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Andropov, una efímera esperanza

Pilar Bonet

PILAR BONET Un barco, una ciudad de algo más de 200.000 habitantes junto al Volga y una calle de Moscú son algunas de las cosas que, bautizadas con el nombre de Yuri Andropov, tratan de eternizar por decreto la memoria del dirigente soviético fallecido hace precisamente un año, el 9 de febrero de 1984, al cabo de más de seis meses de postración. Después de las palabras elogiosas que le dedicó su sucesor, Konstantín Chernenko, al calor de los funerales, el nombre de Andropov, muerto a los 69 años, ha desaparecido prácticamente de los discursos de los dirigentes soviéticos, que concentran sus loas en el actual secretario general y presidente del Soviet Supremo.

Sin embargo, en el ámbito de lo privado, en las conversaciones ,con los ciudadanos soviéticos, cansados del sopor de la época de Breznev y deseosos de un cambio que revitalice la sociedad, la figura de Andropov está ligada a una esperanza truncada de renovación moral del sistema y a una nostalgia idealizada de "lo que quiso hacer y no le dio tiempo a concluir". El aspecto autoritario y de mano dura de su personalidad, lejos de provocar rechazos, encuentra un buen aliado en el ciudadano soviético de a pie.Durante su fugaz paso por la cumbre del poder soviético, Andropov se concentró en la economía e impuso una campaña a favor de mayor disciplina y eficiencia en el trabajo, dentro de la cual se insertaba la lucha contra la corrupción en nombre de la moralidad pública y la defensa de los intereses de la sociedad. Ésta, escribía en una ocasión, "tiene derecho a exigir rigurosamente responsabilidades a quienes por descuido, inhabilidad o interés egoísta despilfarran las riquezas sociales".El balance de los 15 meses que permaneció en el poder prueba que Andropov intentó llevar a la práctica este principio. Las denuncias por corrupción, proliferaron, hubo juicios y hasta dos altos funcionarios de comercio exterior fueron ejecutados por abuso de autoridad. En el aparato del partido y del Gobierno se procedió a acelerados relevos. Se calcula que unos 40 secretarios de región (de un total de 160) fueron sustituidos. En el Gobierno fueron afectados unos 20 puestos. Aunque la herencia de Breznev sigue dominando hoy en el comité central del partido, compuesto por algo más de 300 miembros, Andropov apuntó directamente contra ella, y así, dos de los allegados principales del anterior dirigente, Nikolai Sholokov, antiguo ministro del Interíor, y Sergei Medunov, jefe del partido en Krasnodarsk, fueron defenestrados.

Hasta dónde hubiera llegado el dirigente en su afán renóvador o si éste se hubiera debilitado con el roce con el transcurso del tiempo es algo que ahora sólo puede ser objeto de especulación; pero tras una aparente etapa inicial de desaliento, medios del PCUS que se proclaman simpatizantes del fallecido y de su línea renovadora dentro de la ortodoxia marxistaleninista vuelven a dar señales de optimismo en los últimos tiempos.

"Los hombres que fueron colocados en posiciones claves por Andropov siguen estando en ellas y sólo deben esperar su oportunidad. El tiempo trabaja a su favor", asegura una fuente soviética. Entre las oportunidades que se vislumbran en el horizonte está el 272 congreso del partido, que a finales de este año o a principios del próximo debe aprobar el plan quinquenal, elegir un nuevo comité central y sancionar un nuevo programa del PCUS.

La cabeza visible de quienes son considerados como portadores del legado andropoviano es Mijail Gorbachov, el favorito aparente para la sucesión en su calidad de responsable de ideología. Gorbachov posee formación universitaria, como agrónomo y como abogado, y junto a él los kremlinólogos alinean a quienes ampliaron su poder con Andropov. El actual jefle del Gobierno de la federación rusa, Vitali Vorotnikov (58 años), nombrado miembro del Politburó; Victor Chebrikov (61 años), jefe del Comité de Seguridad del Estado (KGB), nombrado miembro candidato del Politburó; Yegor Ligachev (61 años), secretario del comité central para cuestiones de mandos, y Nikolai Rishkov (55 años), secretario del comité central para la administración económica.

Con Chernenko, estrecho colaborador de Breznev desde principios de los cincuenta, algo de la vieja atmósfera ha vuelto a colarse en la gestión política. La posición de Chernenko se considera fruto de un compromiso. El dirigente no inspira el respeto de su predecesor, y con él ha vuelto el culto a la personalidad, del que Andropov parecía huir.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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