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Reportaje:

El violín y sus falsificaciones

Algunas piezas clásicas del siglo XVIII alcanzan cotizaciones de 135 millones de pesetas

, Las principales escuelas de lutheria surgieron en Italia: en Cremona, Brescia, Venecia, Milán y Nápoles, en los siglos XVII y XVIII; en Turín, Milán y otros centros, en los siglos XIX y XX. Ello hace que el actual comercio de violines afecte, especialmente, a los instrumentos italianos. Las obras maestras de los siglos XVII y XVIII, son especímenes que reúnen un conjunto apreciable de particularidades: son magníficos instrumentos musicales (un rodaje de más de dos siglos los ha puesto en las condiciones óptimas de prestación), y, además, objetos de arte de singular belleza, así como incomparables piezas de anticuario. Estos requisitos empiezan a ser también propios de los violines construidos durante el siglo pasado, algunos de los cuales ya han sobrepasado los 150 años.

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Por lo que se refiere a los instrumentos construidos en el presente siglo, aunque no hayan alcanzado esa plenitud de facultades que sólo se obtiene con el paso del tiempo, cuando son obras de un luthier con talento constituyen ya una óptima herramienta de trabajo para los instrumentistas, con la garantía de una alta calidad presente y las perspectivas de una continua mejora. Porque la leyenda de que la lutheria artística se extinguió a finales del siglo XVIII no es más que eso: una leyenda.

Estas condiciones no se repiten en ningún otro instrumento musical, salvo raras excepciones. En efecto, incluso los conjuntos especializados en música antigua, hacen constar en sus programas de mano que utilizan "instrumentos originales"; aunque en realidad, por lo que se refiere al viento, se valen más de reproducciones modernas fidedignas que de instrumentos verdaderamente antiguos.

Dos 'luthiers'

Los grandes violinistas han preferido siempre los instrumentos de dos luthiers del siglo XVIII cuyos nombres se han hecho familiares incluso para los profanos: Antonio Stradivari y Giuseppe Guarneri del Gesú, ambos pertenecientes a la escuela de Cremona. Para quien aspire a una carrera internacional, poseer un violín de uno de estos dos grandes maestros representa no sólo un alto índice de prestigio, sino también la tranquilidad de saber que tiene siempre entre sus manos un medio sonoro de tan insuperable perfección. La lutheria clásica italiana, sin embargo, ofrece un largo elenco de nombres aptos para satisfacer cualquier exigencia: Amati, Guadagnini, Bergonzi, Gagliano, Testore, Storioni, Landolfi, Montagnana...

Dejando a un lado a Stradivan y a Guarneri del Gesú, cuyos instrumentos llegan a alcanzar en Estados Unidos la astronómica cifra de 800.000 dólares (unos 135 millones de pesetas), otros violines italianos del siglo XVIII y en perfectas condiciones de conservación, alcanzan con bastante facilidad los 100.000 dólares (unos 17 millones de pesetas); los mejores instrumentos del siglo XIX pueden cotizarse entre los 30.000 (unos 50 millones de pesetas)y los 60.000 dólares (unos 100 millones de pesetas). Estos precios, en el mercado europeo, y según el instrumento, pueden experimentar una reducción del 25% o del 30%. En cuanto a los violines construidos en nuestro siglo, la cotización, según el prestigio del constructor, oscila entre las 400.000 y las 800.000 pesetas.

Éstos son los precios que el instrumentista debe pagar si adquiere su instrumento en un establecimiento especializado al frente del cual se encuentre un maestro-luthier conocido internacionalmente, cuya obligación es garantizar la autenticidad de los instrumentos que vende. El comprador que acude a uno de estos establecimientos sabe que, a cambio de su dinero recibirá un instrumento auténtico en buenas condiciones (ya que las eventuales reparaciones habrán sido realizadas por un verdadero experto) y fácilmente comerciable en caso de necesidad.

Falsificaciones de categoría

Desde siempre, todo objeto apto para hacer ganar dinero ha sido un buen campo de actividad para los falsificadores y estafadores. Se ha falsificado pintura, escultura, antigüedades, manuscritos y muebles ¿Por qué iba a ser el violín una excepción?

La falsificación de violines es antigua y se presenta en varias formas. En primer lugar, la que propiciaron involuntariamente los luthiers de finales del siglo XVIII e inicios del XIX, que no se preocuparon en crear un modelo propio e imitaron muy de cerca los modelos de los grandes maestros. Siendo, como eran, excelentes artesanos, lograron copias muy perfectas. Cuando los productos de la lutheria clásica empezaron a ser buscados y pagados a altos precios, a más de un vendedor sin escrúpulos se le ocurrió la idea de rebautizar las copias, sustituyendo la etiqueta original por otra auténtica o falsificada del maestro imitado.

Existen también copias construidas por encargo, sin que el autor supiese su destino; las reelaboraciones de instrumentos realizadas juntando elementos heterogéneos, y, por fin, los instrumentos falsificados a propósito y vendidos como auténticos. Esta clase de falsificaciones, que requieren un completo conocimiento del arte de la lutheria, han sido practicadas por expertos luthiers y en muchos casos son muy difíciles de descubrir. Sólo un luthier que sea además un hábil reparador -condición que requiere largos años de aprendizaje- y por cuyas manos hayan pasado no pocas decenas de instrumentos, está suficientemente familiarizado con las distintas técnicas de construcción como para poder dictaminar si un instrumento es o no auténtico.

Se ha llegado a un nivel tan alto de confusión que, entre todos los violines existentes en la actualidad en, por ejemplo, Barcelona, no más de un 25% llega a ser auténtico. En el extranjero, las ventas fraudulentas han sido denunciadas a la justicia por el comprador estafado, en España, que se sepa, ninguna de estas ventas ha llegado a los juzgados.

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