Desdramatizar la ortografía española
José Martínez de Sousa, lingüista, propone reformar a fondo la ortografía española, simplificarla cuanto sea posible en aras de un fonetismo ya preconizado por Nebrija (véase EL PAIS de 29 de diciembre). He enseñado a leer y escribir a muchos niños de seis años y a no pocos adultos de hasta más de 50, y la propuesta del señor Martínez de Sousa me parece estupefaciente. Facilitar eI aprendizaje de la lengua escrita a millones de hispanohablantes analfabetos es una razón digna del mayor encomio, pero es una razón insuficiente o, mejor aún, impertinente. La ortografia del español no es difícil; es más difícil la ortografía de otras grandes lenguas universales; probablemente los maestros franceses, ingleses o alemanes tienen más dificultades para enseñar la lengua escrita que sus colegas españoles (el seseo andaluz e hispanoamericano es obstáculo menor). Pero la ortografía -lo sabemos desde nuestra más tierna infancia- se dramatiza demasiado en España, acaso precisamente por su frecuente ignorancia; y esta ignorancia se debe a la falta de escuelas, no a otra cosa. Y esto es lo primero que hay que hacer: desdramatizar. Se anda la mitad del camino proclamando a los acomplejados analfabetos que se sientan en el banco escolar: "Señores, no se preocupen; esto no es difícil, aunque lleva algún tiempo".No niego que pudieran hacerse algunas reformas (por ejemplo, no sé por qué hemos de escribir México y no Méjico), pero en el fondo se diría que late la resistencia a someterse a la más mínima disciplina; y sin disciplina el hombre no es nada (Hegel). En fin, ¿a quién o a quiénes aprovechan los analfabetos y los no lectores en general? Porque todos sabemos cuan fácilmente se manipula a un hombre iletrado y cuanta dificultad existe para engañar o doblegar al habitante de la galaxia Gutenberg.
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