La disidencia se abre camino en el seno del Partido Comunista francés
El Partido Comunista francés (PCF), por primera vez desde su creación en 1920, va a celebrar un congreso en el que un número pequeño pero significativo de delegados está en contra del informe presentado por la dirección. El 25º Congreso del PCF, que se inaugura hoy en Saint-Ouen, ha estado precedido por un movimiento de malestar insólito a nivel de células y secciones, donde aproximadamente un 20% de los militantes no respaldó las propuestas del comité central.
Las fuertes presiones de la dirección y el centralismo democrático por el que se rige el partido han hecho, sin embargo, que el sector contestatario haya quedado reducido a la proporción de 1 sobre 10 a la hora de abrir las puertas del congreso. El informe será aprobado finalmente por una mayoría superior al 90% y George Marchais será reelegido, sin duda, por otros tres años.El debate saltó a la luz pública el pasado mes de octubre, cuando seis de los 145 miembros del comité central decidieron abstenerse en la votación del proyecto de resolución presentado por Marchais. Entre los abstencionistas figuraban un ex ministro, Marcel Rigout, y el portavoz del partido, Pierre Juquin. Los motivos no fueron hechos públicos, pero resultaban evidentes: el PCF cosechó en las elecciones europeas del año pasado los peores resultados de su historia, sin que la dirección se haya dignado realizar en consecuencia una autocrítica. Marchais atribuye el fracaso a la Política de unión con el partido socialista, que procede de los años setenta, y propone que se entierre para siempre la idea de un programa común de la izquierda.
El proyecto de resolución fue sometido a las células y secciones del partido en toda Francia, con un resultado sorprendente. En muchos casos fue aprobado con una fuerte minoría en contra, y en otros, simplemente rechazado. En París, los votos en contra y las abstenciones sumaron entre el 15% y el 20% del total de militantes. La polémica comenzó a reflejarse en el órgano oficial del PCF, LHumanité, que publicó varias colaboraciones críticas, entre ellas la del senador Jean Ooghe, que pedía, entre otras cosas, que el partido se desmarque de "cualquier complacencia hacia los países socialistas".
La postura contestataria más importante fue la de Pierre Juquin, de 54 años, miembro del buró político, instancia en la que se toman auténticamente las decisiones, y hasta hace relativamente poco figura en ascensión dentro del partido. Juquin, que al abstenerse en el comité central había concentrado ya todas las furias de la dirección y dicho prácticamente adiós a su puesto, defendió "la independencia total y práctica ante los países del Este" y la unión de fuerzas con todos los movimientos de progreso, algo que suena parecido al eurocomunismo, largo tiempo olvidado por Marchais.
El ataque de la dirección llegó a través de André Lajoinie, presidente del grupo comunista en la Asamblea Nacional, que aspira, a sus 56 años, a ser nombrado secretario general adjunto. Lajoinie acusó a Juquin "de tener tendencia a recular frente al enemigo de clase" y, como en los peores tiempos de cazas de brujas, "a tirar por la borda el bagaje histórico del partido". El buró político se unió a la ofensiva contra los críticos, insinuando que detrás de ellos se encontraba el partido socialista.
El contraataque se encaminó entonces hacia las federaciones, que son las que envían finalmente delegados al congreso. Sólo tres, (Haute Vienne, Córcega del Sur y Hautes-Alpes) mantuvieron su rechazo del proyecto de resolución. Juquin no consiguió que su propia federación, L'Essonne, se abstuviera y lanzó inmediatamente un llamamiento para evitar las represalias: "El partido comunista no puede ser un sistema cerrado. Necesita el debate como el cuerpo humano necesita oxígeno". Aislado y casi apestado, se arriesga a "situarse a sí mismo fuera del partido", fórmula inventada por George Marchais para deshacerse de las figuras incómodas.
Con todas las riendas en la mano, Marcháis, que tiene 64 años y lleva 13 al frente del partido, se prepara para la reelección. De nada sirve que su imagen irrite profundamente a la mayoría de los franceses ni que el PCF haya quedado reducido a su mínima expresión electoral.
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