El marco de una negociación
Los PRINCIPALES órganos de los dos bloques militares, la OTAN y el Pacto de Varsovia, han celebrado en los últimos días importantes reuniones: la Alianza Atlántica en Bruselas y el bloque militar de los países socialistas en Budapest, a nivel de ministros de Defensa, y en Berlín, los de Asuntos Exteriores. Aparte de discusiones más bien rutinarias sobre problemas presupuestarios y otros, el tema que ha dominado las reuniones ha sido la perspectiva de la reanudación, el mes que viene, en Ginebra, de las negociaciones entre EE UU y la URSS sobre armamentos nucleares. Con expresiones más o menos matizadas, de un lado y otro, se ha coincidido en expresar el deseo de un éxito para las nuevas conversaciones de desarme. Es sintomático que el comunicado aprobado por el Pacto de Varsovia en su reunión de Berlín Este indique como uno de los objetivos de la conversación que mantendrán el próximo mes en Ginebra los ministros de Asuntos Exteriores de las dos superpotencias, George Shultz y Andrei Gromiko, el de "reforzar la estabilidad estratégica". Durante casi un año, la URSS ha afirmado que la colocación de los euromisiles rompía precisamente el equilibrio que existía previamente. Que ahora se hable, en un documento del Pacto de Varsovia, de reforzar dicha estabilidad parece confirmar que los soviéticos están decididos ahora a negociar a partir de la situación existente hoy, sin condiciones previas. Los conceptos de estabilidad, o de paridad nuclear, tienen un valor mucho más político que matemático o técnico, ya que las capacidades de destrucción de que disponen una y otra parte superan todo lo imaginable.Cabe relacionar el ambiente distendido de la reunión de la OTAN con el hecho de que los problemas del armamento nuclear han quedado, por esta vez, relegados a un segundo plano. Se ha estudiado, sobre todo, el paso a una estrategia nueva que disminuya, al menos en teoría, el papel de las armas nucleares. Conviene recordar que, hasta 1962-1964, la estrategia de la OTAN era la de represalias masivas, con las armas estratégicas norteamericanas, en caso de una agresión soviética en Europa, aunque ésta se llevase a cabo con armas convencionales. Pero tal estrategia fue perdiendo credibilidad cuando la URSS se fue dotando de armamento nuclear capaz de aniquilar el territorio de EE UU. La segunda estrategia de la OTAN, a partir de 1964, fue la de la respuesta flexible: a saber, se emplearían armas nucleares sólo una vez fracasada la defensa convencional, y de modo gradual. Pero esta estrategia coloca a Europa en una encrucijada trágica y absurda a la vez. EE UU ha dejado claro que no está dispuesto a arriesgar el holocausto global para defender Europa, y la estrategia de la respuesta flexible, si se llegase a aplicar, significaría, en cualquier eventualidad, la destrucción nuclear de una buena parte de Europa. En realidad, las fuertes resistencias suscitadas en países como Bélgica y Holanda a aceptar la instalación en su territorio de misiles de crucero son sintomáticas; existe en Europa un fuerte deseo, una esperanza sin duda prematura, de que la colocación de los euromisiles pueda ser interrumpida a partir de los resultados iniciales que tal vez se producirían una vez que se pongan en marcha, después de la entrevista Gromiko-Shultz, unas eventuales negociaciones multilaterales sobre control y limitación de armas nucleares.
No se sabe nada de las personalidades que van a acompañar al ministro soviético en las conversaciones de Ginebra. En cambio, la noticia de que Paul Nitze será el principal acompañante del secretario de Estado, George Shultz, es una buena noticia. Nitze tiene una larga experiencia de negociaciones discretas; fue coautor, con el soviético Kvitsinski, del llamado acuerdo de los bosques, perfilado en el verano de 1982, y que preveía una reducción de los SS-20 soviéticos a 75 misiles (es decir, 225 cabezas nucleares) y la instalación, por parte de EE UU, de 300 misiles de crucero, pero renunciando a los Peeshing II, el arma a todas luces más temida por los soviéticos. Nitze demostró en esa ocasión no sólo una flexibilidad, sino una capacidad de tomar iniciativas, de asumir responsabilidades, que van a ser decisivas en las futuras negociaciones. Empieza a manifestarse en EE UU, incluso en círculos que han sido enérgicamente halcones en los últimos años, una evolución interesante que tiende a poner en duda la utilidad de los misiles nucleares para fines militares. La última noticia, bastante sorprendente, es la declaración del senador Barry Goldwater, uno de los representantes de la extrema derecha republicana, en favor de una congelación de los gastos militares en 1986 y del abandono del proyecto de supermisil MX. A pesar de la tendencia predominante en el Pentágono, parece cobrar peso la doctrina, apuntada por Kissinger en diversos artículos, de que la utilidad del arma nuclear consiste únicamente en disuadir al otro, a la URSS, de su empleo. Las negociaciones sobre armas nucleares se van a desarrollar en una etapa en la que, al lado de la oposición pacifista, se empieza a someter a una revisión profunda, incluso a niveles teóricos, la razón de ser y la utilidad militar de las armas nucleares. La entrevista de Ginebra va a iniciarse sin duda en torno a cuestiones mucho más concretas y limitadas: la planificación de futuras negociaciones sobre misiles de alcance medio, estratégicos, planes de armas en el cosmos, y quizá otros temas. Pero tal vez lo más importante es que pueda iniciarse un camino hacia el desarme, con pequeños pasos, cuyo ulterior desarrollo no es posible prever hoy.
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