La dimensión de los clubes de fútbol en España
.Dentro de toda la polémica que se ha originado a raíz de hacerse pública la deuda oficial de los clubes de fútbol españoles de las tres divisiones primeras (unos 15.000 millones de pesetas) lo más positivo de todo, creo, es que nadie ha osa-do poner en tela de juicio ni nada se ha vuelto en contra del aumento de ese ridículo 1% que -actualmente reciben de las recaudaciones de las quinielas.Nadie, ni los más reticentes, piensan que elevar el coeficiente de los clubes sea exagerado ni injusto. No en vano los clubes son el motor del fútbol en España y -si ahora se hallan en tan delicada sítuación económica, no es sólo por efecto de gestiones de-safortunadas o de circunstancias desfavorables, sino porque no han sido recompensados Como se merecen tras haber generado todo el dinero del deporte español durante más de seis lustros.
Nadie puede dudar ahora que si los clubes hubieran recibido ese 6%. de las quinielas no ya desde hace 30 años sino tan sólo 10, ninguno tendría ahora problema economico alguno.
La génesis y desarrollo de los clubes españoles son los del deporte español. Y no me refiero exclusivamente a los del fútbol. En España todos los. aficionados al deporte son de algún club. Y estos nacieron como una necesidad de la sociedad en el devenir de los primeros años del siglo XX, cuando la figura de los sportmen ingleses y el citius, altius, fortius como divisa del hombre moderno llegaron a España y se enraizaron en el pueblo. Entre los diferentes modelos de organización deportiva, en Estados Unidos son las universidades las que llevan el mayor peso; en la Unión Soviética y demás países socialistas es el Estado el que cuida de la organización y el desarrollo deportivos; en España, como en la mayoría de los países de Europa occidental, son los clubes los que cuidan del deporte y "fabrican" a los deportistas.
Esta incontrovertida realidad no puede ser destruida ni cambiada de la noche a la mañana. Creo que serán necesarios muchos años para intentar un deporte eminentemente estatal o básicamente universitario. Es más, creo que sería imposible aquí, y seguramente no sería bueno, un deporte así concebido, teniendo en cuenta la particular idiosincracia latina.
Por esa razón pienso que ayudar a los clubes es la solución -única solución, diría- para levantar el deporte español, sin menospreciar, desde luego, la alta orientación y las directrices precisas desde la cúspide de nuestro deporte, en la que si se echa algo en falta creo que es precisamente un ministerio del ramo. No hace mu cho leí que incluso Corea del Sur, que organizará los Juegos Olímpicos de 1988, hace ya años que tiene un Ministerio de Deportes. En España aspiramos a organizar los Juegos de 1992 y no dudo de que sería positivo de cara a esta aspiración, el elevar también nuestro deporte a rango ministerial. Pero los clubes de fútbol, entidades de derecho privado, nacidos del pueblo en un sano e improvisado movimiento asociativo, han tenido un error importantísimo: no saber aprovecharse del dinero que han generado y que han beneficiado a otros sectores y a otros deportes, cuando incluso están pagando impuestos cual si de sociedades lucrativas se tratara.
Y cuando se habla de ellos es, la mayoría de las veces, para criticar la mala gestión económica de sus dirigentes, para pedir la dimisión de quienes han estado frente de una mala etapa o para menospreciarles por una gestión deportiva desafortunada. Creo que es urgente situar de forma exacta la dimensión real de los clubes de fútbol y el status de sus directivos que son, en virtud de elecciones democráticas, depositarios de la confianza del socio para administrarlos, quedando su responsabilidad delimitada en los mismos términos que cualquier administrador o consejero de una sociedad pública o privada.
Creo, por tanto, que las auditorías son tan necesarias como convenientes. Pero no menos que el que puedan percibir de una vez por todas ese derecho al 6% de las recaudaciones de las quinielas. Justicia y transpariencia en este aspecto han de ir cogidas de la mano, para evitar desviaciones por causas ajenas a las propias de la gestión.
No quiero terminar sin referirme a un caso tan claro como elocuente. En el Mundial-82 todos salieron ganando, desde la FIFA hasta los jugadores, pasando por la hostelería y actividades turísticas afines, medios informativos, etcétera. Y España, que se benefició de pregonar su nombre por todo el mundo. Dos años largos después del Mundial, los clubes, los que pusieron los estadios, los empleados, los jugadores, etcétera, son los únicos entrampados. Y eso, pienso, no es justo.
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