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Reagan reajusta su equipo de gobierno y permuta al ministro del Tesoro por su jefe de Gabinete

Francisco G. Basterra

Ronald Reagan sorprendió ayer al Washington político con el anuncio de que James Baker III deja el puesto clave de jefe de Gabinete de la Casa Blanca para pasar a ocupar la Secretaría del Tesoro, uno de los ministerios más importantes de la Administración. Donald T. Regan, el actual secretario del Tesoro, pasa al cargo de Baker y se convierte así en el hombre más próximo al presidente, un auténtico primer ministro para asuntos de política interna. Los sectores más ultramontanos verán con alivio la salida de Baker de la Casa Blanca, pero Donald Regan, un conservador moderado, no es tampoco uno de los suyos.

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James Baker

Cuando se supo, poco después de las nueve de la mañana, que el presidente haría un anuncio importante, todo el mundo pensó que estaba relacionado con las conversaciones de Ginebra. Ronald Regan inundó de elogios a los dos hombres que cambia de puesto e informó que Baker, un rico abogado tejano de 54 años, será "el principal portavoz económico" de su Administración, y que continuará formando parte del Consejo Nacional de Seguridad.Donald Regan, un financiero de 66 años, es un hombre de Wall Street, de gran competencia técnica, que ha defendido vigorosamente la filosofía económica de libre mercado y la reducción de impuestos del presidente.

Reagan le calificó ayer como un "buen administrador, con experiencia internacional, respetado por los miembros del Congreso". Donald Regan, que sirvió en los marines al igual que Baker, formará también parte del Consejo Nacional de Seguridad y del Gabinete.

Para los conservadores este cambio puede suponer un alivio, ya que consideran a Baker -un abogado millonario experto en Derecho financiero y un republicano moderado, muy próximo al vicepresidente, George Bush-, como un pragmático peligroso. Para los sectores de la nueva derecha, Baker estaba consiguiendo que Ronald Reagan abandonara sus promesas electorales más derechistas en cuestiones morales y sociales. Sin embargo, Donald Regan no era, en ningún caso, el candidato ideal que querían colocar junto al presidente.

El Congreso reaccionó positivamente a estos cambios, ya que sitúan en la Casa Blanca a un hombre muy preocupado por combatir el déficit público, que frisa en los 200.000 millones de dólares. Las relaciones de la Casa Blanca con los parlamentarios sobre el dificil problema de los recortes presupuestarios pueden mejorar debido a la habilidad de Baker en sus relaciones con el poder legislativo y a su amistad con Reagan.

La influencia de Nancy

Los hombres del presidente, los californianos que han formado el círculo íntimo de Ronald Reagan desde su primera victoria electoral, comienzan a abandonar la Casa Blanca ante la desesperación de la nueva derecha, que estima que el presidente se convertirá en este segundo mandato en un prisionero de asesores pragmáticos y moderados. Para colmo, Nancy Reagan, la primera asesora del presidente, está utilizando su influencia para mover a su marido desde la extrema derecha al centro político, según ha revelado esta semana la revista Time.

En los últimos días, dos hombres clave en el entorno presidencial han anunciado su decisión de abandonar la política: Michael Deaver, de 46 años, segundo jefe de Gabinete de la Casa Blanca, y William Clark, ministro del Interior y el canal de comunicación que utilizaban los ultraconservadores para llegar al presidente. Un tercer personaje, Ed Meese, también miembro del clan de los californianos y asesor de Reagan en la Casa Blanca durante el primer mandato, deja la residencia presidencial y será el próximo ministro de Justicia.

Deaver, que lleva 18 años con los Reagan y que es considerado por éstos casi como un hijo, se va oficialmente porque su salario anual de 72.000 dólares (unos 12 millones y medio de pesetas) le ha quedado pequeño. Este confidente de Nancy Reagan que todas las tardes suele subir a las habitaciones privadas de la Casa Blanca para tomar una copa y charlar con la primera familia del país, se queja de que el coste de la vida en Washington es muy alto.

La pérdida de Deaver no será, sin embargo, tan llorada por los sectores derechistas como por el propio Reagan, que ha afirmado que gran parte del éxito obtenido en su primer mandato y la reelección se debe a Deaver. Este hombre, de baja estatura, cabeza de huevo y gafas de concha, sin grandes calificaciones profesionales previas, es el cerebro que ha proyectado a Ronald Reagan como el mejor comunicador político en la historia de la televisión.

Para los sectores derechistas esta pérdida de influencia en el entorno presidencial es aún más grave, ya que piensan que Reagan ha entregado la política exterior en manos de dos conservadores moderados: el secretario de Estado, George Shultz, y el consejero de Seguridad Nacional, Robert McFarlane. Con un presidente de 73 años, que profundiza poco en los informes y prefiere delegar, la personalidad de sus asesores más próximos cobra gran importancia e influencia.

Según los expertos en pasillos de la Casa Blanca, Nancy Reagan ha sido clave a la hora de decidir el equilibrio de la balanza. La primera dama ha apostado por los pragmáticos y en contra de los ideólogos conservadores, el sector bautizado como true believers (verdaderos creyentes).

La revista Time revela esta semana que el pasado otoño el ministro de Asuntos Exteriores soviético, Andrei Gromiko, le preguntó en la Casa Blanca a Nancy si su marido era amante de la paz o de la guerra. La primera dama contestó: "De la paz". "¿Está usted segura?", replicó el veterano político soviético. "Sí", contestó Nancy. "Entonces", le dijo Gromiko, "háblele de paz al oído todas las noches". "Lo haré", contestó la primera dama, "pero también en el suyo".

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