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José María Guelbenzu: "A los 40 años comienza la edad del novelista"

El autor de 'El río de la luna' publica 'El esperado', su última novela

Juan Cruz

José María Guelbenzu, que sigue parapetado tras las gafas redondas con las que escribió El mercurio, su primer libro, en 1968, ha llegado a los 40 años y presenta hoy el aspecto maduro e infantil del novelista que hace 15 años se acercó a la generación de Juan Benet y de Juan García Hortelano como "el pequeño de la pandilla, al que también se le permitía jugar". Hoy sigue siendo el pequeño de la pandilla, pero ofrece su nueva novela, El esperado. Este es, dice, el primer fruto de la madurez, porque "los 40 años es una edad clave para mi generación, que es la que está en el poder, y es una fecha clave para un novelista, porque ahí comienza la edad del narrador: confluyen en ella la vitalidad y la madurez".

, No cree Guelbenzu, que hoy presenta en Madrid El esperado en una edición de Alianza Tres, que él se halle, al igual que gente de su generación, instalado en el poder político, "nada más lejos de mis intenciones"; lo que le ha dado esta edad es una sensación de seguridad, "una sensación de que puedo trabajar en plenitud". Desde su posición como director de las editoriales Taurus y Alfaguara, Guelbenzu cree que puede ejercer una influencia en el mundo de la literatura española, "pero esa influencia ni es única ni es individual, porque ambas editoriales disponen de numerosos opinantes y asesores, que en todo caso compartirían conmigo esa influencia".Posición tan privilegiada en el mundo editorial puede afectar a la autocrítica del autor. Guelbenzu reconoce que su puesto le obliga a "una autoexigencia muy fuerte" en el plano de la creación literaria propia, pero él procura "crear casi compartimentos estancos entre mi producción y el trabajo editorial".

Flanqueado por las fotografías de dos autores de la casa, Cioran y Walter Benjamin; sentado detrás de una mesa en la que las novedades editoriales se confunden con los recuerdos personales, José María Guelbenzu da la imagen del tímido que acaba de llegar a su refugio; aun así, rehúye la mirada cuando acaba de ser hecha la pregunta, pasea los ojos por los contornos de su silla y habla con parsimonia sobre su darwinismo literario, que le ha permitido la supervivencia como escritor. "Yo he pasado de ser un escritor que tenía tiempo suficiente para escribir a ser uno que dispone de poco tiempo para hacerlo".

El cigarro y el vestido

Como un británico al que hasta el cigarro le formara parte del vestido, Guelbenzu confiesa que se ha tenido que "reprogramar" para proseguir su aventura literaria, que incluye libros como Antifaz (1970), El pasajero de ultramar (1976), La noche en casa (1978) y El río de la luna (1981). "Me he reprogramado, y ahora mi manera de escribir es la de ocupar mucho tiempo pensando para luego disparar una especie de mecanismo, de modo que la escritura salga muy decantada, es decir, con necesidad de poca corrección y en circunstancias incluso muy adversas. Puedo concentrarme en una habitación en la que se esté produciendo una reunión, y puedo aparcar un texto y luego seguirlo con igual ritmo e intensidad".

Viéndole así, como un ex alumno que fuera a visitar su antiguo college de Oxford para regalar un ejemplar de su tesis doctoral, el autor de El esperado no parece uno de sus personajes, pero leyendo sus libros el lector siempre pone el rostro de Guelbenzu en los seres a los que, él da figura literaria. Y así se viene a pensar que su descripción de León, protagonista del último libro, se corresponda con lo que él ve de sí mismo en su espejo: "Yo era", describe Guelbenzu a León en el libro, "un muchacho ponderado y tranquilo, buen observador, muy sensible y, como bastantes hijos de viuda, poco amigo del empleo de la fuerza". "Yo no creo", dice él, en persona, "que esta caracterización del personaje esté en El río de la luna. En cuanto a El esperado, lo voy a desarrollar en dos novelas más; ésta es la novela de la iniciación a la vida de un personaje sumido en la introversión, pero ese personaje ha de ser introvertido para poder disponer de una fuerte vida interior que yo preciso para presentarlo. De todos modos, las novelas no son autobiográficas, pero no puedes negar que acompañan tu vida".

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