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Entrevista:

La nueva función del filosofo está en ser portavoz de los marginados, según Aranguren

El catedrático de Ética y Sociología recibe un homenaje en un acto sobre la violencia

El filósofo José Luis Aranguren, de 75 años, recibe mañana, martes, un homenaje promovido por el Centro de Estudios y Difusión de los Derechos del Hombre de la Cruz Roja Española en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Fastidiado por la solemnidad de estos actos y por el protagonismo que suponen y él repudia, Aranguren dice que la nueva función de los filósofos consiste en ser portavoces de los marginados (pobres, delincuentes, drogadidos), de todos aquellos que no se sienten representados por el Gobierno ni por la minoría derechista propietaria de los bienes.

José Luis Aranguren (Ávila, 1909) está casado y es padre de siete hijos. Catedrático de Ética y Sociología por la universidad Complutense de Madrid, fue separado de su cátedra por participar en una manifestación ("la única de mi vida; prefiero firmar manifiestos") en 1965. En sus trabajos ha abordado todos los temas vinculado a la realidad social de su tiempo (marxismo, juventud, erotismo), y ahora dice que ha convertido su cátedra fija en itinerante porque a lo que no renuncia es al contacto con la gente, con la calle. El homenaje que se le rinde parte de la iniciativa del Centro de Estudios y Difusión de los Derechos del Hombre de la Cruz y tiene como fundamento la publicación del primer número de la Revista del conocimiento, que se le dedica.Pregunta. ¿Qué es ahora un filósofo?

Respuesta. La profesión o el oficio filosófico está en una cierta crisis. Pero quizá, y hasta cierto punto, se está recuperando de ese mal momento. Hubo unos años de desprestigio de la filosofía, pero hoy se empieza a entender que hace falta una visión de conjunto, una reflexión, en el sentido etimológico, de la palabra. Sobre todo, las ciencias, la vida, nuestro quehacer en la vida. La filosofía tiende a bajarse de su sitial y a convertirse en algo que cada vez está más cerca de la vida. En el fondo, no es más que la misma vida, no ejecutada, sino reflexionada.

P. ¿Cuál cree que debe ser la relación entre la filosofía y el poder?

R. Depende. Si se trata de la filosofía pura, cuyo máximo exponente en la España contemporánea es Xavier Zubiri, entonces no hay ninguna relación, porque en ese caso el filósofo puro es un metafísico y no reflexiona sobre la vida, sino sobre el ser, como se decía antes, o como dice el propio Zubiri sobre la realidad. Pero es una realidad que sobrevuela con mucho a la política y al poder. En este caso, el filósofo puro no tiene nada que ver con la política y, de hecho, Xavier Zubiri no ha escrito ni una sola línea de las cosas cotidianas. Cuando murió, yo escribí que con él quizá había muerto el último metafísico.

Hoy ya los filósofos son otra cosa: reflexionan sobre la vida y sobre todo lo que se da en la vida, pero no sobrevuelan la realidad cotidiana. A ese tipo de filósofo, que no es exclusivamente metafisico, yo prefiero llamarle intelectual. La línea divisoria entre filósofos y no filósofos no está clara. Filósofo es todo aquel que reflexiona. Para mí el intelectual no es una persona forzosamente inteligente, ni tampoco un filósofo puro, ni un científico, un poeta o un pintor si permanece exclusivamente dentro de su ámbito y que se siente comprometido con la política.

Hay casos de intelectuales que están en la política (Enrique Tierno), pero yo creo que es mucho más sencillo estar alejado. Hay otros. muchos que sistemáticamente critican el poder. La aproximación es relativa. Cuando se opta .por el logro del cargo público, yo creo que se deja de ser un intelectual. Conocemos casos de algunos que hacen campañas interesadas, que antes decían no a la OTAN y ahora son pro-OTAN. Son ésos que han caído en las redes, han dejado de ser intelectuales y han empezado a obtener las migajas de un cargo político. Pero ya no son intelectuales; son políticos. Abdican del oficio de intelectual. Yo, personalmente, me niego a ocupar un cargo público.

P. ¿Cree que las opiniones de los intelectuales tienen algún peso en la sociedad?

R. La filosofía debe tomar sobre sí esta especie de marcha según la cual somos mucho menos metafísicos y estamos más en la realidad de cada día. Yo creo que las relaciones con la sociedad deben ser bastante diferentes respecto a lo que han sido. El político es el portavoz de la sociedad, pero en la medida en, que la sociedad discrepe, como ocurre hoy respecto a la política que se está haciendo, yo creo que se debe oír la voz del intelectual como voz de la sociedad no representada.

Además, de esto hay una función nueva que le viene al filósofo de que la filosofía es una dedicación de, -otra época, algo obsoleta. El filósofo tiende a ser un automarginado. Él se margina de la sociedad, no quiere cargos públicos, no quiere una visibilidad demasiado grande. Se convierte en crítico de la política, del estado de las cosas, de la vida. Esto le hace especialmente sensible y proclive a la comprensión de todos los marginados. Ahí está la nueva misión de los filósofos.

Es seguro que los políticos que están en el poder, en el mejor de los casos, si son fieles a un mandato, serán los portavoces de la mayoría. El filósofo podría ser el portavoz de la minoría. Pero no de esa minoría derechista que es la minoría detentadora del poder económico. Me refiero a la minoría que carece de poder. Ésta es una función que institucionalmente debiera haber correspondido a la Iglesia. La palabra actual de marginados es la que viene a sustituir a los pobres de toda la vida y que en el siglo pasado se les llamó proletarios. No sé hasta qué punto la Iglesia cumple esa función, pero no hablando de los pobres, sino hablando de marginados. Los intelectuales debieran ser especialmente sensibles a la voz callada: delincuentes, drogadictos, pobres, todos los que se consideran de más en la sociedad. Entonces, el intelectual tendrá voz y peso social.

Sufrir contagio

P. ¿No cree usted que los intelectuales han permanecido bastante ajenos a los grandes temas que preocupan a la mayoría de los ciudadanos, tales como el paro o el terrorismo?R. Yo creo que sí se ocupan de temas como el terrorismo. Nosotros no somos técnicos y no podemos dar soluciones, pero nos interesa mucho como tema para fijar los límites de lo que puede ser una persecución del terrorismo. No se, puede responder al terrorismo con un contraterrorismo que es igual de terrorista. Nos parecen mal los GAL, la tortura.

Esto lo hemos dicho. Hay que decir que tengan cuidado y que no se. contagien, porque, como decía Hegel, se puede sufrir un contagio y que los dos luchadores terminen abrazados. El intelectual debe decir que el terrorismo contra el terrorismo nos parece peor, porque encima intenta legitimarse con un aplauso moral que de ninguna manera merece.

El trabajo

P. ¿En qué trabaja ahora?R. Para esto tengo dos respuestas. Cuando estoy deprimido, digo que ya no escribo porque soy muy viejo, y empezar algo para no acabarlo nunca es absurdo. Si estoy de buenas, digo que hay que salir a la calle y estar con la gente. Donde no estoy nunca ni he estado es en la torre de marfil ésa en la que dice Alfonso Guerra que yo vivo. Lo dice sin darse cuenta de que él está en las torres ministeriales. Tanto Guerra como el resto del Gobierno, cuando salen a la calle, van en coches blindados y bien protegidos por guardaespaldas. Guerra ha tenido un lapso conmigo y además ha utilizado una descripción absolutamente anticuada de lo que en otra época ha sido un filósofo.

P. ¿Se puede seguir siendo utópico?

R. Todos somos utópicos. El hombre es racional, moral y utópico. Todos necesitamos de la utopía. Hay que sonar, proyectar, aunque nunca se consiga la felicidad.

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