tema tan espinoso con quienes le expresaron su apoyo con su voto. El Gobierno sólo puede equivocarse de raíz eludiendo el referéndum. Y el presidente, creo que por fortuna, acaba de eliminar las sospechas que en tal sentido se habían ido acumulando.

Camilo José Cela, 1985.

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