No tan ricos, aunque tampoco pobres
La caída del precio del crudo hiere desigualmente a los productores
El mundo nada en petróleo estos días. Los precios del que fuera uno de los bienes más escasos durante la pasada década caen en picado en los mercados mundiales. Los países productores de la OPEP, después de dos crisis de altos precios que pusieron al borde del colapso al mundo consumidor de las naciones industrializadas , se enfrentan ahora a uno de los peores momentos de su historia. Pero el reparto del sacrificio es desigual, y los productores previsores ven compensada su carencia de ingresos petroleros con sabrosas rentas financieras.
El dato más curioso que pone de manifiesto un análisis retrospectivo de los dos choques petroleros, ahora que hace más de 10 años que se produjo el primero, es que los altos precios del crudo no se tradujeron, para sorpresa de todos, en un crecimiento paralelo del nivel de vida de las naciones productoras. Por el contrario, los más beneficiados por los acontecimientos en el mundo del petróleo de 1973 y 1979 no han sido las naciones exportadoras de crudo ' sino los países industrializados y' sobre todo, las naciones de grado medio de desarrollo.Tal es la llamativa conclusión a la que han llegado muchos estudiosos y especialistas en los campos energético, comercio y finanzas internacionales. Una reciente reunión organizada por la universidad de Columbia, de Nueva York -que fue coordinada por la doctora Graciella Chichilniski, profesora de la mencionada universidad y ex consultora de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)-, reveló que las naciones industrializadas y aquellas con un grado de desarrollo medio se han defendido mucho mejor de lo que se suponía de los altos precios del crudo, hasta llegar a crear una situación en la que se ha roto la histórica vinculación entre crecimiento y dependencia energética.
Hoy, aunque parezca paradójico, el crecimiento del producto interior nacional bruto no está asociado al precio del petróleo importado, y pagar unas tarifas altas por esta materia prima no significa, necesariamente, recesión o mala actuación en el terreno económico. Por el contrario, las estadísticas de una década demuestran (véase gráfico adjunto) que las tasas de crecimiento de las naciones en función de su desarrollo industrial o de sus exportaciones petrolíferas se han mantenido en los primeros y han descendido entre los segundos.
Lo que no está tan fácil de explicar o entender es por qué se ha producido este fenómeno. Según la profesora Chichilniski, una de las razones ha podido ser la ayuda a las naciones más pobres que la propia OPEP instrumentalizó en los años setenta para suavizar el impacto de los altos precios. Otra razón de mayor peso ha podido ser los enormes esfuerzos de
No tan ricos pero tampoco pobres
ajuste estructural que han realizado los países dependientes del oro negro importado, y que, hasta cierto punto, les ha permitido independizarse frente a futuras amenazas.El caso es que las naciones industrializadas y las de desarrollo medio no productoras de crudo han visto cómo su tasa de crecimiento, después de las dos crisis, se ha recuperado a unos niveles iguales o similares a las previas a 1973, y, en el otro lado de la balanza, no ha sucedido lo mismo con las naciones exportadoras de crudo, que apenas han conseguido tasas de crecimiento hasta un 40% inferiores a las que tenían con anterioridad a la primera ola de altos precios.
En el frente comercial, el análisis retrospectivo es aún más sorprendente. Las naciones productoras de crudo han visto cómo su cuota en el comercio mundial se ha encogido, mientras que las naciones industrializadas y de medio desarrollo lo han ampliado. Este hecho fue dramático tras el primer choque y se dejó sentir con menor evidencia después de 1979. En cualquier caso, las estimaciones para la próxima década no son nada favorables para las naciones productoras, que, dada la incierta evolución a la baja de los precios del crudo, no llegarán nunca a conquistar el trozo de tarta que tenían con anterioridad a 1973.
La demanda perdida
El problema de las naciones productoras va incluso a empeorar si, tal como los expertos predicen, la demanda de crudo, especialmente el de procedencia OPEP, no se recuperara a los ni veles que tenía en la década de los setenta o el que los expertos predecían por aquellas fechas. Así, hoy la demanda de petróleo es de unos 20 millones de barriles diarios menos que la estima da antes de que los precios aumentaran un 400%. La demanda de petróleo en el mundo industrializado fue, en 1984, de unos 48 millones de barriles diarios, es decir, 20 millones menos que en 1979. Algunos expertos, como la publicación Petroleuni Intelligence Weekly, incluso estiman que el consumo no alcanzará ese nivel antes del año 2000.
La ausencia de demanda y la estrategia del cártel petrolero para defenderse contra la caída de los precios, que ha supuesto una autolimitación de sus ventas en el mercado, ha mermado, además, sus ingresos petroleros hasta el punto de que muchos productores han tenido que recortar o financiar mediante elevados déficit sus ambiciosos proyectos de desarrollo.
Es curioso, en este sentido, que un país como Arabia Saudí (al margen de sus vastas reservas financieras y de sus fuertes inversiones en el mundo desarrollado) acumulará este año el déficit presupuestario más importante del mundo, después del de Estados Unidos. Más grave es la situación de tres países miembros de la OPEP (Venezuela, Nigeria e Irán), que, junto a otro productor como México, se reparten los seis primeros lugares del ranking mundial de endeudamiento. Sólo estos cuatro países mencionados acumulan un tercio de la deuda mundial, estimada en unos 650.000 millones de dólares.
Con todo, la carga que supone la baja de los precios del petróleo no tiene un reparto equitativo entre los productores. Algunos, como Arabia Saudí, en su papel de swingerproducer de la OPEP o de defensor acérrimo del mantenimiento del precio de referencia en términos nominales, han visto reducidos a una tercera parte sus ingresos petroleros. Más duro ha sido el caso de países como Nigeria, Indonesia, Venezuela o Argelia, que se han visto sumidos en serios problemas financieros como consecuencia de la reducción de sus ingresos petroleros. Otro ejemplo es el de Irak -y el de su vecino y enemigo bélico, Irán-, cuyos ingresos por ventas de crudo tienen que verse incrementados por ayudas encubiertas de naciones amigas.
Claro que no todo son desgracias. Los más listos -o con un nivel de necesidades muy pequeño, en función de sus reducidas poblaciones- se han preparado con anterioridad y han almacenado en los bancos occidentales, y a buena tasa de rentabilidad, sus enormes reservas de los años buenos. Productores como Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Arabia Saudí han convertido sus reservas e inversiones en el mundo industrializado en una fuente de riqueza equiparable a la del crudo. Kuwait quizá sea el máximo ejemplo de esta estrategia. Gracias a sus inversiones en proyectos industriales en Europa (básicamente, en downstream), ha reducido al mínimo su dependencia del monocultivo petrolero.
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