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Defensa para modestos

La defensa de tipo tradicional, ahora denominada disuasoria, pero siempre basada en una creciente acumulación de medios ofensivos, empieza a parecer para los países de segundo y tercer orden un lujo cada vez menos asequible, dado el enorme coste de los modernos arsenales.En lógica consecuencia, los países secundarios se ven inclinados a establecer sus mecanismos defensivos en el seno de alguna alianza, donde el país dominante corre a cargo de algunas de las más costosas responsabilidades defensivas a cambio de reservarse para sí, entre otras cosas, dos muy importantes: decidir quién es el enemigo y cómo debe plantearse la defensa.

Los países de menor rango se ven, por esta razón, privados de libertad para articular en todos sus términos el proceso lógico de toda decisión defensiva: ¿Qué hay que defender? ¿Contra quién? ¿Cómo? Arrastrados por la alianza que los engloba, estos países apenas pueden decidir qué es lo que desean defender (su sociedad actual, sus posibilidades de progreso, etcétera), forzadamente aceptan a veces un enemigo que no es el suyo y utilizan sistemas defensivos costosos y a la vez ineficaces por la escasez generalizada de sus medios materiales. Parecería como si el país hegemónico, al imponer sus puntos de vista a los aliados secundarios, ejerciese a la vez su doble condición de aliado y dominante y desviara hacia otro enemigo -su propio enemigo potencial- la inevitable sensación de hostitilidad que suele crear su intromisión en la soberanía del aliado, no sólo en el aspecto defensivo, sino también en los campos político, económico e incluso cultural.

Se llega así a la situación en que una defensa costosa e ineficaz, donde por evidentes razones económicas suele haber poco de todo pocos aviones, pocos barcos, pocos cañones, repercute negativamente en la sociedad que debe defender, propensa ya ésta por otras razones a ver en sus ejércitos unos organismos costosos y de dudosa utilidad: para unos, al servicio de las clases dominantes y para garantizar en último término el orden social; para otros, reliquias entrañables de un pasado venerable de grandezas no olvidadas, y quizá para una gran mayoría, un problema delicado a resolver por

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Alberto Piris es coronel de Artillería.

Defensa para modestos

Viene de la página 9procedimientos no muy distintos a los de una reconversión industrial al estilo europeo.

De continuar la tendencia apuntada, cabría anticipar -y ya se avistan los primeros signos- que la creciente cesión de responsabilidades defensivas hecha por los países modestos a su aliado hegemónico llevaría a aquéllos a la dejación gradual en otras áreas de una soberanía ya de hecho parcialmente hipotecada, y que se iría así imperceptiblemente hacia una cesión de toda la soberanía a cambio de asegurar gratis una defensa cada vez más inalcanzable, límite teórico este no descartable a priori.

Pero, por otra parte, parece que no todos los países de orden menor anhelan una tan estrecha asociación con su benefactor defensivo, ni se sienten estimulados por la perspectiva de convertirse en Estados libres asociados. Hay un pensamiento europeo moderno que, desde el pacifismo realista de Galtung hasta el militarismo irreal del general Copel, se esfuerza en encontrar salidas a esta situación, romper el impulso de la carrera armamentista y zafarse de la atosigante política de enfrentamiento entre las. superpotencias.

Estas alternativas a la defensa tradicional se basan en la esperanza de que, cuando un pueblo sabe qué desea defender y contra quién debe hacerlo, le es siempre posible dotarse de una organización defensiva autónoma, con componentes militares, paramilitares y civiles, provista de medios exclusivamente defensivos, modernos y eficaces, que dan a la necesaria motivación popular el arma adecuada para hacerse temer por cualquier agresor. Una defensa defensiva, un escudo disuasorio eficaz y menos costoso que la defensa tradicional, donde la voluntad de los hombres y mujeres sustituye a enormes inversiones en armamento ofensivo y donde las fuerzas armadas se aglutinan con la sociedad a defender en una dimensión generalizada de la defensa.

Por último, no sería difícil admitir que una recuperación parcial de la soberanía en materias defensivas habría de repercutir favorablemente en otras áreas ya malbaratadas por la todopoderosa solicitud del aliado hegemónico, haciendo cierto el viejo dicho castellano: "De mis amigos me libre Dios, que de mis enemigos me libro yo".

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