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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Desde el olvido y hacia el olvido

Chorizos y polacos es una zarzuela que se ha sacado del olvido, al que volverá. Es un libreto de Luis Mariano de Larra -hijo mayor de nuestro Larra - con música de Barbieri, estrenada en 1876 y abandonada después. Luis Mariano de Larra había estrenado ya más de 50 comedias y unas 25 zarzuelas, casi todas igualmente olvidadas (con algunas excepciones, como El barberillo de Lavapiés, con música también de Barbieri); en ésta se aplicó a un tema teatral del siglo anterior, el de la batalla de chorizos y polacos, broncas pandas populares que defendían cada una a una compañía de teatro y atacaban a la adversa por pura afiliación, sin detenerse demasiado en los valores artísticos: como puede pasar hoy con los seguidores de equipos de fútbol rivales. Dentro de este juego está el enfrentamiento de dos tonadilleras, La Caramba y La Figueras, y una tenue trama amorosa. Luis Mariano de Larra se documentó sobre la época y la situación y escribió una comedieta de costumbres.La partitura de Barbieri es ligera. En el primer acto tiene unas inclinaciones mal reprimidas hacia el italianismo y la cultura dieciochesca, pero después se atiene al tema: el madrileñismo, la tonadilla, las boleras... El primer acto es aburrido y largo: las discusiones entre los pandilleros, el planteamiento de los personajes, la documentación de la situación, dejan lugar muy escaso a la atención. Se añade un insulso decorado blanco, unos trajes tópicos y una coreografía sin inventiva. La irrupción brillante está al comenzar el segundo acto: la comicidad del autor al reflejar la chapuza del teatro por dentro, a punto de comenzar una función, se exalta por la finura de humor del director de escena, José Luis Alonso, burlón y cómplice, y repite ese brillo y ese acierto en el encuentro en el mismo teatro de La Caramba y La Figueras, y en la escena final del teatro, dentro del escenario, con la representación de una tonadilla que, desgraciadamente, no muestra por ningún sitio la inspiración de Barbieri. A continuación se precipita el tercer acto, poco estimulante, apenas animado por el número de A la virulé

Chorizos y polacos

De Luis Mariano de Larra y Francisco Asenjo Barbieri. Intérpretes: Tomás Álvarez, José Luis Alcalde, Jesús Landín, Francisco Navarro, Tito García, Joaquín Molina, Carlos R. Rubio, Rafael del Río, Javier Alaba, Manuel Fernández, Josefina Meneses, Esther Jiménez, Antonio Ordóñez, Marujita Díaz, Concha Jiménez, Jesús Castejón, Luis Bellido, José Luis Sánchez, Angel Pascual, José Varela, Emilio García Carretero, Wenceslao Berrocal, Mercedes Hurtado, Rosaura de Andrea, Cati Gómez, Santiago Lionche y Francisco Ortiz. Coro del teatro, dirigido por Manuel Perea. Orquesta: Arbós. Coreografía: Arnold Taraborrelli y Alberto Lorca: Vestuario: Elisa Ruiz. Escenografía: Wolfgang Burmann. Dirección de escena: José Luis Alonso. Director musical: Miguel Roa. Estreno, teatro de la Zarzuela, 12 de diciembre de 1984.

José Luis Alonso se aplica a defender la obra por el sistema de paternalizar el pasado y considerarlo como algo ingenuo e infantil; hay un breve movimiento de farsa o de marionetas en el primer acto que parece significar ese distanciamiento. Opera sobre algo similar que había hecho ya el autor en el original, empequeñeciendo y manejando el carácter rudo de las luchas teatrales y llevando a lo risueño la condición de los cómicos.

Personaje real

La Caramba, por ejemplo, fue en la realidad un personaje atormentado y perseguido, incapaz de liberar de la noción de pecado su enorme popularidad, y víctima, en los últimos años de su vida, de una conversión que la llevó a vivir en la penitencia y la miseria.Por este camino es lógico que la mayor vitalidad de la representación repose sobre quienes tienen la posibilidad de lo cómico: el actor cantante Jesús Castejón, que crea un tipo con movilidad de lagartija y divertidos tics, y naturalmente Marujita Díaz, tonadillera ella misma, procedente de un género más frívolo, y llena del brío, entusiasmo y tono de rompe y rasga que requiere su papel. Todo esto no da, naturalmente, calidad musical. No hay que buscarla en la orquesta que dirije Miguel Roa, porque el propio Barbieri no resolvió bien su problema de vacilación entre la música culta y la popular, y cantantes como, Josefina Meneses y Antonio Ordóñez se encuentran con el mismo dilema, al que no escapan Tomás Álvarez o Javier Alaba.

No extraña en todo esto que los mejores aplausos del final de la noche fuesen dirigidos al director de escena José Luis Alonso, capaz de crear de la nada un espectáculo y de darle rasgos alegres y divertidos. Hay otros premios que merece: el del sello peculiar que está dando a la programación de zarzuelas procurando huir de la pesadez más solemne del género y buscando las formas más populares, y el de la busca de textos y partituras perdidos, como en este caso, que ayudan a recomponer la historia del género lírico español, o como hizo con otro juguete bastante mejor, Gloria y peluca.

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