Dimitir en Galicia
Hace unos días presentó su dimisión el señor Luis Álvarez Pousa como secretario xeral de Cultural de la Xunta de Galicia. Supongo que tal hecho no merecerá en este periódico más que, acaso, un breve comentario de su corresponsalía aquí. Sin embargo, y porque ciertos hechos concomitantes con esta dimisión tienen relevante importancia para Galicia, me gustaría acogerme a su generosidad para hacer algunos comentarios sobre éstos. En principio, algunos antecedentes. El señor Álvarez Pousa es un prestigioso periodista, con más o menos relevantes simpatías ideológicas de izquierda y galleguistas, que fue elegido para el cargo, al parecer, a instancias del señor José Luis Barreiro, vicepresidente del Gobierno autónomo. Me permito deducir que las razones de tal -ideológicamente- incoherente elección estarían fundadas, más que en un súbito interés del Gobierno de AP por la cultura gallega, en una de esas campañas de imagen a las que la Xunta es tan proclive que, aun dentro de su vulgaridad y falta de imaginación, parecen ser la única justificación de su existencia. También, evidentemente, a la falta de cualesquiera elementos intelectuales presentables en las bases ideológicas del partido que desgobierna Galicia.El señor Álvarez Pousa, llevado acaso de cierta ingenuidad y de un discutible posibilismo (que en Galicia adquiere calidades de endémica peste en la fauna política), decidió aceptar tal colaboración no sin antes imponer ciertas condiciones sobre su independencia a la hora de diseñar la política cultural de este país.
Durante el tiempo de ejercicio en el cargo, y con la entusiasta colaboración de un estamento cultural acostumbrado a la más absoluta penuria de medios, el señor Pousa encarriló en Galicia importantes proyectos culturales, el más ostensible de los cuales, el Centro Dramático Galego. Se han discutido muchos aspectos de la gestión cultural del ex director xeral pero nunca la generosidad económica de su departamento y su falta de prejuicios ideológicos o estéticos a la hora de seleccionar colaboraciones.
Claro que tal luna de miel (o menage à trois) no podía durar demasiado y los últimos atrancos e incumplimientos en las condiciones exigidas por el señor Pousa llevaron, ahora, a la dimisión, cuyas consecuencias en el gallinero político-cultural gallego no se han hecho esperar.
Así que hoy, día 6, el señor Augusto Assía y su esposa, la señora Victoria Armesto, flagelan al sufrido lector gallego de La Voz (de su amo) de Galicia con sendos artículos sobre el caso, llevados sin duda de su creencia de que este: pueblo, al que ellos calificar. de plácido, resignado y escéptico, no conoce ya el límite de lo soportable.
El artículo del señor Assía representa la culminación de los arduos esfuerzos por desprestigiar el periodismo de este profesional, al que, sin duda, largos años de ejercicio han agotado todo sentido de la medida y de respeto a los lectores. En él se califica al señor Pousa, citando a Fraga, de "peligroso marxista-leninista" (en un artículo anterior se calificaba de nazi a la directora xeral de Política Lingüística), a los términos de la relación de aquél con el vicepresidente de la Xunta de confabulación y nicaragüismo y al proyecto cultural del dimitido, de intento de sovietizar Galicia.
En fin, afortunadamente, la cultura gallega vive y crece al margen y, en algunos casos, a pesar de tales conciliábulos. Espero que la dimisión del señor Pousa rompa en Galicia con toda ingenuidad en los estamentos culturales del país acerca de cualquier colaboración con un Gobierno que se alimenta ideológicamente, al parecer con envidiable aguante digestivo, en tan dudosos elementos. También que provoque, si es que vergüenza queda en Galicia, alguna dimisión en otros organismos culturales dependientes de la Xunta de Alianza Popular, y last but not least, que mis compatriotas entiendan que la defenestración electoral el próximo otoño del irresponsable partido que amenaza con paralizar Galicia es condición indispensable y primer paso para caminar hacia nuestra recuperación. Que viendo crecer los rododendros en flor de su jardín el señor y la señora Armesto lo vivan.-
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