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Entrevista:

Alí Agca: "Mi encuentro con el Papa es la prueba de que la reconciliación es posible"

Alí Agca se ha hecho conocer demasiado, demasiado pronto y mal. Su cabeza es grande en proporción con un cuerpo que, con el tiempo, se ha encogido. Lleva ese jersei color gris azulado que ya conoce todo el mundo. No acaba de entender por qué he ido a verle. Parece confundido, pues hasta 10 minutos antes del encuentro nadie le había dicho nada. "Estoy sorprendido", dice.Tenemos a nuestra disposición todo el tiempo necesario. Sin embargo, tengo una prisa horrible. Porque nadie le había entrevistado nunca. Al entrar en la cárcel, he visto su ficha de preso: está en blanco, pues nunca ha recibido visitas, con excepción de las del Papa y los jueces. Tengo cierto miedo de que, de la misma manera que ha llegado hasta mí, pueda desvanecerse. Nadie ha podido nunca hablar hasta ahora con él. Le digo quién soy. Le explico que si. acepta el coloquio tendrá como tema otra visita: la del Papa, la visita del gran perdón. Acepta.

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Pregunta. ¿Cuál fue su reacción cuando supo que el Papa quería encontrarse con usted?

Ali empieza a hablar. Mide las palabras; su voz es cavernosa.

Respuesta. Fui muy feliz. Nuestro coloquio fue sincero, muy humano. Doy gracias al Papa por ello.

P. ¿Cómo supo que el Papa iba a venir a verle?

R. Lo supe por la televisión.

P. ¿Había pedido usted verlo?

R. Tenía la esperanza de que un día u otro le iba a encontrar. Pero que viniese a visitarme no me sorprendió. Llevaba ya más de dos años en Italia y había podido ya entender la mentalidad del Papa, auténticamente humana. Por ello nuestro encuentro fue completa y únicamente humano, personal, fuera de todo cálculo jurídico o político. Y es esto lo que deseo subrayar antes de cualquier otra cosa.

P. Hoy, un año después, ¿cómo juzga aquel encuentro?

R. Su visita es aún hoy la prueba histórica de que la reconciliación es posible. Que lo es siempre y para todos. Yo espero que el encuentro entre Juan Pablo II y yo pueda ser útil también, en el futuro, para toda la Humanidad.

'La paz no depende ni de Washington ni de Moscú'

P. ¿Qué quiere decir?

R. Yo tengo esta esperanza: que el Vaticano pueda ayudar a la causa de la paz en el mundo, reconociendo la verdad de los hechos. La humanidad está al borde de un vuelco definitivo. La paz, a mi juicio, no depende ni de Moscú ni de Washington. Sólo el Papa y el Vaticano pueden evitar este vuelco.

P. ¿Pero todo esto qué tiene que ver con Alí Agca?

R. Sé que puede resultar extraño a muchos, pero si se conociesen los hechos...

P. Si usted lo dice... Pero personalmente, para usted, ¿qué significó aquel encuentro?

R. Yo había empezado ya a realizar mi autocrítica. El encuentro con el Papa me empujó aún más a abandonar mis ideas terroristas.

P. Usted dice que ha cambiado. Más aún, recientemente ha escrito una carta en la que afirma: "Quien se olvida que el hombre ha sido creado libre para progresar, dice que Agca no puede mejorar; sin embargo, yo, en mi vida nueva y en mi defensa, he escogido un camino legal, justo, y avanzo con la luz de la realidad". ¿Nos puede decir quién era antes Alí Agca?

Se le nota en la cara que la pregunta le suscita recuerdos desagradables. Levanta una mano como para desentenderse, y dice:

R. Era el tiempo de las aventuras..., olvidémonos.

P. Aquel hombre, el Papa, durante un cierto tiempo, fue para usted como un tiro al blanco (Alí tiene como un sobresalto). Quiero decir: usted veía al Papa como un blanco a quien disparar). ¿Quién es hoy para usted Juan Pablo II?

R. Como un hermano. Es bueno y sensible. Puedo decir que lo he visto cara a cara.

Agca está sentado a la otra parte de la mesa, en la amplia sala que en el primer piso de la cárcel está reservada al juez de turno. Entrelaza con frecuencia sus dedos largos. Alza varias veces la mirada como para buscar la palabra justa, el justo tono. El subdirector de la cárcel, presente, le ofrece un cigarrillo. Alí Agca responde: "No lo necesito". Para él es una ocasión importante, inesperada, y no quiere interrumpirse, distraerse.

'Pido a Italia una medida de gracia'

P. Cuando, hace un año, Juan Pablo II entró en su celda, le dijo: "Hace mucho que te espero". ¿Qué pensó que quería decirle?

R. Aquellas palabras tenían un sentido religioso. Yo soy un musulmán. Y, sin embargo, el Papa se dirigió igualmente a mí como un pastor. Un pastor tiene el derecho de esperar, de pedir, de difundir la verdad en la que cree. Tengo mucho respeto de esto.

P. ¿Cómo ve ahora su futuro?

R. Yo he colaborado con la justicia sin condiciones previas, sin pedir nada a cambio. Esto lo saben todos. Para mí no vale la ley sobre los arrepentidos. Mi futuro podría, sin embargo, cambiar tras el próximo proceso.

Es verdad. Agca está cumpliendo una condena irrevocable. A él es imposible aplicarle el descuento de la pena.

P. ¿Usted qué espera ahora de este proceso? Ya que el proceso será también la condena o la confirmación de su verdad.

R. El proceso será decisivo para mi situación jurídica.

P. Durante su encuentro con el Papa, ¿no le pidió nada?

R. No, no le pedí nada, y por tanto no sería justo que ahora le diga a usted que le he pedido algo. Yo, sin embargo, pido ahora al Estado italiano una medida de gracia, por motivos humanitarios.

P. ¿Cuándo ha hecho esta petición?

R. Ahora, con esta entrevista.

P. Pero, además, ¿no pone usted la esperanza de libertad en otras iniciativas injustas e ilegales? Se afirma, por ejemplo, que sea ésta la finalidad del caso Orlandi.

Se para un momento. Su realismo político toma la iniciativa.

R. El Estado italiano no aceptaría nunca cosas semejantes. Quiero, sin embargo, añadir esto: un posible indulto sería sólo un acto humanitario, y estaría muy agradecido si se tomara una disposición en tal sentido. Repito que he dejado atrás no sólo al terrorismo, sino cualquier idea de violencia.

P. ¿Qué haría si le dieran la libertad?

R. Por ahora, no pienso en ello.

La conversación duró hora y media. Alí Agca quiso que le leyera sus afirmaciones, para estar seguro que había dicho sólo cosas útiles.

Corrige el texto, borra. Pregunta dos veces si el texto final pasará por la censura. Es feliz de que así no sea. Pide perdón por no haberse podido preparar y por haber tenido que improvisar las respuestas. Insiste en que debo corregir su italiano. Después hace cuentas y pregunta si esta entrevista saldrá para Navidades. Le digo que sí, y vuelve a expresar su satisfacción. Al final nos damos la mano. Me dice: "Te lo agradezco". Al salir del pasillo vuelve a darme la mano y a repetirme: "Te estoy muy agradecido".

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