Sigue la recuperación del receptor del corazón artificial
William Schroeder, que cumplió su quinto día de vida con un corazón de plástico y metal, sigue recuperándose con gran rapidez a pesar de pequeñas complicaciones que los médicos han podido solucionar. La más importante ha sido una atelectasis, consistente en una acumulación de mucosas en la tráquea, que sufren especialmente aquellos enfermos graves que permanecen largas temporadas inmovilizados en la cama. El mismo cirujano que realizó el trasplante, el doctor William Devries, introdujo un tubo largo y flexible en la tráquea del paciente para retirar esta acumulación, que hubiese provocado una neumonía.
El jueves, Schroeder se levantó de la cama por primera vez desde la operación y se sentó en una silla donde pudo por fin beberse la cerveza que había estado pidiendo. Su esposa Margaret le ayudó para que tomara pudín, zumo de naranja y uva, una papilla de trigo, leche y un batido de chocolate. Mientras ingería una pastilla acompañada por un vaso de agua, bromeó con las enfermeras; puso mala cara y dijo: "Este agua sabe horrible, podría matar a una persona".El doctor Lansing, portavoz del equipo médico del Hospital Humana que realizó el trasplante, indicó que no se observan signos de infección, por lo que se le ha suprimido la medicación de antibióticos que tomó durante los primeros días, indicando que aún existe el peligro de que se produzca en los próximos cinco o seis días. "En caso contrario", añadió Lansing, "podemos estar muy contentos".
Por otro lado, los últimos análisis realizados indican que el hígado y los riñones de Schroeder estaban volviendo a realizar sus funciones normalmente. La sorpresa surgió cuando los médicos realizaron la biopsia del órgano reemplazado. El viejo corazón del hombre que ahora vive con un objeto de plástico bombeándole la sangre estaba afectado por una cardiomiopatía isquémica, lo que ya había sido diagnosticado. El patólogo descubrió además, añadiéndole tintes fluorescentes al escaso tejido cardiaco con capacidad muscular que le quedaba, una serie de puntos brillantes que resultaron elementos del sistema inmunológico de Schroeder, es decir, que los anticuerpos de su organismo estaban atacando las escasas células musculares de su propio corazón en una especie de reacción alérgica que hubiese acabado con su vida en pocos días.
Reacción
Los médicos adelantan la hipótesis de que los antibióticos ingeridos por Schroeder a principios de este mes, después de extraerle varios dientes en previsión de una infección que hubiera complicado la operación de trasplante, podían haberle desencadenado una reacción autoinmunológica. A este respecto, el doctor Lansing añadió que no creía que pudiera afectar a la recuperación del paciente.Su rápida recuperación tiene maravillados a los médicos, que consideran que la pequeña caminata del jueves hasta la silla es uno de los hechos más patentes del éxito de la operación. Ayer, a Schroeder le fue aumentado el ritmo cardiaco, que es ahora de 70 pulsaciones por minuto, y su flujo sanguíneo es perfecto, así como el de todos sus órganos.
Pero al igual que sucedió cuando la pequeña Baby Fae recibió el corazón de un mandril, el caso de Schroeder y el corazón artificial Jarvik 7 también ha levantado polémica. Quienes defienden el corazón artificial sostienen que, en cuanto se perfeccione, este invento puede ayudar en Estados Unidos a más de 50.000 personas cada año. Sus detractores estiman que únicamente sirve para gastar dinero, especialmente si los receptores de este tipo de ingenios sólo consiguen vivir un corto período de tiempo.
La polémica se ve acentuada por la misma constitución de la Sociedad Humana, una compañía sanitaria privada para la el trasplante no es más que una operación publicitaria para crear una imagen de marca. Esta compañía posee 91 hospitales en varios países. Cada implantación de un Jarvik 7 cuesta alrededor de dos millones de pesetas y el órgano artificial debe ser repuesto cada tres años.
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