El congreso del partido socialista

Le MondeEl 30º Congreso del PSOE podría haber sido legítimamente el de la insatisfacción. ¿No es el primer congreso, en efecto, desde la aplastante victoria obtenida por el partido en las elecciones legislativas de octubre de 1982? Pero todo lleva a pensar que este congreso será el de la crisis de identidad. Los socialistas españoles tienen dificultades para delimitar el papel que debe desempeñar su partido ante el Gobierno de Felipe González.El PSOE, ¿debe ser la conciencia crítica del Gobierno socialista, haciendo, si es necesario, presión sobre él cuando parece alejarse de sus promesas electorales? ¿Debe, por el contrario, apoyarle frente a sus detractores cuando la situación económica obliga al Gobierno a tomar medidas impopulares? Ardua cuestión, porque el presidente y el vicepresidente del Gobierno, Felipe González y Alfonso Guerra, son al mismo tiempo secretario general y vicesecretario del partido, lo que limita la capacidad de autonomía de este último.

El problema más controvertido es el de la participación en la OTAN. Al pronunciarse por primera vez explícitamente en octubre último, menos de dos meses antes del congreso, González ha querido demostrar que este problema capital incumbía al Gobierno y no al partido. También ha querido convencer a los socialistas reticentes, que son numerosos y que tienen intención de manifestarse en el congreso, de aprobar su decisión. Lo ha logrado, en parte. La oposición a mantenerse en la Alianza no procede sólo de Izquierda Socialista, que propugna una neutralidad activa, pero que no cuenta más que con un 15% de los delegados. Los opositores se reclutan igualmente entre los independientes y sobre todo en las filas de la UGT. ( ... )

Thierry Maliniak

, 13 de diciembre