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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Triunfo absoluto de Joan Guinjoan, premio Reina Sofía 1983

Orquesta Sinfónica de RTVEDirector: Max Bragado-Darman. Pianista: Luis Galve. Obras de Guinjoan, Kabalevski y Beethoven.

Teatro Real. Madrid, 13 y 14 de diciembre.

Una nueva aparición del director madrileño Bragado-Darman al frente de los sinfónicos de Radiotelevisión Española aportaba dos puntos de interés: la actuación del pianista Luis Galve en el estreno madrileño del Concierto nº 3, de Kabalevski, y la primera mundial de Trama, de Joan Guinjoan, premio Reina Soria 1983, en su primera edición, convocada por la Fundación Ferrer Salat.

Galve es un maestro del piano, uno de los grandes que dio la España de nuestro siglo. Posee, además, características peculiares de estilo que, en su juventud lo acercaron a la manera sencilla y sin retórica de José Iturbi. Con nítido juego, sonido preciosista y un espíritu joven mantenido a través de una admirable vitalidad, Luis Galve expuso el tercer concierto de Dimitri Kabalevski, escrito en 1952.

Inserto en la más despreocupada visión del realismo socialista, el resultado no va más lejos de un divertimento un tanto al modo de los parisienses de los felices veinte. Tiene algo que ver con el ingenuismo naïf de un Jean rangais y refleja un repertorio, de ideas propias de una época anterior, pero que, por el mismo tiempo, todavía cultivada para otros compositores del Este y del Oeste. No nos escandalicemos, pues. Menos aún cuando el virtuosismo de Luis Galve -tantas veces triunfante desde Haydn a los románticosse despliega y repliega a la vez en una versión deportiva, lúdica y desenfadada de estos pentagramas con más ayer que mañana. Éxito grande del pianista aragonés, asistido un tanto desigualmente por director y orquesta.

Seguridad de criterio

Joan Guinjoan es uno de los nombres principales de la generación que se denominó de 1931 y que suele ser citada imprecisamente como del 50, 51ó 52, según los comentaristas. Sabe Guinjoan muy exactamente lo que quiere, seguridad de criterio que demuestra en una u otra obra. Pero acaso en Trama, por razones de la propia evolución, el pensamiento del compositor aparece maduro, sólido y descansado: nos habla en un lenguaje que es, smi más, el suyo habitual.

Trama se define desde el título en su carácter de disposición interna, enredo, urdimbre de unos elementos, sonoros en este caso, con vistas a un proceso narrativo en el que cabe distinguir una exposición, un nudo y un desenlace. De ahí la clara factura tripartita de la obra de Guinjoan, cuyo mérito grande se apoya sobre dos valores: la sutileza del tejido con el cambiante y magistral devenir de breves elementos melódicos, referencias de todo género (melódicas, rítmicas, coloristas, de densidad) y la coherencia y comprensibilidad de una música cuyo fin último es la comunicación a través de la belleza.

Los contrastes dinámicos y de situación son múltiples y casi diabólicos, y no llegaron a realizarse en la lectura que comentamos. Carencia que daña sustancialmente a la obra. No basta en ella un cierto orden arquitectural y un empeño por dar a las notas su duración y su altura, cuando los demás parámetros son tan importantes y determinantes como esos dos. De todos modos, el valor de Trama tiene tal poder de evidencia que fue reconocido por el público.

El compositor Joan Guinjoan recogió largos aplausos, que quiso compartir con el director, Bragado Darman, y la Sinfónica de RTVE. El programa terminó con la Cuarta sinfonía, en si bemol mayor, de Beethoven, como título de repertorio junto a las novedades comentadas.

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