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Baño de masas de Juan Pablo II en su última jornada en Venezuela

Juan Arias

Juan Pablo II, que ayer se desplazó desde Caracas a la ciudad andina de Mérida, 685 kilómetros al. suroeste de la capital venezolana, concluirá hoy su peregrinación en Venezuela con un nuevo baño de masas, en un acto litúrgico que se celebrará en Ciudad Guayana, llamada la ciudad del hierro por sus complejos siderúrgicos. El Papa almorzará allí con 49 obreros. En la misma jornada Negará a la capital de Ecuador, Quito.

La atención venezolana está centrada en la figura del Papa blanco que, ampliada extraordinariamente por un gran despliegue de los medios de comunicación social, ha paralizado la vida de Venezuela. A cualquier hora, en las pantallas de la televisión, se puede ver a las gentes de la calle que, sin pudor alguno, se echan a llorar ante las cámaras, gritan de emoción y confiesan su increíble entusiasmo por haber visto, aunque sea desde lejos, al Papa polaco. Un obrero afirmó ayer que había estado horas enteras en la acera de una calle de Caracas para conseguir que a su paso el Papa "me mirase y supiera que existo". Y añadió: "Creo que desde su caja de cristal me miró".Pero lo que más atrae en Venezuela son los actos masivos. Como ha confirmado el portavoz del episcopado, Amador Medino, los obispos han preferido que el Papa visitase menos ciudades, pero que hubiese mayores concentraciones, quizá pensando que estas ceremonias imponentes gustan e impresionan más al alma venezolana.

Esfuerzos sobrehumanos

No cabe duda de que los espectáculos, de masas en Caracas, Maracaibo y Mérida han sido hasta ahora muy vistosos y, desde el punto de vista de la coreografía, realmente impresionantes.Con certeza, ni el Papa mismo puede averiguar del todo, cuando llega a uno de estos escenarios y saluda a la marea humana que le espera desde horas antes, todo lo que ha sido necesario hacer para llegar hasta aquel resultado: esfuerzos y generosidades, a veces sobrehumanos, y también las pequeñas o grandes miserias y los intentos de instrumentalización.

Para preparar aquel grandioso acto litúrgico han hecho falta seis meses de trabajo y preparativos.

Sólo para la decoración floral del altar han trabajado 110 mujeres del Garden Club de Caracas, sin contar la gran alfombra de pétalos de flores de 50 metros de largo por 4 metros de anchura que le fue ofrecida por una compañía de festejos.

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Sólo la construcción de la tarima sobre la que ofició, con 70 escalones a 12 metros de altura, costó 50 días de trabajo.

La realizaron seis arquitectos, cuatro ingenieros y 300 obreros. Desde allí se divisa, sobre la ladera de la montaña, el barrio de chabolas "Carapita", con más de 300.000 habitantes que vieron la ceremonia desde lejos. Pero fueron ellos quienes pagaron la tarima con una oferta de 200 pesetas cada uno. Las mujeres ricas de Caracas prefirieron pagar el oro para la patena de la misa.

La organización y vigilancia corrió a cargo de la policía, el Ejército y el Cuerpo de Bomberos, además de contar con la ayuda de más de 1.000 jóvenes voluntarios de los boy scouts. Y para los cantos, más de 1.500 orfeonistas llegados de todo el país. Hubo que preparar, además, cuatro millones de bocadillos y otros tantos zumos. Se recogieron al final más de 200 toneladas de basura. Cientos de sanitarios tuvieron que ser construidos para el caso. Las mujeres se adueñaron con una acción de fuerza también de los de los hombres. "Ellos pueden defenderse "mejor" alegaron. Los médicos y enfermeras se hallaban desbordados para asistir a las personas desmayadas o con diarrea.

Hospital improvisado

"El lugar se convirtió en un auténtico hospital", ha escrito el diario El Universal. Muchos de los asistentes tuvieron frío durante la noche. Para calentarse organizaron campeonatos de footing y cuando por la mañana salió el sol, muchos se deshidrataron, a consecuencia de las altas temperaturas reinantes.Una de las personas más activas en la preparación de la gran fiesta religiosa fue la esposa del propietario del terreno, Cristina Vollmer, que forma parte de la comisión antiaborto y que, al ser entrevistada por un diario italiano, dijo: "No queremos que aquí se mate a los niños como en Italia". Ella ha regalado, con ocasión de la visita del Papa, un chalé a la Conferencia Episcopal, pero la gente de todo esto no se interesa. Aguanta todo con increíble paciencia con tal de ver al Papa y al volverse a sus casas, en un orden increíble, arrastran cada uno con lo que puede como recuerdo o reliquia, desde una maceta a un puñado de pétalos de flores de la alfombra, o un trocito de madera arrancado de la tarima del altar. . A propósito de la magnífica alfombra que había sido trenzada por un español, José Castro Álvarez, alcalde de Puenteareas, de Pontevedra, el Papa no quiso pisarla. Más audaz e irreverente fue un perro callejero que se plantó en medio. La gente gritaba y pedía a la policía que lo sacara: "Perrito, perrito", lo llamaba con cuidado un gendarme para evitar que echara a correr y produjese un desastre. El perro obedeció manso ante el alivio de cuantos seguían sin respirar la "profanación perruna" como la apellidé ayer un diario.

El caso de Cuba

En el ambiente sigue presente el asunto Cuba y la polémica distancia entre el Vaticano y Fidel Castro. Cuando Juan Pablo II hizo su primer viaje fuera de Italia a Santo Domingo y México, en 1979, el Pontífice tenía intención de hacer una parada en Cuba.Consultado Fidel Castro, éste propuso una escala técnica en La Habana, cosa que entonces no convenció al Vaticano. ¿Se refiere el líder cubano a aquella ocasión cuando ahora afirma haber invitado al Papa a ir a Cuba, mientras Juan Pablo II insiste en que aún no ha recibido ninguna invitación oficial? Con esto especulan algunos prelados del séquito papal. De cualquier modo, en medios cercanos al Papa se piensa que ahora las cosas están más maduras.

No se excluye que, con motivo del próximo viaje a América Latina, probablemente a Colombia a finales de 1985 o principios de 1986, Juan Pablo II pueda detenerse en Cuba.

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