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Seúl 88

Si algún balance positivo aporta el vergonzoso recibimiento que la policía política surcoreana ha dispensado al líder de la oposición, Kim Dae Jung, es que los padrinos del maltratado político han comprobado en sus propias carnes cómo las gastan los regímenes satélites del Departamento de Estado. Ni la presencia de congresistas norteamericanos frenó la energía de los centinelas de Oriente y cargaron contra las blancas carnes yanquis sin distinción de sexo ni estado.Kim Dae Jung es el peón democrático del Departamento de Estado enfrentado al peón dictatorial del Departamento de Estado, Chun Doo Hwan. Gracias al Departamento de Estado, Kim Dae Jung no fue ahorcado en 1980, y gracias al Departamento de Estado, Chun Doo Hwan se permitió ahorcar y desahorcar a Kim Dae Jung por decreto. Es decir, que el Departamento de Estado se divierte como un enano manejado el Bien y el Mal en Corea del Sur. Este ajedrez humano avala la tesis de que en Asia el sentido de la vida es muy diferente al que se puede tener en Malasaña o en la calle 42 y ayuda a comprender por qué el Comité Olímpico Internacional concedió a Corea del Sur la organización de los Juegos Olímpicos de 1988. En su afán por desterrar la violencia del mundo, el COI espera que gracias a los Juegos Olímpicos la dictadura surcoreana se domestique y deje de ahorcar y desahorcar a disidentes prefabricados por el padrino común.

El respaldo propagandístico de los Juegos Olímpicos de 1988 a una de las dictaduras más sórdidas del universo refuerza toda clase de sospechas sobre la independencia del COI. Los celadores del espíritu olímpico obviaron la matanza de la plaza de las Tres Culturas con tal de no interrumpir la liturgia olímpica, han caído en la trampa de conceder los Juegos a los dos dueños del Universo para que aplicaran el equilibrio del terror a los cien metros lisos, y finalmente regalan a matarifes subalternos la posibilidad de purificarse con la llama olímpica. Aquelarre de viejos señoritos desocupados de todo el mundo, el COI tendría que estar prohibido por la Constitución.

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