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EL HUNDIMIENTO DE LOS PRECIOS DEL PETRÓLEO

La época de las 'vacas gordas' acabó para el Golfo Pérsico

Se agolpan en las salas de espera refrigeradas de los aeropuertos del golfo Pérsico con un vídeo o una cadena compacta de alta fidelidad en la mano, sus inútiles regalos a la familia, que vive frecuentemente en aldeas perdidas de Pakistán o Sri Lanka, carentes de electricidad, y su salida de los emiratos petroleros simboliza para los países que les proporcionan trabajo durante más de una década el fin de su prosperidad desenfrenada.A falta de estadísticas oficiales conocidas de los países que les acogieron, sus embajadas en las monarquías del Golfo intentan contabilizar el movimiento de retomo de esa mano de obra no cualificada obligada a abandonar el país al quedarse sin trabajo. En los Emiratos Árabes Unidos (EAU), por ejemplo, la representación diplomática paquistaní estimaba que cada año el 20% de sus 200.000 ciudadanos empleados en la federación regresaban definitivamente a su hogar.

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No tan ricos, aunque tampoco pobres

Acaso las estadísticas sobre las remesas enviadas por los cuatro millones largos de emigrantes a sus países de origen reflejen mejor su paulatina disminución. El ministro de Planificación paquistaní, Mehbubul Hak, achacó en diciembre la interrupción del plan de desarrollo al bajón de las remesas de los expatriados. Cuando Sudán devaluó en octubre su moneda en un 17%, el gobernador del banco central, Faruk Magbul, explicó la medida como un nuevo intento de atraer cantidades constantes de divisas transferidas por una mano de obra cada vez más escasa.

Sudaneses, egipcios, turcos, paquistaníes, filipinos, indios, tailandeses, etcétera, se marchan del Golfo porque su crecimiento económico se ha visto reducido drásticamente: un 2351,> de promedio anual en la segunda mitad de los setenta, un 1,27. a principio de los ochenta, según un estudio difundido por la agencia de noticias regional. El pleno empleo ha pasado a la historia en esa región, menos generosa con sus inmigrantes que la vieja Europa, en la que los parados extranjeros siguen disfrutando de prestaciones sociales.

La reducción de las ventas de crudo de las monarquías arábigas es tanto más preocupante para sus gobernantes, que no sólo afecta a los precios y cantidades, en constante disminución, fijadas por la OPEP, sino que la abundancia de petróleo en el mercado mundial les obliga incluso a producir menos barriles de los estipulados por la Organización de Países Exportadores.

Arabia Saudí extrae actualmente al día aproximadamente un millón e barriles de menos que los autorizados por su cuota OPEP; Kuwait, unos 50.000 menos, mientras un país como el sultanato de Omán, que no pertenece al cártel petrolero, mantiene también su producción en un 11 % por debajo de su capacidad.

El descenso de los ingresos petroleros ha impedido a la mayoría de los Gobiernos de la península Arábiga equilibrar su presupuesto. Pero, a diferencia de lo que sucede en Europa, el Estado no se endeuda para colmar el déficit, porque se limita a echar mano de sus reservas de divisas, a veces colocadas en el extranjero.

El recurso al dinero acumulado en tiempos mejores amortigua, en gran parte, los efectos de la recesión para los sujetos de reyes, emires y sultanes, que muestran, sin embargo, su preocupación ante la crisis aprovechando, por ejemplo, la total libertad de cambio para convertir sus ahorros en divisas o girarlos a veces fuera del país.

Para algunos responsables como Abdullah Dabbagh, presidente de la Confederación de Cámaras de Comercio Saudíes, la austeridad es un "fenómeno sano", porque impide el derroche. Varias personalidades árabes citan ahora como ejemplo benéfico de la recesión la reunión celebrada en Doha a finales de enero por siete ministros de Sanidad para intentar racionalizar y abaratar de forma coordinada sus importaciones de productos farmacéuticos fabricados en EE UU y Europa.

Paralelamente a esta puesta en orden de sus compras, algunos emiratos potencian industrias cuyos ingresos podrán, acaso algún día, constituir una alternativa a los que proporciona el oro negro. Bahrain, por ejemplo, proyecta abrirse al turismo, "porque nuestra isla reúne todos los ingredientes necesarios para atraer a extranjeros deseosos de descansar", afirmaba el mes pasado su ministro de Turismo, Tarik al Moayed.

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