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Entrevista:

Renato Bruson: "En el canto se ha regresado al buen gusto"

Al barítono más solicitado del momento le costó 20 años llegar a ser 'cavaliere di Verdi'

Renato Bruson cantará hoy de nuevo el papel protagonista de Francesco Foscari en la ópera de Verdi I due Foscari, que ha inaugurado la temporada de Madrid. Llegar le ha costado 20 años de antecámara. Hijo de campesinos, logró formarse estudiando de noche y trabajando de día. Esta voz de bellísimo color y noble timbre, que considera que en el canto "se ha regresado al buen gusto", ha conseguido el título parmesiano de cavaliere di Verdi, que sólo poseen cinco o seis figuras, y hoy es el barítono más solicitado.

A decir de muchos de los asistentes el día del estreno en Madrid, no se había escuchado cantar así desde hacía aflos. La penuria económica impidió que la afición de Bruson por el canto se encauzase por la ópera a una edad más temprana. Su carrera tampoco fue fácil. Tras su primer éxito de Spoleto en 1961 todavía tuvo que vivir casi de prestado durante seis años hasta la gran ocasión en Parma con La forza del destino, donde obtuvo un contrato para Nueva York.

Pregunta. ¿Por qué tardó tanto tiempo en alcanzar el estrellato?

Respuesta. Ante todo, porque me faltaron los apoyos publicitarios; luego, por cantar sólo en Italia. Hay un proverbio que dice: "La publicidad es el alma del comercio", y al fin y al cabo, los cantantes vendemos voz, corazón. Si hay materia prima, significa mucho la publicidad. Ésta la conseguí con mis primeros discos.

P. Además de una bella voz, ¿qué otras cosas considera necesarias para triunfar?

R. Un poco de inteligencia y un poco de corazón, pero también se valora mucho la presencia escénica y la declamación.

P. ¿Les resulta muy dificil a los cantantes de ópera el actuar?

R. No, decididamente no. Es difícil solamente si uno no conoce bien la obra, pero sí uno la madura dentro de sí, luego no hay problema alguno. Para ello hay que documentarse sobre el carácter y la historia del personaje, antes que sobre la música.

P. ¿Es quizá por ello por lo que Bruson tiene una cierta fama de cantante intelectual?

R Pienso que ello puede ser por el respeto que siempre tengo a lo que el autor ha escrito. Jamás me he salido fuera de lo que está escrito, nunca me he permitido traicionar a un autor buscando un éxito fácil. Creo que en todos los papeles que interpreto intento dar un aire noble.

P. Usted cultiva un repertorio muy amplio: Chaikovski, Wagner, Massenet, Bellini, Verdi, Donizetti. Pero ¿cuál es el que realmente prefiere?

R. Sí; he cantado 80 u 85 óperas distintas, pero Donizetti y Verdi son los más adecuados a mis características.

P. ¿Hay algún barítono del pasado con el cual se identifíque?

R. No, porque cuando era joven y estudiaba no tenía la posibilidad de escuchar ópera, ya que vivía en una pequeña aldea de campesinos. Y ahora tampoco pues, aparte de los míos, el resto es música de cámara y sinfónica.

Cantar por error

P. Y en aquella aldea, ¿cómo es que le surgió la idea de cantar?

R. Bueno, yo siempre había cantado, en la iglesia, conciertos entre amigos, pero quizá fue por error el comenzar a estudiar canto. Estudiaba en el Instituto Técnico, y como era muy duro hacer todos los días 20 kilómetros de ida en bicicleta y otros tantos de vuelta, y tener además que buscar inútilmente trabajo para ganar dinero, pues nadie me quería por no haber hecho la mili, decidí hacer una prueba y mediante una beca comencé a estudiar canto.

P. ¿Ha cambiado mucho la escuela de canto de hace 30 años a esta parte?

R. Sin duda. Se ha regresado al buen gusto, al del bell canto. El público estaba acostumbrado a los gritos. Debemos dar gracias por este cambio, primero, a la Callas, y luego, a la Caballé.

P. Usted tiene una cierta fama de dificil entre registas.

R. Mire: yo siempre he tenido buenas relaciones con los grandes registas y con los grandes maestros, porque discutimos las ideas de ambos. Con los pequeños hombres, como el de aquí y otros muchos, que tienen complejo de inferioridad o de frustración, siempre surgen problemas porque no admiten discutir sobre sus ideas. Yo, por ejemplo, he trabajado meses y meses con Strehler en un Simón Bocranegra que él ya había dirigido otra temporada. Le dije mis ideas y me contestó que las probara, que si le iban bien las mantuviese. Yo probaba, y si había que hacer correcciones, me las hacía. Sin embargo, los otros van a sus ideas y basta. Con ellos siempre discuto.

Discusión con Nieva

P. ¿Pero realmente tuvieron Nieva y usted tiempo suficiente para comentar la escena?

R. Yo no he tocado la escenografía, he admitido todo sin discutir. Lo único que pedía era tener solamente yo la reacción a la campana. Era lógico, puesto que el coro de los 10 -y no 50 como son- conocen ya todo. Si Nieva quiere buscar otra explicación, que se vaya a la historia real y comprobará que el doge murió cinco o seis meses después de ser destituido. Además me mintió. Antes de mi enfado durante el ensayo general, nos había visto en el camerino y me aseguró que el coro no se movería; sin embargo, luego lo hizo. Él ha intentado convertir la discusión en un asunto nacionalista y eso es absurdo. Ha criticado también a mi mujer, y ella no ha hecho más que hablar con su marido como lo haría cualquier mujer. Por otro lado, también ha dicho cosas que, para el día del estreno, suponen una irresponsabilidad.

Apasionados sin teatros

P. Habiendo cantado en Barcelona, Oviedo, Bilbao y ahora Madrid, ¿cómo ve la situación de la ópera en España?

R. No podría emitir un juicio sobre ello porque cuando venimos apenas nos da tiempo para dar una vuelta. Es curioso que en España haya tantos apasionados por la ópera y en cambio no existan teatros. Barcelona es el único importante. Éste de la Zarzuela no es nada para una ciudad como Madrid; haría falta uno con capacidad doble. Desde luego me sorprende.

P.¿Hay voces jóvenes capaces de tomar el relevo?

R. Lo veo brillante, ya que es el público joven el que frecuenta los teatros. Si hay crisis, será de enfoque, pero no de público. Hay voces nuevas y bellísimas, pero la mayor parte no tienen cabeza.

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