El lenguaje de Max Suñé
Suñé destacó definitivamente para expertos y aficionados con la formación Iceberg, que en su tiempo vendió discos. Gracias a su primer elepé en solitario, Trío, se mereció el título de mejor guitarrista del año. Fue un favor honorífico. Necesitó juntarse a Escoté, Arisa y Kitflus para crear Pegasus, la primera realidad jazz-funk del país. En este mes se han editado dos importantes grabaciones para Suñé. La primera es un disco en directo que describe con un sonido limpio la actuación de Pegasus en la Noche Española del Festival de Jazz de Montreux del pasado mes de julio junto a Lole y Manuel y Paco de Lucía. El otro elepé es el segundo en solitario del guitarrista catalán: Ficcions, grabado con planificación de directo en estudio.Los primeros temas sonaron con los largos solos de los músicos acompañantes: Stephen Frankevitch, a la trompeta; Javier Paxarinio, al saxo; Juan Carlos Mendoza, al bajo; Willy Fraza, a la percusión, y Carlos Carli, a la batería. En Suñé se comprueba fácilmente el calor y repente del directo, el riesgo de abandonar suelto y juguetón el estado de espíritu. Su guitarra ha de controlar las fases restantes de su banda, que toca con profesionalidad, pero sin garra. Eso sí, Suñé siempre expresa en su actuación lo que sabe y lo que siente. Su lenguaje ansiaba una experiencia individual, un regalo a sí mismo, y en su concierto sobresalió precisamente aquella última hora en la que desapareció el diálogo desenfadado con los demás compañeros y surgió el intimismo, el protagonismo de la guitarra, más deseado por los asistentes que cualquiera otro virtuosismo nocturno. Fue el tiempo de Festival en el Japón, Fin de fiesta y el tema de despedida, In a silent way, una composición de Joe Zawinul que hizo cambiar a Miles Davis en su onda. También se esmeró en Coses estimades, abandonado en el escenario consigo y una luz verde. Creó arpegios y punteó en una atmósfera de gracia etérea que elevaba el ánimo. Y frío se intimó, se lució sin quartet, ni quintet, ni sextet. Él no es estadounidense, como Wes Montgomery, B. B King o Joe Pass. Y, aunque ibérico, tampoco es andaluz, como Paco de Lucía. Es catalán (técnico y comedido), pero latino (alegre y genial). Domina sin pasión. A Suñé, de todos modos, le falta ese reconocimiento internacional que puede llegar y que necesita para ser considerado generalmente aquí. Y es un tópico fatal.
Concierto de Max Suñé y banda
Sala Madrí Me Mata Madrid, 6 de diciembre de 1984
Babelia
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