La desaparición de un pesquero como todos los demás
Seis meses después de zarpar de Las Palmas, el paradero del 'Montrove' sigue siendo una incógnita
Han pasado ya seis meses desde que el patrón del pesquero Mar Rojo vió desaparecer por el costado de babor, a una distancia de tres o cuatro millas, al pesquero gallego Montrove. El patrón fue preciso al explicar este último encuentro a Francisco Ríos, el entonces portavoz de los familiares de la tripulación del arrastrero que zarpó del puerto de Las Palmas el 19 de julio de 1984 con un destino imprevisible. "Dejé de prestarle atención hacia las 10.30, al sur de Gando", cuando ya el Mar Rojo, un barco más potente, tomó el rumbo del sur verdadero, sobrepasó al Montrove y le dejó por popa, hacia el Este.
Francisco Ríos piensa a veces que ya había algo extraño en la propia salida del pesquero del puerto de Las Palmas, sin comunicarse por radio con ninguno de los compañeros, pero nadie podía saber entonces que esa octava marea -período ininterrumpido de pesca que dura 60 días- iba a ser la última del Montrove.Antonia Sotelo, una de las cuatro propietarias del barco desaparecido, se culpa ahora también de no haber percibido nada raro en la falta de noticias de su marido aquella semana de julio. "Lito me había dicho que me llamaría el domingo, pero el domingo no llamó". Y Antonia confiesa anonadada que no se extrañó en absoluto. Ni tampoco el patrón del Porlamar, que esperó inútilmente en el caladero de la costa sahariana la llegada de una pieza de repuesto que le traía el Montrove. Fue precisamente esa urgencia del Porlamar el detonante que desembocaría, muchos días después, el 13 de agosto, en la búsqueda del pesquero gallego.
Pero ya era demasiado tarde. Antonia, que ha pasado por todos los estados de ánimo desde que tuvo conciencia de que su marido, Ángel Martínez Iglesias, se había perdido a bordo del Montrove, ya no espera casi nada. "A veces creo que sí, que todavía puede volver. Pero si lo pienso fríamente, con el tiempo que ha pasado, me digo que es imposible'. Pero aún así declara, "Sólo quiero saber que le pasó al barco, y hasta que no lo sepa no descansaré. Aunque todos se aburran y yo me quede sola". Mientras tanto sigue al frente de su carnicería de Beluso, cuida a sus tres hijos y mantiene infatigables reuniones con el resto de las mujeres del Montrove para darles cuenta de las gestiones que lleva a cabo en Madrid o en Galicia su hermano, Victorino Sotelo, y una de sus cuñadas.
Preparan entrevistas con "un altísimo cargo" para saber qué pasa, que ha sido de su barco, de sus maridos, y declara riéndose, aunque por dentro esté agotada, que el Gobierno sabe más de lo que dice". Antonia Sotelo se lamenta de que "sólo somos españoles para pagar impuestos", y culpa un poco también a Luis Paz Casal, el hombre que ha figurado como armador del Montrove, pero que en realidad presidía el consejo de la socidad anónima que compró el buque.
Al principio, en agosto de 1984, estaban todos juntos: Luis Paz, y Francisco Ríos, y los demás familiares de 14 de los 16 tripulantes del pesquero -dos de ellos son súbditos marroquíes- Ahora, con seis meses de silencio a las espaldas, el bloque se ha resquebrajado y ya hay por lo menos dos grupos. Tal vez la ausencia de Luis Paz Fernández, el hijo de Paz Casal -quien estaba previsto que zarpara a bordo del Montrove aquel 19 de julio-, de todas las reuniones haya contribuido a alimentar esa conciencia de que hubo algo raro en su regreso a Bueu, el pueblo de Pontevedra de donde procede la mayoría de los tripulantes del Montrove.- El que hacía las veces de patrón declaró en su momento que ffle la enfermedad de su mujer la que le hizo tomar la decisión de regresar a casa. Ángel Martínez le sustituyó, y ahora Luis Paz Fernández está en casa con su familia, y posiblemente éste es su mayor delito a los ojos de todas las mujeres que han perdido a su marido en el Montrove.
Ir de 'meigas'"El sabrá por qué se volvió", comentan. Y aseguran que desde entonces Luis sólo se desplaza en coche por el pueblo, que la familia ya no compra en la misma tienda que nadie le ve nunca. Claro que después de la tragedia, tampoco Leonor Ramil sale a la calle, ni María -la mujer de José Barros Pastoriza, el segundo de máquinas del barco desaparecido-. Leonor, esposa del marinero José Pastoriza Rioboo, se sirve de una red invisible de cuñadas que hacen las compras, que la acompañan al médico o a las meigas (brujas). Le molesta la indiscreción de los vecinos que la miran con insistencia, aunque, en realidad, ya nadie se acuerda mucho del Montrove en Bueu. En este medio año tormentoso ha recorrido, eso sí, todas las meigas de los alrededores, desde Caldas de Reyes a Vigo o Pontevedra. "Una me dijo que mi marido estaba en una isla grande, con negros". Y anota nuevas direcciones. Leonor ha encendido también cientos de velas en la iglesia de Loureiro, donde vive; ha ofrecido misas; ha hecho promesas, y por la noche trata de distinguir, entre otros ruidos, el golpe seco de la puerta del coche en el que a veces llegaba su marido a la vuelta de una marea. "El se iba al Gran Sol y a Suráfrica. Estaba hasta seis meses fuera de casa y luego volvía y se quedaba un mes con nosotros. Volver a marchar era lo más difícil".
Antonia Sotelo va también a las meigas para consolarse. "Y cuando alguna me dice que el barco está en lo hondo, que hay 11 muertos, entonces no vuelvo". Y Antonia se ríe, porque en realidad ella cree más en las gestiones, en los datos concretos, y ha faltado a muy pocos de los encuentros cuando aún en verano un autobús de familiares del Montrove viajaba a Madrid a entrevistarse con re
La desaparición de un pesquero como todos los demás
presentantes de la Administración. Direcciones generales, subsecretarías, Defensor del Pueblo, diputados, militares, algún ministro -"no nos quedó nadie más por ver", recuerda ahora, "y no sacamos nada"- Antonia estaba también presente, junto a Francisco Ríos, cuando un alto cargo de la Administración les preguntó, para aclarar los datos, si el barco era de hierro o de madera. Hacía tiempo que la Armada española buscaba al Montrove, y todos los presentes en aquella entrevista sintieron un escalofrío. El barco, ¿pero qué barco buscaban?Las corrientes marinasEllos creen que se hicieron pocos esfuerzos para dar con un barco perdido en una zona en la que faenan cerca de 1.000 buques. Que tal vez no se siguió la dirección de las corrientes marinas para dar con algún rastro del pesquero. Muchos piensan que el Montrove sufrió un abordaje y fue desviado quién sabe hacia qué destino. Lo piensan las familias sobre todo. "Porque si se hundió", razonan las mujeres, "como no hay huellas, ni gasóleo, ni nada...". Fuentes del armador consideran también posible que, antes de llegar al caladero, el Montrove, que debía atravesar la ruta de los grandes mercantes, fuera embestido por uno de ellos: 243 toneladas de registro bruto frente a buques de más de 1.000 toneladas justificarían incluso que el mercante no se hubiera enterado de la colisión.
Por otra parte, muchos barcos limpian sus tanques en esa misma zona, por lo que, en caso de estallar los tanques de gasóleo del Montrove, la huella de petróleo habría pasado inadvertida. Antonio Blanco, representante legal del armador, tampoco encuentra raro que la radio no estuviera funcionando. Cuando se faena es preferible que nadie pueda detectar el barco. Ni el retraso en llevarle la pieza de repuesto al Porlamar. "Después de todo, parece que nadie les advirtió que era urgente".
Los últimos datos avalan todas las hipótesis. De uno y otro lado. Puede considerarse como un detalle extraño que el Montrove cargara el 19 de julio de 1984 más de 110 toneladas de gasóleo, cuando no necesitaba esa cantidad para los dos meses de ruta que supone una marea. Algunos dicen que nunca antes había llenado los tanques hasta ese nivel. Antonio Blanco lo considera, sin embargo, un detalle insignificante. Tampoco le merece mayor interés la cuestión de la radiobaliza -"si el patrón decía que funcionaba, yo tengo que creer que era verdad"- ni el relativo desconcierto que provocó la publicación de un rol (lista de tripulantes) que no coincidía con los nombres de los marineros que en realidad iban en el Montrove, y exhibe una carpeta de papeles, el visto bueno de la Comandancia de Marina de Las Palmas en las sucesivas revisiones del buque. Nada extraño para los que conocen la compleja burocracia a que está sujeta la actividad pesquera.
"Nada de contrabando"Tal vez la hipótesis del contrabando de armas sea la que más ha dolido a las familias de los tripulantes del Montrove. Aquella noticia del 20 de noviembre que recogía datos, nunca comprobados, procedentes de un barco marroquí en los que se aseguraba haber visto al pesquero español con hombres armados a bordo. "Todo falso. Como muchos de los avistamientos de los que se habló". El del Punta Umbría y el mensaje enviado por un pesquero español al comandante de la patrullera Atrevida dando cuenta de la presencia del Montrove en aguas del banco cana -rio-sahariano en la última quincena de agosto.
Hoy, sin embargo, los mismos familiares piensan que lo más comprensible es que el Montrove haya sido secuestrado, y esperan que el Gobierno les ayude a construir una hipótesis válida. "Si no", dice Antonia Sotelo, "yo seguiré luchando hasta saber qué le pasó al barco. Aunque me quede completamente sola".
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