"Quiero su sillón, señor Suanzes"
Claudio Boada Vilallonga, 64 años, casado y con cinco hijos, nació en Barcelona el 14 de junio de 1920, en el seno de una familia media procedente de Cassá de la Selva (Gerona). Al frustarse su deseo de convertirse en ingeniero de caminos, optó por la ingeniería industrial. En la Escuela Industrial se convirtió en gran amigo de Jaime Castell, un financiero que habría de cumplir un papel decisivo en su vida. Previamente, al comenzar la guerra civil, había pasado de Cataluña a Francia, y desde allí a Sevilla, donde se alistó voluntario en la Marina de guerra de Franco.Su primer trabajo se desarrolló en Talleres Boladera, una fábrica de maquinaria textil de Tarrasa. Pero un año después de finalizar sus estudios, en 1947, marchó a Tetuán para dirigir Transportes Eléctricos Hispanomarroquíes, una compañía de tranvías. Tres años más tarde volvía a Barcelona fichado por Wifredo Ricard, un amigo de Juan Antonio Suanzes, como ingeniero del taller de coches de carrera de Enasa-Pegaso.
Volvió a Sevilla en 1952, también de la mano de Ricard, para dirigir la Sociedad Anónima de Construcciones Agrícolas, donde conoció al actual presidente de Campsa, José María de Amusátegui. Cinco años más tarde regresó a Enasa-Pegaso, reclamado por Suanzes, para dirigir la factoría de Barajas. Ya entonces se había hecho notar en los círculos empresaríales por su cerrado acento catalán y por su carácter metódico y exigente. "Es el hombre del hacha", llegarían a decir sus críticos, "pero cuando ha acabado de dar hachazos se le acaba la tarea".
En 1967, Boada ocupó la presidencia de Altos Hornos de Vizcaya, la primera empresa siderúrgica española. Al cubrir la presidencia del INI en 1969, reclamado por López de Letorra, Boada vio cumplirse una de sus mayores ambiciones. Cuando Suanzes le había preguntado, mucho tiempo atras, desde su sillón de presidente del INI, qué tipo de trabajo quería desempeñar, Boada respondió: "Quiero su sillón, señor Suanzes". Boada permaneció al frente del INI durante cuatro años. En ese período llamó a Enrique Moya, que después sería responsable del Instituto con el Gobierno socialista, como director de la división química; a Amusátegui, como jefe de la asesoría jurídica, y a Miguel Boyer como director del departamento de estudios.
A principios de 1974 Boada abandonó el INI. En aquellos momentos comenzó a protagonizar sus primeros contactos con el mundo de la banca. Fue nombrado consejero de Banesto y, posteriormente, Jaime Castell le ofrece la vicepresidencia de los bancos Madrid y Cadesbank y la máxima responsabilidad del grupo industrial Promociones y Desarrollos Industriales, SA (Prodinsa).
Leopoldo Calvo Sotelo, en abril de 1981, nombró a Boada presidente del Instituto Nacional de Hidrocarburos. Desde allí recuperó a su antiguo equipo: Amusátegui, Moya y Boyer. Boada fue ratificado en este cargo por el Gobierno socialista, en el que el propio Boyer sería ministro de Economía y Hacienda.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.