Alegría y aprensión en el campo de refugiados palestinos de Ain Helue
I. C., Los 40.000 habitantes de Ain Helue, el mayor campamento de refugiados palestinos de Líbano, lejos de compartir la euforia desenfrenada de la población de Sidón reaccionaron con una satisfacción, matizada por la aprensión, a la noticia de la retirada ayer del Ejército israelí de Sidón y alrededores.
Sólo la radio informaba a los transeúntes que deambulaban por el campamento del acontecimiento que los libaneses estaban celebrando. Los israelíes también se encargaron de recordar a los palestinos la operación que acababa de concluir bombardeando Ain Helue con octavillas de despedida lanzadas por sus cazabombarderos y dirigidas a sus queridos vecinos del Norte. "Nunca seremos vecinos porque somos y seguiremos siendo enemigos", afirmó, indignado, Ahmed, un habitante del campamento, al leer el texto firmado por el responsable militar israelí del frente norte, general Uri Orr.
Reunidos en el primer piso de un edificio destartalado, los responsables políticos del campamento, representantes de todas las tendencias de la resistencia, desde los seguidores de Yasir Arafat hasta el ala marxista, pasando por los partidarios de la disidencia, debatían con carácter urgente las medidas que había que adoptar.
Abu Saíd, que encabeza un comité formado hace unos días para decidir dichas medidas, asegura con firmeza que "las luchas fratricidas intrapalestinas de Trípoli y la Bekaa libanesa no se extenderán hasta Ain Helue".
Cuando se le pregunta qué opína sobre el despliegue del Ejército libanés en Sídón y su periferia, Abu Said no puede reprimir una sonrisa, al tiempo que declara su "amor ilimitado" por las tropas enviadas por Beirut. "Y justamente", prosigue, "porque les queremos tanto, preferimos que sus posiciones estén situadas lo más lejos posible de nuestras casas". El Ejército libanés se instaló ayer cerca del campamento, pero no llegó a penetrar en sus calles.
Tanto el recién elegido presidente del comité de coordinación interpalestino como sus colaboradores señalaron a los periodistas que habían multiplicado estos últimos días los contactos con las diferentes comunidades confesionales que les rodean para evitar que surjan incidentes. Pero todos al unísono temen provocaciones que degeneren en enfrentamientos.
A escasa distancia de Ain Helue, sostienen, subsisten milicianos del Ejército del sur de Líbano, una milicia proisraelí, mientras señalan con el dedo las colinas circundantes en las que al atardecer brillan las luces de los pueblos cristianos. "Les basta", asegura un cabecilla de un grupo radical palestino, "con ordenar a sus francotiradores que nos disparen para que la paz precaria de la que disfrutamos ahora quede hecha añicos".
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