Geniales imágenes
Metrópolis
Director: Fritz Lang. Guión: Thea von Harbou. Fotografía: Karl Freund y Gúnther Rittau. Música: Giorgio Moroder. Intérpretes: Gustav Fröhlich, Brigitte Helin, Alfred Abel. Alemania, 1927. Fantasía científica.
Estreno en cine Roxy B. Madrid.
En una versión que recupera fragmentos no conocidos en las copias de filmotecas y que se acompaña de la brillante y nerviosa música de Giorgio Moroder, vuelve a estrenarse, casi 60 años después, una de las obras capitales en la historia del cine fantástico. Fritz Lang, con guión de Thea von Harbou (afiliada más tarde al partido nazi), realizó uno de los filmes más inquietantes y asombrosos del movimiento expresionista. La siniestra vida de esos obreros a quienes las máquinas convierten en simples peonzas fue contemplada por Lang en términos de futuro, pero sin perder la referencia a la actualidad de su país.
Es en ese sentido donde la moraleja se hace ingenua, boba, con evidentes tintes conservadores. Los sentimientos, y no la razón, como medio de resolver enfrentamientos laborales, fue la cínica propuesta del guión. Fritz Lang renegó de él lamentando no ser aún (1927) tan sensible a los problemas sociales; en su posterior carrera norteamericana, al refugiarse en Hollywood huyendo del nazismo, situó sus películas en una onda de mayor compromiso.
Metrópolis, sin embargo, no cuenta en letras de molde en la historia del cine por aquella impertinencia ideológica. Son sus imágenes, sus bellas e inquietantes imágenes, las que la han transformado en una joya no superada aún en películas posteriores. Paradójicamente, además, esas imágenes contradicen el mensaje verbal del guión.
Los más complejos y recientes inventos técnicos del cine han podido reducir las dificultades para obtener en la pantalla los efectos visuales que logró el director alemán en época tan primitiva. Pero no es fácil recordar una sola película que haya logrado tan obsesivo ambiente, tan espectacular enunciado. Metrópolis cautiva desde el principio haciéndose dificil hasta el parpadeo. Incluso el histrionismo de los actores -tan forzados y grotescos- es incapaz de apartar el asombro.
Lástima que esta nueva versión, en la que se han coloreado las imágenes, no se exhiba con la calidad de sonido que exigen las composiciones de Giorgio Moroder. Dispuesto siempre a subrayar con energía los momentos culminantes del cine. En cualquier caso, Metrópolis es una película que merece ser contemplada de nuevo y que, sobre todo, debería ser vista por los espectadores más jóvenes. Las ingenuidades del guión o de los actores serán rápidamente olvidadas, permaneciendo profundamente en la memoria las geniales sugerencias de decorados, luces y extras.
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